Especiales Semana

Universitarios para un mundo mejor

Para ampliar la cobertura y mejorar la calidad de la educación superior colombiana se requiere saber más sobre ésta y una visión de país de largo plazo.

29 de agosto de 2004

Durante una conferencia que dio en la Fundación Santillana de Bogotá en junio pasado el profesor Andreas Schleicher, director del programa Pisa, que asesora a más de 50 países en su desarrollo educativo, éste mostró cómo luego de haber evaluado a 350.000 estudiantes de casi todo el mundo y de haberles hecho seguimiento a diversos sistemas educativos se puede afirmar en forma contundente que la educación es el motor principal del desarrollo económico. Además es la educación la que puede empujar el cambio social o, por el contrario, profundizar las diferencias.

Para lograr una transformación en su sistema educativo -que según lo mostró Schleicher es algo que han logrado países como Finlandia y Corea en apenas una generación-, los países deben hacer un doble esfuerzo. Por un lado, tener una visión estratégica de largo plazo acerca de a dónde se quiere llegar como país en 20 años, y de ahí orientar el sistema educativo para que los jóvenes adquieran las competencias y las destrezas acordes con ese país que se proyecta en el futuro.

Con el programa Pisa ellos han identificado tres tipos de competencias indispensables para vivir en un mundo de cambio tecnológico veloz, de globalización económica y liberalización de comercio y de gran diversidad social. Estas son: poder utilizar las herramientas informativas (el lenguaje, la matemática, la ciencia) como una ventana que los conecte con el mundo; poder actuar con autonomía, asumir su posición en la sociedad para avanzar, y poder relacionarse con otros para armar equipo, cooperar y resolver problemas.

Para lograrlo es indispensable crear un entorno educativo rico en información. Que todos los que participan del sistema educativo, jóvenes, padres, maestros, entidades educativas, gobierno, sepan dónde están parados, cómo están educando a los niños y jóvenes y con qué calidad, qué desigualdades tienen y si van hacia donde quieren ir.

"En la oscuridad, dice el profesor, todos los sistemas educativos parecen iguales porque si no sabemos cuáles son las diferencias, si no conocemos sus ventajas y desventajas, sus fortalezas y debilidades, no podremos hacer nada para mejorarlos".

Aunque Schleicher estaba hablando de todo el sistema educativo, sus afirmaciones son especialmente iluminadoras para mirar la educación superior en Colombia. Como lo señala el rector de la Universidad Nacional, Marco Palacios, en una entrevista para este especial, al país le falta visión de largo plazo sobre el perfil de profesionales que quiere y acorde con ello, hacer las inversiones y las estrategias. Como resultado, la inversión pública en educación superior se ha quedado rezagada, al punto que hoy apenas uno de cada cinco jóvenes en edad de estar en el tercer nivel educativo accede a él. Es un desempeño que está por debajo del de varios países de América Latina, incluso más pobres que Colombia. El esfuerzo que no ha hecho el Estado para darles a los jóvenes colombianos la educación que necesitan lo ha hecho el sector privado, con diferentes niveles de éxito.

En los últimos años los gobiernos han hecho un esfuerzo por compensar el rezago de tanto tiempo, con medidas como la ampliación del crédito educativo para jóvenes pobres (tema que se trata en detalle más adelante en este especial) o como el apoyo a las universidades públicas para que amplíen su cupo. Hoy este es insuficiente, y según dijo Palacio, se requeriría construir una universidad del tamaño de la Nacional cada año para poder satisfacer la demanda actual por educación pública, algo que no se prevé con los actuales problemas de déficit fiscal que tiene el país.

El reto no es sólo mejorar sustancialmente la cobertura. También hay un gran desafío en materia de calidad de la educación superior y de pertinencia para lo que requiere el país. Pero, como dijo Schleicher, no puede mejorarse el sistema educativo si no se sabe dónde se está. Y de ahí la importancia en crear un ambiente rico en información.

En este sentido, también ha habido un rezago acumulado de muchos años, que hasta ahora empieza a superarse, afortunadamente con gran dinamismo. Desde hace muy poco, por fin se está desarrollando una estrategia de seguimiento y evaluación a la calidad de la educación superior que está empezando a darle luces al país sobre cómo son los procesos de enseñanza en las universidades (acreditación), y si son mínimamente adecuados (Registro Calificado), y cuáles el nivel de los egresados de las distintas carreras (Exámenes de Calidad de la Educación Superior, Ecaes). En un mes se pondrá en marcha un Observatorio Laboral, para estudiar de qué manera se desempeña en el mercado laboral el perfil de profesional que está saliendo de las universidades. Se espera que arroje resultados a partir de abril de 2005.

La información que se recoge con estos instrumentos no sólo les permite a los estudiantes y a sus familias tomar decisiones más informadas sobre cómo escoger la universidad y la carrera, sino que además les permite a las instituciones educativas y a los maestros saber qué están haciendo bien, qué no y cómo mejorar.

Todavía falta mucho camino por recorrer para que los colombianos sepan realmente en qué está su educación superior, y por ende, poder empezar a ponerla a tono con los desafíos económicos y sociales del país. Esto se hace más urgente en un entorno globalizado en el cual tanto las instituciones educativas como los profesionales que egresan de ellas deben enfrentar un mundo más complejo y competido.

En este contexto, Colombia está ahora negociando un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, el cual incluirá la educación superior privada (la pública no entra dentro del tratado). Según la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, el TLC es una oportunidad para organizar el mercado que ya está internacionalizado. Lo que el Ministerio buscará es que sólo se puedan ofrecer programas de otros países en Colombia, con miras a darle título universitario válido en este país, si estos están acreditados en su lugar de origen por un organismo reconocido en Colombia. Así mismo, aunque ya no es un debate cuya competencia sea del área educativa, el gobierno tratará de simplificar la validación de los títulos universitarios colombianos en Estados Unidos, y abrirles posibilidades a los colombianos para que puedan brindar servicios profesionales al exterior desde aquí, como por ejemplo que sean válidos allá estudios radiológicos hechos aquí.

En cuanto a la competitividad de los colombianos en la región y en el mundo, parece haber consenso en que la clave está en la calidad. Colombia tiene ya instituciones académicas cuyos profesionales pueden competir internacionalmente con bastante éxito, pero hay un enorme reto para empujar todo el sistema hacia arriba y ampliar sustancialmente la cobertura. De lo contrario, le será imposible al país mejorar sus condiciones de inequidad social y competir con éxito, en un mundo donde quienes tienen el conocimiento son cada vez más quienes lo controlan.