Especiales Semana

UN VIEJO DESCONOCIDO

Con sus 150 millones de kilómetros de cola y después de 76 años, vuelve el Halley, esta vez para que los científicos del mundo puedan desifrar sus enigmas .

7 de abril de 1986

En su historia de 2.206 años, el cometa Halley para lo que más ha servido, en realidad, es para la invención de leyendas, la atribución de desastres, los augurios de cataclismos, las advertencias divinas, los pretextos de las derrotas, las descripciones poéticas y, claro, para que el espectáculo de su cabeza desmesurada y de su cabellera luminosa haya sido considerado desde siempre como el más sobresaliente del escenario celeste.
Los chinos, que fueron los primeros en registrar su aparición 240 años antes de Cristo y mucho antes de que comenzara a llamarse Halley, fueron también los primeros en otorgarle el poder de transportar la desdicha y definieron ese gigante como "espectro incandescente donde escobas manejadas por dioses barren los demonios que están en los cielos y éstos caen generando desgracias"
Y, por lo menos para las leyendas, han caído las desgracias: en el año 451, Atila, rey de los hunos y hasta entonces tomado como "El invencible", fue vencido en la batalla de Chalons y su imperio se desintegró en los mismos meses en que el Halley atravesaba el cielo; en 1378 el cometa fue testigo del cisma que llevó a la Iglesia a tener dos Papas-uno en Roma y otro en Francia-en un escándalo que duró cuarenta años y que incluyó excomuniones mutuas; otra visita del Halley, en 1453, coincidió con la toma de Constantinopla por los turcos; en 1531, la fama de las desdichas llegó a América y sacó del poder al emperador azteca Moctezuma, porque "sufrió de una depresión que colaboró con su derrota frente a los españoles al ver el astro" y, para llegar de una vez a ésta época donde el Halley comienza a brindar su trigésima función, la imagineria popular no ha tenido inconvenientes en cargar a la cuenta del cometa la aparición del SIDA, el reciente terremoto de México y los arrasamientos de Armero y del Palacio de Justicia.
Además de estas casualidades históricas con los viajes del Halley, la aparición de estos astros sirvió para la "Advertencia teológica del nuevo cometa", escrito del obispo luterano Andreus Celchius, quien en 1578 los definió como una "humareda espesa de los pecados humanos que sube cada día, hora y momento, llena de hedor y de horror ante la faz de Dios, volviéndose gradualmente más espesa hasta formar un cometa de trenzas rizadas que al final se enciende por la cólera y el fuego ardiente del supremo juez celestial". El Papa Calixto usó el cometa a su manera: añadió al Ave María la frase "Ifbranos del demonio, los turcos y los cometas" y, aunque hasta ahora no se ha demostrado que no corresponda a una calumnia, se dice que llegó al punto de excomulgar al cometa.
El racionalismo también ha entrado en el juego de las especulaciones con esta explicación de David Hume, considerada como una de las más exóticas-y poéticas-de cuantas se han dado: "Los cometas son células reproductoras, los óvulos o los espermas del sistema y de éstos surge el sexo interestelar".
LA CIENCIA PIDE LA PALABRA
Sin duda porque las oportunidades de investigarlo sólo se registran cada 76 años, son los científicos quienes, por lo menos en relación con la claridad que de ellos se espera, menos aportes han hecho para saber qué es y qué contiene este monstruo celestial que puede desarrollar una cabeza de 480 mil kilómetros de diámetro y 150 millones de kilómetros de cola, y cuyo mayor acercamiento a la Tierra (a 62 millones de kilómetros) ocurrirá el próximo 11 de abril.
En la antiguedad, el concepto científico que más convocó la confianza de la gente fue el del sabio griego Aristóteles, quien sostuvo que los cometas eran "exhalaciones de fuego de la atmósfera que se elevaban produciendo fuertes vientos e inundaciones" y con esa opinión vivió la humanidad durante más de dos mil años.
La investigación científica del fenómeno tuvo en los siglos XVI y XVII, no tanto avances importantes como dedicación obsesiva de parte, entre otros,de Isaac Newton, quien pasaba noches explorando el cielo y en la alucinación del agotamiento llegó a pensar que los océanos tienen origen cometario y que el espíritu provenía principalmente de los cometas. Para entonces el danés Tycho Brahe había descubierto que éstos viajaban en una región más allá de la Luna y Kepler (1577-1630) había formulado su teoría acerca del movimiento de los planetas.
Pero el gran triunfador en el estudio de los planetas no fueron aquellos tres ni muchos otros que se dedicaron al tema, sino el inglés Edmond Halley, quien no vivió para disfrutar de su acierto: 16 años después de su muerte, en 1742, se confirmó su predicción sobre la órbita del cometa, que desde entonces lleva su apellido como pago póstumo de la humanidad a quien abrió el camino para la comprensión de este fenómeno, que en 1950 tuvo en el norteamericano Fred Whipple, de la Universidad de Harvard, su más aceptado teórico: los cometas son especies de bolas de nieve sucia, formadas de hielo, polvo y rocas que contienen nitrógeno, monóxido de carbono, sodio, amoníaco, metano y cianógeno.
Por la misma época de esta teoría, un holandés-Jar Hendrick Oortplanteó que el Sistema Solar está rodeado por una nube en la cual yacen los residuos de su contormación, lo que, por lo menos en un aspecto, coincide con otras hipótesis que hablan de una nube gigante que contiene por lo menos un trillón de cometas.
Aunque está claro que ni Newton ni estos últimos científicos han logrado un acuerdo sobre lo que es y lo que contiene un cometa y por tanto y a pesar de los millones de años siguen siendo grandes y viejos desconocidos, en lo que parece que existe consenso es en que cada vez las dimensiones del Halley son más reducidas y no han faltado quienes vaticinen que ésta de 1986 puede ser su última travesía.
Para pronosticarlo se asegura que en 1843 la cola del Halley midió 450 millones de kilómetros y en su última presentación alcanzó "apenas" 115 millones de kilómetros, pero otros científicos le restan trascendencia a esa disminución y dicen, como el físico y matemático Ciro Salcedo, asesor del Planetario de Bogotá, que el cometa pierde un metro de cola cada 76 años y su duración entonces, está garantizada por lo menos en los próximos 225 mil años.
COMETA EN LA ERA ESPACIAL
La oportunidad de acabar con las especulaciones científicas y, por ahí derecho, de lograr conocer de verdad a este viejo y puntual visitante de la Tierra, llega ahora, cuando el Halley regresa después de un viaje de 4.800 millones de kilómetros en su órbita eliptica a una velocidad máxima de 48 kilómetros por segundo, en el momento en que el hombre posee el conocimiento, la sagacidad y la tecnología necesarias para enfrentar el enigma.
Japoneses, europeos, soviéticos y norteamericanos se encuentran en la carrera para conquistar el corazón del Halley, en operaciones científico espaciales, dispuestas a no dejar escapar la veloz oportunidad de coger "el monstruo" por la cabeza y por la cola y colocar su integración a beneficio de la ciencia.
Los japoneses enviaron el pasado agosto, dos naves que se llaman Sakigate y Suisei, cargadas de equipos que miden la velocidad, la temperatura y la densidad del viento solar y su influencia sobre el cometa, estudian la nube de hidrógeno que rodea el fenómeno y, claro, como japoneses, toman millones de fotografías.
Desde 1984, por su lado, salieron las naves Vega I y Vega II, con emblemas soviéticos, pero llevan en su interior un múltiple y curioso equipo transnacional: van ahí representados, además de Rusia, Bulgaria, Estados Unidos, Francia, Checoslovaquia, Hungna, Polonia, Alemania Occidental, Alemania Democrática e Irán, pero uno de los "pasajeros" más sofisticados de esta nave-babel fue diserhado por un profesor norteamericano llamado John Simpson y es un aparato que puede detectar partículas más pequeñas que una décima de trillón de grano de masa, indaga su densidad y composición y transmite a la Tierra, a través de los computadores de la nave, toda la información.
A raíz de sus fracasos espaciales y de la reducción de sus presupuestos, Estados Unidos decidió no emprender individualmente la investigación sobre el Halley y su participacion en aquel vuelo colectivo por medio del aparato diseñado por Simpson, debió ser aprobada por la NASA y los departamentos de Estado y de Defensa.
Las mayores posibilidades de hallazgos en la investigación del Halley, sin embargo, corren por cuenta de la Agencia Espacial Europea que diseñó la nave Giotto (en homenaje al pintor italiano que en 1301 incluyó al cometa en un cuadro sobre el nacimiento de Cristo) y la puso en órbita con sus escasos tres metros de altura y sus 960 kilos de peso a una velocidad de 100 kilómetros por segundo.
La Giotto hará la faena espacial más peligrosa: se acercará al núcleo del Halley a una distancia de 300 millas (unos 483 kilómetros, que equivalen aproximadamente a lo que hay de Bogotá a Cúcuta en línea recta) y a pesar de la información que recibirá de la nave soviética sobre la posición del núcleo del cometa, se expondrá al riesgo de chocar contra el Halley o a ser bombardeada por las partículas que se desprenden de su núcleo a velocidades fantásticas. Si sobrevive a estos riesgos, la Giotto despachará imágenes del cometa este jueves 13 de marzo y en Colombia serán vistas por televisión.

AQUI EN LA TIERRA, COMO...
Mientras en el espacio las naves tratan en estas semanas de arrancarle algunas verdades al misterio del Halley, en la Tierra la movilización de observadores, desde curiosos hasta astrónomos, no ha cesado a partir de octubre de 1982 cuando desde un observatorio en Monte Palomar, en California, Estados Unidos, dos astrónomos descubrieron que el Halley venía otra vez a cumplir su cita. En el mundo se estima que 900 astrónomos profesionales de 47 países, repartidos en 25 grandes observatorios, están desde hace meses y lo estarán hasta mayo próximo, pendientes del acercamiento del cometa, especialmente en el sur de Africa, Australia, Brasil, Chile, Argentina y Uruguay, los lugares más privilegiados del planeta para la observación, ya que allí la longitud del Halley será de hasta 30 lunas, a diferencia de Canadá, el norte de los Estados Unidos y la mayor parte de Europa donde el fenómeno no será visible.
En la franja de observación a la cual pertenece Colombia, el Halley "en el mejor de los casos se verá de unas tres lunas de longilud y que aparezca o no, dependerá de las condiciones del tiempo", vaticina el experto Ciro Salcedo. Si se dan esas condiciones, es en esta segunda semana de marzo cuando más visible será en es pecial dos horas antes del amanecer por el horizonte oriental (algo hacia el sur) y para ello el director del Observatorio Astronómico Nacional, Jorge Arias de Greiff, sugiere que hay que alejarse de las grandes urbes iluminadas y los mejores sitios son Villa de Leyva, San Andrés y la Costa Atlántica en general.
Este espectáculo del avistamiento se prolongará con otro, el 8 de mayo, cuando la Tierra pase por la órbita del Halley y se produzca una lluvia de estrellas fugaces, originadas en el desprendimiento de particulas que al entrar en la atmósfera terrestre estallan y se convierten en aquellas luces titilantes que convocan a la petición de deseos.
En la oportunidad histórica que se presenta para conocer detalles de este misterio brillante, de esta leyenda luminosa con cola fantástica, de este viejo desconocido, uno de los deseos que espera el mundo que se cumpla, es que los científicos logren la cacería del Halley y develen por fin el enigma de su composición.