Especiales Semana

VACUNADO CONTRA LA ENVIDIA

Despuès de años de lucha para descubrir la vacuna contra la malaria, en 1994 Patarroyo ganò la batalla contra la incredulidad

9 de enero de 1995

NO ES COMO LOS CIENTIFICOS TACITURNOS DE LOS cuentos. Es alegre y dicharachero. Y eso lo ha convertido en un personaje controvertido. En 1988, cuando anunció que había descubierto una vacuna sintética, pocos le creyeron. Eso rompía en dos la historia de la inmunología, pues desde Pasteur, todas las vacunas han sido de origen biológico. Esos anuncios los hacen las grandes multinacionales en importantes foros científicos, no un investigador desconocido desde un sencillo laboratorio ubicado en una vieja casona de un hospital de caridad en una ciudad del Tercer Mundo.
El triunfó en una guerra en la que muchos habían sucumbido. Y eso agitó el virus de la envidia. Entonces comenzó su batalla pública. Hasta ese momento, descubrir la vacuna sintética contra la malaria había sido un trabajo casi solitario, en el que más que recursos hubo tenacidad. Pero cuando el mundo volvió sus ojos hacia la SPF66, la comunidad científica la cuestionó. Contra viento y marea realizó las pruebas que demostraron una efectividad que oscila entre el 31 y el 60 por ciento. Si una vacuna contra el sida demostrara esta eficacia, ya se estaría aplicando, aseguró recientemente en la revista Nature el científico Roy Anderson.
Patarroyo se ha convertido en el latinoamericano más laureado en el mundo. Su palmarés incluye 55 importantes premios, condecoraciones, y doctorados honoris causa de todas partes del hemisferio. Lo más destacado es quizás la obtención de dos premios que son considerados como el pre-Nobel de las ciencias: el Príncipe de Asturias de investigación y el Robert Koch de Alemania. La prestigiosa revista británica The Lanceé por su parte, publicó con elogio los resultados de la eficacia de su vacuna.
Pero los problemas también han sido recurrentes: donó su vacuna a la Organización Mundial de la Salud con la condición de que el crédito por ella se le diera a Colombia y ésta se produjera en el país. Según él, más que el dinero por su invento le interesaba que llegara a los 300 millones de personas que son afectadas cada año por el paludismo. Patarroyo sabe que producir su vacuna vale 30 centavos de dólar por unidad pero podría llegar a costar ocho dólares si es fabricada por una multinacional. No obstante la OMS no ha cumplido con lo pactado. Algo que confirma que a Patarroyo le quedan muchas batallas por delante. Y no sólo contra la malaria.