Especiales Semana

VACACIONES Y DEPORTES

5 de julio de 1993

MEDIO SIGLO DE TURISMO
EN CASI CINCO DECADAS, DESDE que el gobierno mexicano decidió transformarlo en centro turístico internacional, Acapulco ha pasado por todo tipo de momentos.
Los años 40 no fueron fáciles. Aunque los artistas de cine norteamericanos, los políticos y los hombres de negocios del mundo entero ya decían preferir este puerto sobre el Pacífico por la belleza de su paisaje, no había infraestructura ni tampoco una cultura de atención al visitante dentro de la población.
La época dorada vino después, a finales de los años 50 y en los 60, cuando las campañas publicitarias empezaron a llamar a esta ciudad del estado de Guerrero "El paraíso de América" y a sentenciar: "Hollywood se enamoró de Acapulco".
John F. Kennedy, Brigitte Bardot, el barón de Rothschild y muchas otras figuras públicas adquirieron terrenos y edificaron mansiones en uno de los extremos de la bahía, concretamente en Punta Guitarrón, junto a la Playa del Secreto. Otros, como Mario Moreno "Cantinflas", se ubicaron unos metros más arriba, en la exclusiva urbanización -o como dirían los mexicanos: "parcelación"- Las Brisas.
Con Acapulco, México aprendió a complacer a sus turistas. La prueba es que a mediados de los 70 la ciudad reunía ya una gran variedad de diversiones. Algunas, como el golf, únicas dentro del panorama turístico suramericano por aquel entonces. Otras, como el casino del Acapulco Plaza, completamente ajustadas a la necesidad de competir hombro a hombro con los demás puertos de moda, principalmente con Rio de Janeiro en Brasil. Y las demás, reflejo de lo que europeos y norteamericanos han preferido siempre: expresiones autóctonas. Entre estas, las taquerías de barrio donde se consiguen aun hoy las más sabrosas enchiladas y el espectáculo de los clavadistas de La Quebrada. Entonces, estos muchachos ni siquiera cobraban el acceso al lugar desde donde se pueden apreciar sus saltos.
UNA ETAPA DIFICIL
Pero a pesar de tenerlo todo, a mediados de los años 80 la ciudad empezó a decaer. El viejo Acapulco, el de La Quebrada, y también Acapulco Dorado, contiguo al anterior y centro del placer y la recreación con sus deportes náuticos y la posibilidad de un excitante paseo en paracaídas sobre la bahía de las grandes mansiones, empezaron a cambiar de cara.
El acceso a las dos decenas de playas que conforman aun hoy el puerto era difícil y estas -públicas por ley- lucían descuidadas.
También aparecieron problemas típicos de los grandes centros urbanos. Uno de ellos, el mayor, fue el de los vendedores ambulantes, que junto con los mendigos se multiplicaron casi geométricamente entre 1986 y 1989. Los turistas repetidamente se quejaban de la falta de seguridad en las calles y de su desamparo ante los elevados precios de las mercancías.
Fue entonces cuando el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos descubrió que "la gallina de los huevos de oro" estaba agonizando. ¿Qué hacer? Recuperar lo existente: se reubicaron absolutamente todos los vendedores ambulantes, se construyó una autopista que permite llegar al puerto desde Ciudad de México en casi la mitad del tiempo (ya no seis sino tres horas y media), y se reorganizaron las playas creando además corredores de acceso.
NACE ACAPULCO DIAMANTE
Pero todo lo anterior no era suficiente. Había que reencontrar de alguna forma la ventaja competitiva que inició esta carrera turística: su aspecto paradisíaco, su belleza natural. Y, desde luego, había que crear nuevas fuentes de inversión.
Así nació Acapulco Diamante, 1.000 hectáreas para hoteles, canchas de golf y condominios a 25 minutos de Acapulco Dorado. Un nuevo desarrollo, alejado del anterior.
El moderno viaducto de cuatro carriles que comunica el aeropuerto con esta área de manera directa desemboca en un espacio de hermosas playas donde hasta el momento se han construido tan sólo dos hoteles. Pero ¡que hoteles! El Vidafel, por ejemplo, uno entre el trío que conforma la cadena del mismo nombre en el país, es una armónica mezcla arquitectónica de tradición y ultramodernismo. Sus pisos en mármol blanco, sus moles de piedra talladas al milímetro con motivos aztecas, sus altísimos techos en paja, sus lagos artificiales y su piscina en cuatro niveles son la más clara prueba de que esta ciudad lucha con éxito por conservar su lugar privilegiado. Acapulco, con cerca de dos millones de habitantes, es hoy uno de los mejores negocios turísticos del planeta.