Especiales Semana

TURISMO Y VACACIONES

9 de abril de 1990

LA ISLA DE LA FANTASIA
La solemnidad de la cultura holandesa y la exuberancia caribeña se enlazan en una obsesión sin límites, para formar una de las más fascinantes islas del Mar Caribe: Aruba.
Toda la isla está preparada para recibir a los turistas más exigentes, desde el que busca la tranquilidad, el sosiego y tal vez la inspiración de sus extensas playas hasta el visitante ávido de aventuras y emociones. El entorno, de por si, invita a la contemplación, al descanso y al placer. Once kilómetros de palmeras bordean las blancas playas, unas de las más hermosas del mundo. Y se conjugan con las cristalinas aguas, confundidas entre tonalidades verdes y azules, que permiten una visibilidad de hasta 30 metros de profundidad en algunos lugares. Sin duda un excelente pretexto para sumergirse y disfrutar del buceo.
Los serpenteantes caminos que conducen a las colinas, así como la amplia variedad de cactus que crece entre interesantes formaciones rocosas y los árboles Divi Divi que han sido moldeados a través de los años por los vientos alisios, forman también parte de este paisaje impredecible, en cuyas arenas se puede caminar pausadamente a la espera de uno de los ocasos más bellos de la Tierra.
En contraste, la costa noroeste de Aruba se revela contra la quietud de las mansas aguas. Es quebrada y salvaje, como consecuencia de las altas olas que rompen contra las rocas, en un torbellino frenético digno de ser retratado. Prueba de la fuerza del mar en este costado de la isla es el famoso puente natural más alto e impresionante del Caribe, excavado por el mar que azota constantemente la costa acantilada y coralífera.
Y en medio de toda la riqueza natural, Aruba ofrece una gama inimaginable de posibilidades de diversión y placer. Los amantes del deporte pueden practicar el windsurfing, transportados por los vientos alisios. El pacífico mar de las costas sur y oeste es un escenario perfecto para esquiadores neófitos y profesionales. Los aficionados a la pesca pueden alquilar botes y probar suerte con los atunes, los merlines blancos, los peces vela, el carite o la barracuda, y los buceadores recorrer el excitante y misterioso paisaje de corales y barcos hundidos. O tal vez sea preferible navegar al atardecer en un barco pirata o en la noche tomar un crucero a la luz de la luna. Todo depende de la imaginación del visitante.
Mientras tanto, el lujo y el confort de los hoteles también representa un atractivo especial en Aruba. Al igual que el refinado gusto de su cocina, sazonada con el toque francés, italiano, holandés, alemán e indonesio. Porque en Aruba no tiene nada de raro almorzar dentro de un auténtico molino holandés y cenar en un emocionante barco bucanero, o en un misterioso muelle que evoca el puerto de Indonesia.
Al llegar la noche, Aruba se transforma. Siete casinos atraen con su magia misteriosa a los repentinos jugadores, quienes buscan en el azar y la fortuna un placer pocas veces visto. La frivolidad y la alegría de los nigth clubes, y las discotecas, se conjugan con los bailes al aire libre organizados con las orquestas nativas, y el Cas Dis Cultura está a la disposición de aquellos que quieran disfrutar de un concierto, una pieza de ballet o un show folclórico.
Y si de compras se trata, esta ensoñadora antilla holandesa goza de un prestigioso comercio, libre de impuestos. En el se puede conseguir una corbata italiana, una porcelana holandesa, una joya griega o cualquier artículo exótico. Sus tiendas y boutiques se hallan ubicadas a todo lo largo de las principales avenidas de Oranjestad, su capital. El Boulevard Shopping Center, el Alhambra Bazaar, el San Nicolás Shopping Center y el Dakota Shopping Center, son algunos de los ejemplos que confirman el diseño, el color y la sofisticación de las vitrinas arubianas.
Así, la cultura, la frivolidad, lo clásico, lo solemne y lo descomplicado, se conjugan en esta fascinante isla llamada Aruba, en donde las conquistas se vuelven eternas, donde el corazón queda prendido hasta el regreso.

LA RUTA DEL CAFE
Siempre se ha dicho que la mejor manera de conocer un país es recorriéndolo por carretera. Y esta afirmación se confirma aún más cuando se trata de apreciar el encanto y la historia del eje cafetero. Porque si bien es cierto que visitar a Pereira, Manizales y Armenia es un excelente plan turístico sería absurdo pensar que con él han concluido las expectativas.
Hace falta adentrarse por los caminos, saborear el exuberante paisaje que ofrece la ruta a lado y lado, atravesar pausadamente los vernáculos pueblos que van apareciendo en el transcurso del viaje y convivir con sus pobladores, en un afán por empaparse de la idiosincrasia de la tierra.
La Ruta del Café se inicia desde Bogotá, tomando la carretera que conduce hacia Madrid al suroccidente de la capital. Y desde ya se empieza a disfrutar del ambiente campesino. Al llegar a Facatativá se puede visitar el Parque Arqueológico de las Piedras de Tunja, famoso por sus rocas monumentales. Más adelante Sasaima ofrece un sendero poblado de diversos frutales y exuberante flora. Y el clima se torna cálido. Después de cruzar Villeta y sobrepasar el Alto del Trigo, se ingresa en el corredor colonial, conformado por Guaduas, Honda y Mariquita, todas ellas poblaciones repletas de reliquias históricas Honda marca el comienzo de la tierra tolimense y Mariquita tiene un atractivo especial por su producción frutera y por ser "el ombligo de Colombia" Además, es sede del Encuentro Nacional de Solistas de Tiple.
El primer tropiezo con el paisaje cafetero se localiza en pleno ascenso al Páramo de Letras, en la población de Fresno. De ahora en adelante los cafetales se convierten en fieles acompañantes. El Alto de Letras es el límite entre Tolima y Caldas y luego de su descenso aparece majestuosamente Manizales, la "Ciudad de las Puertas Abiertas". Famosa por su tradicional feria y por las corridas de toros, la capital caldense tiene un encanto particular. Además de constituirse como una ciudad cultural por excelencia, en donde se realiza anualmente el Festival Internacional de Teatro, posee obras arquitectónicas de valor incalculable. Como la Catedral Basílica, decorada con elementos de estilo gótico, o la antigua estación del ferrocarril donde funciona actualmente la Universidad Autónoma.
Saliendo por la vía a Pereira se llega a Chinchiná, en donde se halla la fábrica de café liofilizado, de la Federación Nacional de Cafeteros. También se encuentra en esta población, de innegable vocación agrícola, el Centro Nacional de Investigaciones del Café, CENICAFE, granja piloto de educación y experimentación para el desarrollo de nuevas técnicas de producción. Palestina, localizada al norte de Chinchiná, forma parte del triángulo cafetero de Caldas y es un gran productor del grano. En el mismo desvío se puede apreciar la Capilla de Santágueda, construida en madera como digno marco del mural alusivo a la tragedia de Armero, del pintor Genaro Mejía.
Retomando de nuevo la ruta hacia Pereira, a la mitad del camino, la popular venta de chivas y camiones, conocida como Colmotores, invita a detenerse para admirar la perfección de tales artesanías. Un poco más adelante aparece Santa Rosa de Cabal, en donde a 20 minutos por carretera destapada se encuentran las aguas termales Arbeláez, en medio de un hermoso paisaje. Es un sitio natural conformado por una serie de cascadas frías y termales que son utilizadas para fines medicinales.
Pereira, mejor conocida como " La Perla del Otún", abre por fin sus puertas a la orilla del río Otún. Su situación privilegiada (punto central del triángulo formado por Bogotá, Medellín y Cali) la han convertido en principal destino turístico de la zona cafetera. En ella se pueden admirar las obras del escultor Rodrigo Arenas Betancur: El Bolívar Desnudo, Prometeo, el Monumento a los Fundadores y el Cristo sin Cruz.
Su zoológico Matecaña, localizado frente a las instalaciones del aeropuerto, además de ser un envidiable sitio de recreación representa un importante centro de estudio, en donde la Sociedad de Mejoras de Pereira ha logrado proteger y reproducir significativas especies tanto de la fauna nativa como de la exótica.
En la carretera que conduce a Armenia, en el kilómetro 20, se puede hacer un desvío para visitar a Filandia, para muchos el pueblo más lindo del Quindío, por su uniforme arquitectura de dos pisos y atractivos colores en los ventanales y balcones.
Finalmente, la llegada a Armenia no puede ser más afortunada. La Hacienda La Mariela, construida en bahareque y cubierta a cuatro aguas en teja de barro, es la encargada de hacer el recibimiento y constituye un ejemplo digno de perpetuación. En Armenia se encuentra el Museo Quimbaya, en donde es prácticamente imposible no sorprenderse ante la maestría de las obras indígenas trabajadas en oro. Además, la capital del Quindío ofrece una alternativa apasionante. El corredor de la cultura Quimbaya, localizado en el costado occidental en una carretera de 21 kilómetros, en donde sobresalen las poblaciones de Montenegro y Quimbaya, ambas expertas én la labor artesanal.
La Ciudad Milagro, llamada así por su impresionante desarrollo en escasos cien años de fundación, ofrece a los visitantes joyas como la Catedral de la Plaza de Bolívar, la Iglesia del Sagrado Corazón y la Estación del Ferrocarril, declarada Monumento Nacional. Armenia también es sede de la Exposición Internacional de Artesanías y del Reinado Nacional de las Chapoleras, realizado en homenaje a las laboriosas recolectoras de café.
Así, la ruta cafetera se yergue como una de las más hermosas de Colombia. Su trayecto reúne una gran cantidad de leyendas que formaron la historia del país, dignas de ser recordadas en una agradable aventura.