Especiales Semana

TURISMO

14 de abril de 1986

UN PAIS PARA QUEDARSE
Faltando pocos días para las vacaciones de Semana Santa los colombianos que decidieron salir, viajar, pasear y conocer fuera de sus lugares de residencia y trabajo, en su mayoría, ya saben a dónde ir, qué hacer, qué camino tomar pero hay otros que seguramente estaban esperando la aparición de una gula informal en la que se resuman los atractivos de las diferentes regiones de este hermoso país. Para esos, los que necesitaban un pequeño estímulo, estas informaciones y para los otros, también, porque a lo mejor les estamos descubriendo sitios que no conocían.

SAN ANDRES
Alguien en tono bromista afirmaba que estar en San Andrés, Providencia y los islotes del archipiélago es tan divertido, que hasta se puede permanecer solitariamente durante un largo tiempo, caminando por las playas, comiendo langostas asadas, leyendo la nueva novela de Robert Ludlum y tumbando todos los cocos que se pueda mientras la piel arde como si estuviera en un brasero. Acompañados o solos los colombianos que viven en el continente se toman esas islas con el menor pretexto y la Semana Santa lo es. Las líneas aéreas aumentan sus vuelos, los hoteles sacan camas de donde no las tienen, los almacenes hacen descuentos y los guardas de Aduana se hacen los locos cuando alguna señora, demasiado entusiasmada se pasa del límite para mercanclas adquiridas sin impuestos. ¿Qué se puede hacer en ese paraíso? Comer todo el pescado y los mariscos que se pueda, conocer la cocina local que usa el coco en todas sus formas, dormir en hamacas bajo las palmeras, caminar por la playa a la luz de la luna, nadar, practicar la pesca y la fotografía submarinas, recorrer los cayos e islotes cercanos, comprar hasta cuando las tarjetas de crédito se quejen de cansadas, dormir la siesta con todas sus implicaciones y sobre todo, establecer relaciones con los habitantes, esos sanandresanos que tienen un gran sentido del humor, tienen un calipso particular y en su mayoría, son buenos cocineros.

CARTAGENA
Cada visitante extranjero o nacional se arma su propio programa para descubrir y tomarse Cartagena: un recorrido por iglesias, museos, fuertes, castillos, cerros y reliquias históricas y religiosas; comer cada noche en un sitio diferente, desde los populares a la orilla del mar, con la mano, devorando patacones con pescado frito y arroz con coco, hasta los lugares más sofisticados, con muchos cubiertos y manteles y platos y empleados; comprar artesanías; ir al Portal de los Dulces y adquirir, con paciencia en medio del calor, uno a uno los distintos tesoros de la gastronomía de los postres locales; caminar por las playas de Bocagrande y El Cabrero y Bocachica; iniciar una noche interminable en tabernas, bares, discotecas y sitios donde, en la penumbra, uno se puede topar con un actor norteamericano o un escritor francés o una modelo sueca que hablan con Alejandro Obregón o Salvo Basile; participar de una fiesta particular; descubrir los estupendos hoteles que funcionan para todos los bolsillos y, sobre todo, olvidarse de todo lo demás mientras la ciudad con sus piedras y sus cangrejos y sus mujeres y su comida se materializan en esas robustas morenas que caminan por la playa con un enorme platón de aluminio haciendo equilibrio sobre la cabeza, lleno de frutas y dulces. Y para sorprender la salida del sol, nada mejor que contratar un coche tirado por un caballo y pedirle al silencioso cochero que nos lleve por la parte vieja de la ciudad donde, todavía, se oyen las cadenas de los esclavos, los mosquetes de los guardias del virrey y los suspiros enamorados de las mujeres encerradas.

SANTA MARTA
Pequeña, cálida, pintada de blanco en muchas de sus edificaciones históricas y religiosas, Santa Marta ofrece las playas del Rodadero, las bahías de Santa Marta y Villa Concha, la quinta de San Pedro Alejandrino, las ruinas del castillo de San Fernando, la Catedral, Punta Betín, las instalaciones portuarias y la avenida que circunda la bahía, y dos de las grandes maravillas que todos los años atraen miles y miles de visitantes, el Parque Nacional Tayrona y la Sierra Nevada. En el primero se hallan especies de la fauna y la flora que han desaparecido en otros lugares del mundo y en la segunda, viven comunidades indígenas que conservan su lengua, sus costumbres y toda su infraestructura económica y social. Lo mismo que en Cartagena, uno de los programas mas agradables y sanos en Santa Marta y especialmente en las playas del Rodadero es caminar muy temprano o al atardecer, descubriendo los hermosos espectáculos que la naturaleza ha reservado para tan privilegiada región. Los deportes marinos tienen toda clase de facilidades.

LA GUAJIRA
Los que recorran las ciudades y pueblos de la Costa Atlántica no pueden resistir la tentación de llegar hasta la zona más septentrional de Colombia y el continente, la Guajira, con toda su leyenda de aventureros, desiertos, arenales donde las mujeres tienen la cara pintada de negro, donde hay salinas, ciudades y poblaciones llamadas Riohacha, Barrancas, Fonseca, Maicao, San Juan del Cesar, Uribia y Villanueva, donde se come la langosta más barata de todo el país, asada sobre fogones improvisados en la playa, donde los grupos indígenas conservan sus costumbres, donde se puede con templar la danza de la chichamaya con todas sus implicaciones sexuales y culturales y donde el visitante puede conocer las ruinas históricas de Puerto López, los cerros piramidales de Pilón de Azúcar y de la Teta, así como las cuevas de Macuira y Punta Espada.

MEDELLIN
Para ser más justos con esta zona turística del país habría que decir Medellín y Antioquia porque la vasta y accidentada geografía, la variedad de climas, lo pintoresco de los paisajes, las comidas apetitosas que hace rato saltaron las fronteras nacionales (hay que ver lo emocionante que es devorar un plato de frisoles en una calle de Manhattan o en un barrio de París), convierten esa zona en una de las más atractivas. En Medellín el visitante se topa con el cerro Nutibara, catorce museos, incluyendo el de Arqueología de la Universidad de Antioquia, así como los museos y sitios históricos en Envigado, Rionegro, Sántafé de Antioquia, Marinilla, Sonsón y Yarumal; la casa de Marco Fidel Suárez en Bello, las cavernas del Nus, la piedra de El Peñol, la bahía de Necoclí en el Golfo de Urabá, la playa del Totumo y el túnel de la Quiebra. Ahora, para quienes van de compras, Medellín es el sitio perfecto no sólo en telas y muebles sino en toda clase de artículos para el hogar así como insumos industriales. El clima agradable, la eterna primavera que se siente tanto en el trato de sus habitantes como en la atmósfera de hospitalidad que se practica, convierten a Medellín y Antioquia en una zona obligatoria para estos días. Mazamorra, fríjoles con huevo y arroz blanco y chicharrón (cuando pase la Cuaresma), arequipe, son algunas de las delicias y, al regreso, en el aeropuerto o a la salida de la ciudad, recordar el encargo que nos hacen todos cuando saben que vamos a esa tierra: cajas y cajas con "besos de negro".

BOGOTA
Si en otras ciudades, pueblos y regiones colombianas parte del programa de vacaciones es no hacer nada, en Bogotá esto es difícil porque cada día la agenda se muestra apretada de actividades, para todos los gustos, necesidades y bolsillos: un comercio extenso, variado y nutrido con centros especializados en todos los puntos cardinales de la ciudad como el barrio Restrepo, Sears, la carrera 15, Chapinero, Ricaurte, Unicentro, entre otros; discotecas, restaurantes (desde el pequeño de estilo europeo para degustar una sopa de cebolla hasta el inmenso y popular donde el olor de carne asada pone a funcionar todas las papilas), bares, cines, teatros, salas de conciertos, más de 40 museos (desde el Museo de Arte Moderno, el del Oro, el Nacional hasta el de la Quinta de Bolívar), sitios históricos como la Casa del Florero, la Plaza de Bolívar, el Congreso Nacional, el Palacio de Nariño y el de San Carlos, los cerros de Monserrate y Guadalupe, la Basílica, el Santuario de la Peña, además de los enormes contrastes arquitectónicos que encierra Bogotá, como la quietud de las calles angostas y empinadas de La Candelaria y Egipto, pasando por las anchas avenidas del norte con sus moles de concreto y vidrio hasta desembocar en esos pueblos pequeños que estan a pocos minutos de la zona urbana a donde se puede ir por la tarde a un programa simple y agradable: respirar aire puro, devorar platos típicos y al regreso comer dulces en porciones pequeñas apuradas con un vaso de agua cristalina. El ajiaco santafereño con todos los ingredientes además de toda la variedad de dulces que incluye la cocina de esta zona central del país forman parte de la agenda de las vacaciones. Parques, ciudades de hierro, circos, galerías de arte, campos de tejo, estadios de fútbol y baloncesto, son otros elementos para añadir a este descubrimiento de una ciudad que refleja el empuje de un país tan lleno de contrastes como Colombia. Aun para quienes viven en Bogotá, salir en estas vacaciones a recorrer sus calles, entrar y salir de los almacenes, comer en algunos de esos asaderos al aire libre, aprovechar la cartelera de cines y teatros y café-conciertos ya es una aventura, aunque algunos prefieren estos días para ponerse al día con su conciencia, visitar los monumentos que en las iglesias bogotanas son herrnosos y aprovechan toda la riqueza ornamental de figuras y piezas coloniales, o quedarse simplemente encerrados, leyendo la nueva novela de Gustavo Alvarez Gardeazábal sobre un divino mafioso del Valle.
Saliendo de Bogotá el visitante puede conocer también el Salto del Tequendama, la Catedral de Sal de Zipaquirá, la ciudad de Guatavita, el cercado de los Zipas en Facatativá, las represas del Muña y Neusa, la Laguna de Fuquene, los baños termales de Tabio, Catarnica, Tocaima, Choachí y Pacho y el Museo Arqueológico de Pasca.

UN LUGAR PARA QUEDARSE
TUNJA Y BOYACA
Una excelente carretera lleva de Bogotá a Tunja, Villa de Leyva y otras zonas de uno de los departamentos que más ha entendido la necesidad de desarrollar su industria turística, con buenos hoteles, caminos adecuados, buena atención, comidas apetitosas, artesanías a precios accesibles y ese clima de tranquilidad que se siente al visitar con calma, con todo el tiempo disponible esas reliquias históricas y arqueológicas en las que se refleja buena parte de nuestra Historia. Hay que conocer el Pantano de Vargas, el Puente de Boyacá, la ruta que el Libertador y su ejército siguió a través de Pore, Nunchía, Paya, Pisba, Pueblo Viejo y Socha, los templos y conventos y museos de Monguí, Tópaga, Tunja, Belencito, el Museo de Arte Religioso en una de las zonas más hermosas y tranquilas de todo el país, el Desierto de la Candelaria, en Ráquira, las reliquias expuestas en Sogamoso, Tunja y Villa de Leyva, así como las bellezas naturales en el Nevado del Cocuy, la Laguna de Tota, la represa de Chivor, el Valle de Tenza y todos los paisajes que el visitante vaya descubriendo, tiene que inmortalizarlos con su cámara. El cuchuco de espinazo, las truchas, los bizcochos y otras delicias gastronómicas, están esperando.

HUILA
Esta zona del Huila tiene uno de los lugares turísticos y arqueológicos más buscados, mas visitados en Latinoamérica, el parque arqueológico de San Agustín, que contiene invaluables piezas de escultura precolombina y otros tesoros para los estudiosos de esa época. Las estatuas con sus gestos característicos han sido fotografiadas en todos los idiomas mientras en el mismo Huila se encuentran otras atracciones como la cueva de Los Guacharos, en Acevedo, el valle del río Suaza, el salto de Bordones, la Caja de Agua de Paicol, Piedrapintada en Aipe, el estrecho del río Magdalena que tiene sólo dos metros de ancho y las termales de Sicana.

PASTO Y NARIÑO
Iglesias, monumentos históricos, museos, sitios donde la naturaleza agotó sus recursos son algunos de los atractivos para quienes emprendan este agradable viaje hasta la frontera con Ecuador, por carretera o avión. Los museos de Maridíaz y del Instituto María Goretti, la Iglesia de Jesús del Río, el santuario de Nuestra Señora de las Lajas, sitios históricos como Berruecos, Bomboná,Consacá y Yacuanquer, las lagunas de La Cocha y La Verde, el puente de Rumichaca, los volcanes Galeras, Azufral, Chiles y Cumbal, las playas de Bocagrande, El Morro de Tumaco y las cuevas del cerro Linares, son algunos de los sitios que los visitantes pueden recorrer durante estos días.

CALI Y EL VALLE
Seguramente un buen porcentaje de los visitantes de Cali y el Valle, al ser preguntados por qué visitan esa zona del país, tendrá la misma respuesta: por sus mujeres. Y habría que añadir, por la comida. Y también por todos los atractivos de la que es considerada una de las regiones más fértiles para cualquier actividad que se emprenda. Cali tiene todos los atractivos posibles: museos, iglesias, monumentos artísticos, las haciendas El Paraíso y Cañasgordas, las avenidas llenas de animación, sitios nocturnos, mientras en Buga se encuentran la Basílica y el balneario de Ladrilleros; en Cartago, la Catedral, los museos de Artesanías y Ciencias, el Lago Calima y en Buenaventura, en pleno Pacífico, las famosas playas de Juanchaco.

UN PAIS PARA COMERSE
Si el lector tiene en la comida uno de sus placeres favoritos (aparte de los libros, el cine, el betamax y largos diálogos con la suegra, por supuesto), y se lanza a pasar vacaciones fuera de casa, entonces le servirá este rápido inventario gastronómico de lo que puede encontrar en las distintas regiones colombianas, especialmente para los días de Semana Santa, consultando libros y la memoria de amigos.

LOS FRIJOLES INEVITABLES
Además del aguardiente y la tradicional bandeja con fríjoles, Antioquia ofrece la macedonia de frutas, los buñuelos, la arepa de chócolo, la de maíz pelado, las hojuelas, el caldo de menudencias, el mondongo, el sancocho paisa, las sopas de arepa, arroz, fideos, fríjoles blancos y verdes, la sopa de orejas, la de remiendos y la de vitoria (todos los platos con carne, obviamente, de acuerdo con las creencias religiosas del turista, sólo podrán consumirse cuando finalice la Cuaresma), las empanaditas de maduro, los frisoles, hígados de pollo salteados, el hogao, las tortas de chócolo, fríjoles, sesos con queso, sesos con vitoria y la tortilla de plátano maduro, arroz con pollo, las mollejas de pollo salteadas, los pimentones rellenos, los riñones, las torcazas o palomas y para estos días santos, todos los postres imaginables: el arequipe, por supuesto, las bolitas de yuca en miel, la crema de café, el dulce de mamey, el flan de naranjas agrias, las fresas con crema agria, las gelatinas blanca y negra, la natilla, el pionono y la torta de batata.

LOMO DE BOA
Aparte de la fariña o mandioca que se usa para acompañar cualquier alimento (se prepara en forma de tortas con yuca brava), en los Llanos y Amazonas, se puede comer durante estos días, el pan de arroz, el hervido o sancocho de gallina, el hervido de pato pelón, la sopa de caracoles, el guiso u hogo llanero, ancas de rana, lomos de boa ahumada, un pescado llamado cachama que se come sudado o asado a la brasa, guiso de caracoles, el picadillo de tortuga, y como postres, dulce de marañon, el platano paso y el dulce de huevos de tortuga.

MARISCOS POR MONTONES
Lo primero que se puede probar en la Costa Pacífica es la colada de piña, el fresco de aguacate, el de guanábana y el de guineo (como le llaman en las costas al banano), luego se puede enfrentar a una variedad suculenta: caldos de gasapo (camarón), guacuco y queso con cebollas, crema de huevas de pescado, poleada, sopa de almejas, de cangrejo, de cangrejo con arroz o pasta, de lentejas con pescado ahumado, de piangua y el tapao de pescado, arepas y buñuelos, cebiches de camarones, pescado y piangua, las empanadas de pescado, la ensalada de calamar, el enyucado, el gato encerrado (plátanos asados con bocadillo y queso), huevos de iguana, las panochas, todos los arroces que la imaginación pueda resistir (atollado con jaibas o cangrejos, atollado con almejas, atollado de chambero, el atollado o de mujer, que se prepara con carne de tiburón, el arroz clavado, con calamares en su tinta, el arroz que contiene todos los pescados y mariscos como si fuera una paella), la cazuela de mariscos, además de todos los guisos posibles con los mariscos extraidos de ese océano que sorprende cada día, y los tamales en distintas variedades, y los postres que durante la Semana Santa se intercambian de casa en casa: el arroz de leche de coco, las cocadas, la jalea del árbol del pan.

EMPANADAS DE PIPIAN
Para esta época, en el Valle, Cauca y Nariño, se cocinan platos para acompañamiento de los otros (el bizcochuelo nariñense, el cauncha del Cauca y los cuaresmeros o bizcochos hateños en el Valle), así como el sancocho de gallina, la sopa de pandebono y la de raíces, las empanadas vallunas, las empanadas de pipián, los fríjoles, el frito (patacones, tostadas, tajadas, yuca frita, papas fritas, tortillas), el hogao, las lentejas, los lapingachos, las masitas de choclo tierno, las papas rellenas de queso, los pasteles de arracacha, la torta de chontaduro, los tamales cartagueños, los tamales de pipián, los tamales de resplandor y los tamales nariñenses y vallunos (los que tengan carne, después de la Cuaresma), y para postres: almojábanas con miel de abejas, arroz de leche, caspiroletas, el manjar blanco (quizás el postre que ha inmortalizado al Valle), el queso de mandarina o naranja, la torta de coco y la de pastores.

EL MUTE
La comida santandereana (de ambos departamentos), se encuentra en cualquier ciudad colombiana y es muy apreciada. El visitante, después de probar el mute, en sus dos variedades regionales, así como las sopas de pescado y pichón, con abundantes arepas, se lanzará sobre las famosísimas hormigas culonas (esta es la época en que los animales aparecen porque es el tiempo del apareamiento. Su sabor es exquisito, sus propiedades afrodisíacas y la forma de prepararlas es simple: se ponen a tostar en un tiesto de barro o una sartén de hierro engrasada, se revuelven sin dejarlas quemar y se comen con sal. Dicen que las mejores hormigas son las que hacen sus nidos en cercanías del cementerio de Bucaramanga), los micos (plátanos), los palmitos, la yuca frita, el cabrito al horno, la cazuela de conejo, el tinajo, la pepitoria, los pichones, y los postres: bocadillo veleño, el cortado de leche de cabra y el dulce de grosellas.

UN PAIS PARA COMERSE
VARIEDAD DE SANCOCHOS
Durante la Semana Santa, existe en la Costa Atlántica una antigua tradición por la cual los vecinos intercambian dulces y conservas, en número de siete, y dedican los días anteriores al Miércoles Santo a la preparación de dulces de mango, papaya, piña, mamey, coco, papaya, melón, auyama, leche y otras delicias, que son enviados a los vecinos dentro de frascos que después serán devueltos debidamente llenos con otras variedades. Así como los católicos costeños visitan siete "monumentos" en las iglesias, también preparan siete dulces o "rasguñados" que harán circular oportunamente. Al lado de los sancochos de gallina, chivo, sábalo, bocachico y otras variedades, y además del bollo limpio, el bollo de mazorca, el bollo de "angelitos" (con coco y anís), las arepas de huevo, las caribañolas, los buñuelos de fríjol, los arroces (de coco, con fríjol morado, con tomate y otras variedades), el visitante se topa con los camarones en apuro, los cangrejos sanandresanos, las huevas de sábalo, las muelas de cangrejo, el arroz de lisa, el arroz con chipi-chipi, el arroz marinero, el bagre en numerosas formas, el bocachico en leche de coco, conejos y calamares, los guisos de iguana, las mojarras fritas, el pargo rojo relleno, a todo lo cual habría que agregar los platos que, con base en pescado y mariscos se inventa cada cocinera.

LA LECHONA
Si el visitante al finalizar su gira por estas regiones quiere recuperar las energías perdidas, basta que pida, especialmente en Saldaña, Tolima, un "caldo de aquél o de Ministro" confeccionado con testículos de toro, papas pastusas, huevos, leche, cilantro, cebolla larga y pimienta al gusto. También tendrá la ocasión de conocer el cuchuco de maíz, la sopa de mazorca biche, todas las variedades con plátanos verdes y maduros, el bagre sudado, la lechona (cuando pase la Cuaresma), el soplado de bagre, el pollo gritador (presas a las que se les añade aguardiente), los clásicos tamales, el viudo tolimense de capaz y el de bocachico, quizás los dos platos tradicionales de esta temporada. Como la guayaba es una de las frutas más populares de la región, entonces, a la hora de los postres, casquitos, dulce o cernido y jalea de guayaba.

CUCHUCO DE MAIZ
La gastronomía en las regiones centrales del país se alimenta con la variedad de climas, gustos e inclinaciones que se traducen en una serie de platos que alterna la audacia con lo tradicional. Junto al chocolate, el canelazo, las almojabanas, las arepas y colaciones, se halla el que puede considerarse el plato típico, el ajiaco bogotano, que se puede preparar de distintas formas, la crema de arvejas, el cuchuco de maíz, el ají de aguacate, de huevo o yerbas, las papas chorreadas, el arroz tapado, el conejo a la parrilla, la fritanga (para acompañar un buen partido de fútbol), el piquete, el puchero bogotano y el boyacense, los tamales, y los postres, deliciosos, imaginativos: brevas, cuajada con melao, esponjado de curuba, dulce de papayuela, los merengues, el postre de natas (quizás el más famoso de todos), la torta de manzana y la torta de mojicón.