Especiales Semana

"SI PENSE EN RENUNCIAR"

EL PRESIDENTE ERNESTO SAMPER CONCEDIO, A PROPOSITO DE SU PROCLAMACION COMO HOMBRE DEL AÑO EN SEMANA...

6 de enero de 1997

Roberto Pombo: Señor Presidente: usted quiere que haya un punto final sobre el proceso 8.000, pero éste nunca llega porque usted nunca ha cambiado su historia original: "Si sucedió fue a mis espaldas, y si entró plata se la robaron Fernando Botero y Santiago Medina".
Ernesto Samper Pizano: Y cómo quiere usted que cambie la historia si esa es la verdad. ¿Qué quiere entonces, que diga mentiras?
R. P.: No, pero es que los hechos superaron su versión. El ingreso de la plata del narcotráfico a las tesorerías regionales, coordinado por Botero y Medina, ya no se discute. ¿Por qué, en lugar de seguir negando lo evidente, no pone las cosas en su contexto para darle al país explicaciones creíbles?
E.S.P.: Permítame contradecirlo de nuevo. Los hechos no superaron mi versión; la confirmaron plenamente. Si la Fiscalía avanza, como se lo he solicitado en múltiples oportunidades al Fiscal, en la averiguación sobre la implicación personal de Botero y Medina respecto a estos hechos, le aseguro que entonces sí llegaremos a la verdad. Lo que no podemos hacer, en términos criminalísticos, es cerrar la investigación en el preciso momento en que se descubre el cuerpo del delito, y dejar las cosas de ese tamaño.
R. P.: Lo digo en el siguiente sentido. No está claro por qué querrían los Rodríguez Orejuela entregarle grandes sumas de dinero a su campaña.
E.S.P.: Aquí lo que cabe es una diferencia que nunca se analizó suficientemente en el juicio. La diferencia entre entrega e infiltración. Para nadie es un secreto que todas las organizaciones de este tipo, en todas partes del mundo, buscan penetrar las campañas políticas para después tener la posibilidad de pedir favores a las buenas o a las malas. Para lograr este objetivo, colocan fichas en posiciones menores, aprovechan viejos contactos, se meten por la puerta de atrás. No descarto que esto hubiera podido suceder con mi propia campaña y con muchas otras más. Por supuesto, no estoy en condiciones de saber exactamente qué pasó.
R. P.: Lo lógico sería que ellos estuvieran interesados en tenerlo a usted al tanto de ese acto de generosidad. Al fin y al cabo las grandes decisiones estaban en sus manos y no en las de Botero y Medina.
E.S.P.: Pero no lo hicieron y tampoco me enteré. ¿Por qué? Pregúntenle a Medina y Botero. Tal vez allí está el secreto para deshacer el nudo gordiano.
R. P.: ¿Pero qué sentido puede tener que Fernando Botero quisiera guardarle a usted semejante secreto?
E.S.P.: Como lo ha dicho Rodrigo Pardo, Botero no conocía límites en su ambición. Para conseguir el poder estaba dispuesto a cualquier cosa. De hecho, después nos enteramos de que había montado una campaña personal dentro de la campaña presidencial, lo cual puede explicar muchas cosas y muchos hechos. También podía existir un interés personal en que el famoso elefante no pasara nunca por la campaña, que se quedara pastando en otros jardines...
R. P.: Pero de todas maneras esto no contempla el hecho de que los Rodríguez Orejuela podían estar atraídos por su respaldo como candidato a la política de sometimiento.
E.S.P.: Siempre sostuve que la entrega voluntaria de los Rodríguez era la mejor opción. Creía en la política de sometimiento. Por ello se cae la teoría del supuesto encubrimiento y del compromiso previo. Las posiciones que se me achaca que yo había negociado a cambio de apoyos económicos del cartel eran de público conocimiento, no necesitaba ningún acuerdo para llevarlas a cabo, como esta del sometimiento. Cuando llegué al gobierno, las conversaciones que sostenía el fiscal De Greiff parecían bastante avanzadas. Las diferencias con el gobierno del presidente Gaviria parecían ser circunstanciales: se limitaban al sitio de la cárcel. Pensé, sinceramente, que el desmantelamiento del cartel de Cali era posible sin arriesgar disparar un solo tiro. Consideré que mi obligación era la de buscar combatir al cartel sin arriesgar las mismas vidas que fueron sacrificadas en el combate del cartel de Medellín. Pero el tiempo pasaba y las cosas no se concretaban. Me di cuenta entonces de que el sometimiento no iba para ninguna parte y tomé la decisión de cambiar la estrategia y dar luz verde a la persecución para capturarlos. Todos los lunes, religiosamente, en una reunión que llamábamos coloquialmente El club de los lunes, revisaba los avances de los operativos. Recuerdo que un día me trajeron un plan como chimbo de utilizar taxis en Cali para operaciones de inteligencia y los mandé al carajo. Les exigí resultados, y así se empezó a desbaratar el cartel como un castillo de naipes.
R. P.: El hecho de que hubiera entrado plata de los narcos lo deja a usted con una responsabilidad política que no ha asumido aún.
E.S.P.: El cuento de la responsabilidad política lo sacaron del sombrero los conspiradores cuando se dieron cuenta de que yo era inocente. Es cierto que llegué a contemplar en algún momento la posibilidad de retirarme como una de las opciones válidas para superar la crisis, pero me hice esta reflexión, y se lo digo con el corazón en la mano: ¿qué le sirve más a Colombia, un presidente elegido democráticamente y derrotado por el narcotráfico, o el narcotráfico derrotado por un presidente democrático? El país se hubiera demorado muchos años en recuperarse del golpe de un presidente tumbado por la droga.
R. P.: ¿Usted no reconoce ningún error en todo eso?
E.S.P.: Es cierto que me equivoqué en muchas cosas, pero no cometí ningún delito. Los presidentes tienen derecho a equivocarse pero no a cometer delitos. A todos los presidentes de Colombia, en los últimos años, nos ha correspondido asumir responsabilidades serias por hechos graves que no implican la renuncia, precisamente por no constituir delitos.
R. P.: En el último párrafo del libro 'El Presidente que se iba a caer', se afirma que usted le dijo al periodista Jorge Lesmes que si Fernando Botero hubiera aceptado la responsabilidad que le correspondía, usted se habría caído. ¿Reconoce haberlo dicho?
E.S.P.: Le confieso que no me he leído el libro porque me parece mucho más divertido ver las reacciones que ha suscitado en quienes se sintieron explicablemente traicionados en su derecho a la intimidad por los relatos de conversaciones privadas, que ahora se han convertido en materia prima del nuevo periodismo investigativo. En relación con su pregunta, ¿usted cree que si yo tuviera una chiva tan importante se la habría dado a la revista SEMANA? Lo que dije a los periodistas es que si Botero hubiera querido de verdad dañarme con sus historias noveladas, ha debido incluirse él en sus propias mentiras para hacerlas creíbles. Sé que la misma decepción se la llevaron los periodistas novelistas cuando después de haber trabajado varios meses la confesión de Botero, éste entregó su versión, en la cual aparecía como Sor Teresa de Calcuta en medio de los demonios.
R. P.: Usted parece salir fortalecido por el hecho de haber logrado mantenerse en su puesto, pero ¿cuáles son los daños que sufrió el país?
E.S.P.: Daño institucional, ninguno. Logramos demostrar contra todos los vaticinios que Colombia tiene una solidez institucional excepcional. El Estado de derecho funcionó perfectamente y respondió a un reto que no era fácil. En otro país, el Estado de derecho se habría reventado en mil pedazos ante una situación de la magnitud de la vivida aquí. ¿Por qué no lo hizo? Porque hemos logrado construir un esquema admirable de manejo institucional de las crisis. En Colombia no se gobierna por objetivos ni por metas, se gobierna por crisis.
R. P.: El deterioro de las relaciones con Estados Unidos son un daño grave en esta crisis.
E.S.P.: Sí; este no es un tema fácil. Hay varios aspectos. Por una parte, por primera vez en muchos años se rompió la tradición colombiana de que en asuntos internacionales los trapos sucios se lavan en casa, como lo hizo el Fiscal esta semana en Miami. Algunos enemigos, irresponsablemente, utilizaron la situación con Estados Unidos para agravar la situación interna y esto es una canallada que no tiene explicación alguna. Empero, yo tengo un razonable optimismo de que Estados Unidos va a revisar su política, teniendo en cuenta los efectos negativos de lo que ha sucedido. Colombia era el país más proamericano de la región, y ahora ha florecido un sentimiento popular negativo frente a Estados Unidos, yo diría que el más negativo del hemisferio. Temas como el de la amenaza permanente de sanciones ha creado un clima de incertidumbre sobre la inversión nacional y extranjera que ha debilitado nuestra propia capacidad de respuesta a la amenaza costosa de la droga. Si lo que se quería era aislar a Colombia, se consiguió todo lo contrario, nunca habíamos tenido más solidaridad, incluso liderazgo. ¿Qué se consiguió entonces? Desbaratar una sólida alianza de muchos años de lucha conjunta contra el narcotráfico en beneficio de los narcotraficantes. Por estas razones soy moderamente optimista respecto al futuro de las relaciones, no porque considere que las cosas están bien, sino porque no pueden desmejorar.
R. P.: Eso depende de si el Congreso aprueba las leyes sobre aumento de penas y extinción de dominio para los bienes de los delincuentes.
E.S.P.: Ciertamente. Esos proyectos venían siendo trabajados por el gobierno desde hace más de un año. Estábamos esperando la mejor oportunidad para presentarlos. En el tema de la extinción de dominio hay un asunto de una importancia trascendental, al que no se le ha dado la dimensión adecuada. En los últimos 10 ó 15 años el país cambió de manos y los delincuentes _específicamente narcotraficantes_ tienen la propiedad de una proporción inmensa de los bienes de la Nación. Tienen, según estudios del Ministerio de Agricultura, el 25 por ciento de las tierras cultivables, más de cinco millones de hectáreas. Así como en el año 36 fue importante el concepto de la función social de la propiedad, ahora tenemos que empezar a hablar de extinción de dominio por razones de moral social. Le quiero contar que en el Senado pude convencer a varios parlamentarios de la necesidad de votar la retroactividad con esta sola pregunta: ¿Usted cree que un presidente puede ser obligado a proteger un título de propiedad adquirido con los dineros de un secuestro?
R. P.: Si los bienes son tantos como usted señala, se acabaría estatizando buena parte de lo que hay en el país y que hoy está en poder de los narcos. La tierra, por ejemplo.
E.S.P.: Sería una verdadera revolución de la propiedad. Está listo el decreto que permite concentrar bienes decomisados en una entidad fiduciaria para su administración y manejo. Se haría una gran reforma agraria y una gran reforma urbana con estos bienes y lo que produzcan. No serán estatizados sino socializados, es decir, repartidos socialmente.
R. P.: ¿Le preocupa ser recordado como el presidente que fue juzgado por el ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña?
E.S.P.: Por supuesto que no me gustaría. Pero creo que cuando se mire la lucha contra el narcotráfico en perspectiva amplia, en los últimos 20 años, se verá la dimensión real de lo que ha sido una auténtica lucha nacional contra ese delito. Y episodios que nos parecen dramáticos considerados aisladamente, como el Palacio de Justicia, la salida de Escobar de la Catedral o la eventual infiltración del narcotráfico en mi campaña, se verán dentro del contexto de un país asediado por la droga pero siempre luchando para librarse de ella. También se hablará de una generación entera, la de Galán, la de Lara, la de Carlos Mauro, la de Jaramillo, la de Pizarro, nuestra generación, que fuimos protagonistas trágicos de esta nueva historia.
R. P.: Muchos sostienen que hasta ahora el tiempo del gobierno ha sido perdido por estar defendiédose y que el último año se enreda por la campaña electoral. ¿Se puede hacer una obra de gobierno en un solo año, el 97?
E.S.P.: Perdóneme que le insista en un tema que me parece importante. Los medios construyeron una interpretación virtual de la crisis, partieron de una hipótesis y de allí no se movieron. Como en el mito de la caverna de Platón, las imágenes de las cosas terminaron siendo más reales que las cosas mismas. Pero la realidad era distinta. La realidad es que nosotros seguimos trabajando, que el Salto Social siguió cumpliéndose, que la Red de Solidaridad siguió trabajando para la gente que no va al restaurante Salinas y que yo salí como nunca a cargar baterías en la provincia. La gente se hastió del proceso 8.000, se aburrió de que no le hablaran sino de eso, lo vio como un debate entre la gente de Bogotá. Ese país real, el de la provincia, el de los sectores sociales, el de los medios regionales de comunicación, fue el que finalmente me mantuvo a flote. Al principio muchos de los conspis pensaban que faltaba un disparo más, un solo disparo, para tumbarme y lo que hicieron fue poner la gente de mi lado. Reforzaron el sentimiento nacionalista cuando trataron de enfrentarme con Estados Unidos. Reforzaron el sentimiento popular cuando organizaron manifestaciones de Mercedes-Benz. Reforzaron los juristas y los santanderistas cuando trataron de pasarse por la faja el Estado de derecho. Reforzaron a los provincianos cuando disparaban desde los clubes sociales de Bogotá. Reforzaron a los partidarios de la economía social cuando sacaron la famosa agenda neoliberal para el fin de siglo. Reforzaron la fe de cristianos y católicos rasos cuando esgrimieron la moral como bandera política. Casi que me atrevería a decir con humildad: gracias a todos mis enemigos por los apoyos populares recibidos.
R. P.: ¿Y el año entrante qué?
E. S.P.: El año entrante no será distinto a este año en cuanto al trabajo de gobierno se refiere. Será, ciertamente, un mejor año, no lo dude. La economía ya pasó el charco recesivo, el mercado de finca raíz se ha vuelto a mover, la gente está invirtiendo otra vez. Para el año entrante esperamos colocar más de 1.800 millones de dólares en bonos, a las mejores tasas de interés y comisión de América Latina. El año entrante esperamos terminar con un 70 por ciento de ejecución del Plan de Infraestructura, más carreteras, más ferrocarriles, más energía eléctrica, más televisión y mejores comunicaciones. El año entrante ganaremos por partida doble porque la gente nos abonará lo que hicimos este año y no vieron nada y lo que verán el año que comienza.Tendremos que apretarnos el cinturón fiscal y eso no es fácil. Es muy sencillo y hasta muy popular pedir recortes del gasto público, lo impopular es decidir en qué se recorta. Pues bien, nosotros vamos a reducir el crecimiento del gasto al 23 por ciento, frente al 30 por ciento del año anterior y un 40 por ciento que encontramos al iniciar el gobierno.
R. P.: ¿Y usted personalmente cómo se siente?
E.S.P.: A mí sí que me sorprende esta pregunta. La gente, en mitad de la crisis, me veía y se sorprendía de encontrarme como un ser normal: con dos ojos, con la boca en su sitio y hasta caminando. Pensaban que yo estaba recostado contra una pared, sollozante de mi suerte, arrancándome los cabellos en agonía como la Virgen en nuestro Himno. Nunca dejé de trabajar las 18 horas diarias, nunca abandoné los consejos de ministros e incluso tengo que agradecer al país entero que como cuando hay enfermo grave en casa no molestan: no hubo paros, ni huelgas ni ataques de la guerrilla, la anormalidad me dio una tregua que hoy ha suspendido: volvimos a la normal anormalidad de siempre!
R. P.: La opinión se encuentra dividida cuando se le pregunta sobre su hombre más cercano y fiel, Horacio Serpa, ¿usted qué piensa?
E.S.P.: Horacio Serpa tiene muchas condiciones personales que justifican el aprecio que la gente le tiene: habla claro, piensa lo que dice y dice lo que piensa, es buen amigo pero sobre todo tiene una virtud que la gente le reconoce: la lealtad. Y se la reconoce porque estamos hambrientos de valores, porque la gente prefiere alguien que se equivoque con convicción a alguien que acierte con oportunismo. La gente quiere volver a sentir valores en sus líderes, no posiciones de fachada para montarse en la corriente de algunos medios
R. P.: Las últimas acciones de la subversión y la delincuencia muestran un estado preocupante del orden público. ¿Usted cree que su gobierno está haciendo lo necesario para mantener el orden público?
E.S.P.: Con el ministro Esguerra hemos trabajado un nuevo diseño para las Fuerzas Armadas del siglo XXI: más profesionales, mejor equipadas, con mayor apoyo de inteligencia. Tenemos recursos, los estamos invirtiendo, el Congreso ha abierto espacios jurídicos importantes, la civilidad sigue siendo el sello característico de nuestro Ejército. Cuando vienen las organizaciones internacionales de derechos humanos me esfuerzo mucho por convencerlos de que no asimilen el Ejército colombiano a los siniestros ejércitos del Cono Sur que sembraron el terror y la muerte. Nosotros somos distintos. Claro que cometemos violaciones de derechos pero esas conductas son aisladas y están siendo prevenidas y castigadas severamente.
R. P.: ¿Qué va a hacer el 7 de agosto de 1998?
E.S.P.: Tomarme unas vacaciones con mis hijos, comerme un helado en un parque con ellos, oírles sus historias de niños y sus congojas de amor. Prepararme para dictar clases el año siguiente. Matricularme para estudiar historia y filosofía pero sobre todo, disfrutar de
esa rara, deliciosa y privilegiada condición colombiana de ser ex presidente.