Especiales Semana

Una Bárbara para luchar

En uno de los barrios más inseguros de Villavicencio, y en medio de su propia pobreza, una mujer da ejemplo de solidaridad con su comunidad.

27 de marzo de 2005

Contrario a doña Bárbara, aquella mujer llanera salvaje protagonista de la obra cumbre de Rómulo Gallegos, Bárbara León Pardo -o doña Bárbara como la conocen en casi toda Villavicencio- tiene una personalidad más aplomada, casi introvertida.

Claro que si de ser recia se trata, Bárbara León tuvo que aprenderlo desde que nació, pues aquel 22 de abril de 1954, su madre no alcanzó a llegar al hospital y le tocó venir al mundo bajo el árbol de samán que se halla en la plaza principal de Villavicencio.

"Debido a la situación económica de la familia sólo pude estudiar hasta tercero de primaria", dijo a SEMANA doña Bárbara. Pese a la pobreza en la que crecieron ella y sus 12 hermanos, su madre ayudó a los hijos de las trabajadoras sexuales para que estudiaran. Su padre fue uno de los fundadores de una campaña que desde hace más de 30 años regala alimento a las comunidades más necesitadas.

Al crecer, sus ganas de estudiar la llevaron a fundar el Centro Autogestional de Educación para Adultos. Allí, y gracias a las gestiones que hizo con las entidades del municipio, ella y otras personas pudieron terminar la primaria. El bachillerato fue más fácil: pegada al radio escuchando Radio Sutatenza, que emitía educación a distancia, terminó todos y cada uno de los cursos.

Después de haber estudiado, sintió que podía representar a la comunidad de Ciudad Porfía, uno de los barrios con más alto índice de criminalidad. Y así fue: "Hace nueve años le dije a un grupo de vecinas que hiciéramos algo por los viejitos abandonados, los niños que vagaban en las calles y las mujeres cabeza de hogar." Hospedó en su propia casa a siete ancianos abandonados por sus familias, y así nació la Asociación Futuro Verde Cantar y Vivir, la misma que la hizo merecedora del título Mujer Cafam Meta en 2003. Pese a que su vivienda sigue en obra gris y el piso está en tierra, ella no vio inconveniente en recogerse con su esposo y su hijo en un rincón de la casa para dar albergue a los que estaban más necesitados que ella misma.

A doña Bárbara todos los días se le ve en diferentes entidades de la Alcaldía, la Gobernación e incluso en empresas privadas en busca de recursos que le ayuden a seguir adelante con su labor social. Gracias a ello, y a la colaboración que le prestan varios profesionales, consiguió que un sicólogo, un médico y una enfermera visiten gratis y periódicamente a los niños y ancianos que viven en la asociación.

Pero la lucha no ha sido fácil y ha sufrido tropiezos: "Hace un par de años quisimos formar una microempresa de reciclaje para apoyar a las madres cabeza de hogar, para lo cual hipotequé mi casa. Pero un grupo armado nos retuvo a mis socias y a mí cuando fuimos a recoger un material. Luego a ellas les dio miedo y decidieron abandonar el proyecto. Me quedé sola con una deuda de 10 millones de pesos a mi nombre", recordó con frustración . Tras hacer una campaña de colecta, logró conciliar con el acreedor una cuota mensual de 150.000 pesos, para salvar la casa. Hoy todavía debe cuatro millones de pesos.

Tras la amarga experiencia de la microempresa de reciclaje, esta mujer decidió diseñar cursos de capacitación para que las madres cabeza monten sus propios negocios: modisterías, tejidos y bordados, y próximamente les enseñará a fabricar productos para el aseo. "Aunque hay 30 socias que cada una aporta 10.000 pesos mensuales para el sostenimiento de la asociación, estos recursos no son suficientes. Para poder conseguir el mercado de los niños y viejitos me voy a la central de abastos y hablo con algunos comerciantes de buen corazón que me colaboran regalándome verduras y frutas", afirmó doña Bárbara a SEMANA.

Barbarita quiere que todos los niños se capaciten lo mejor posible para que más adelante puedan ayudar a sus familias. Pensando en eso se dedicó a conseguir algunos computadores y montó una improvisada sala de sistemas, donde un profesor enseña conocimientos básicos de computación a los niños y jóvenes. Hasta ahora ya se han capacitado alrededor de 450 alumnos.