Especiales Semana

VEHICULOS

CLASICOS DEL 95, 25656

29 de mayo de 1995

LOS CLASICOS
En Colombia existen más de 600 modelos de carros antiguos rescatados a través del fantástico arte de la restauración.
ESA PASION POR conservar y restaurar los antiguos automóviles es todo un arte que viene creciendo a nivel mundial, como una manera de mantener viva la memoria de lo que fue el ayer para saber lo que es el hoy. La restauración es una combinación de conocimientos, experiencias, investigación, luchas, calma, para lograr al final asombrosos resultados en verdaderas obras de arte.
Son aproximadamente 40 las personas que se dedican a esta labor, un grupo pequeño comparado con la larga lista de Norteamérica y Europa. Sin embargo, nunca es tarde para comenzar a aficionarse por el gusto clásico. Esto es precisamente lo que le pasó a uno de los grandes en este campo en Colombia, que empezó a los 14 años por hobby y terminó montando una de las empresas más serias y grandes de restauración en la capital del país. Se trata de Germán Ortega, un hombre de 44 años, quien restauró un Ford Mustang para Gabriel García Márquez a mediados de 1993.
Ortega empezó cacharreando con un modelo Ford 28 y luego de 20 años de afición por los clásicos, se le midió a restaurar un Ford Roadster modelo A de 1930 en el año 70. Pero sólo fue hasta el 86 cuando decidió construir su empresa, un proyecto que en principio pensó sólo seria algo temporal. Nunca imaginó que con el tiempo se enamoraría tanto de su profesión y de su trabajo. Su taller lo abrió con tres personas: un latonero, un pintor, un mecánico y Nerón su perro, que aún se pasea por la inmensa bodega cuidando los intereses de su amo. Durante el primer año viajó a Estados Unidos, Argentina y Uruguay para buscar un buen stock de repuestos, piezas, motores, mecanismos para empezar a rescatar los modelos Ford A de 1928 a 1931.
Cada vez se hacía más real la posibilidad de devolverle la vida a esos viejos coches que parecían destinados a terminar sus días condenados en el olvido y bajo la acción implacable del clima. Pero al mismo tiempo le parecía imposible. Dice Ortega, "que tal cantidad de hierros desgastados se convirtieron en un sensacional Ford A, como si estuviera recién salido de un concesionario".
A través del tiempo fue incorporando más personal en su taller hasta tener todo el equipo que demanda una industria de esta índole, con las áreas de mecánica, latonería, pintura, ebanistería y tapicería. Luego se lanzó a la restauración de 15 modelos diferentes de Ford A: Phaeton, Tudor, Sedán, Special Coupé, Phaeton Deluxe, Pick Up, Roastery Station Wagon, con las caracteristicas de los años 30.

Todo un proceso
Antes que cualquier otra cosa se debe proceder a investigar las especificaciones del modelo, los detalles y la mecánica del auto. Luego se da luz verde para elaborar un inventario con el fin de saber qué hay que fabricar, qué repuestos toca conseguir y cuál es la estructura real del coche.
A partir de este momento comienza la desarmada, que se realiza por etapas como suspensión, dirección, frenos, accesorios, vidrios, chapas, motor y distribuidor. Aquí es donde realmente se sabe qué tiene y qué no tiene el clásico.
'Hay casos como el de Gabo -dice Ortega- en los que el Mustang parecía ser un automóvil muy sencillo, pero tan pronto terminamos de pelar y dejamos sólo el esqueleto, casi se fractura la estructura y quedamos en ceros. El famoso Mustang tardó osho meses en la sala de cuidados intensivos hasta que salió delpelEgroy se le dio licencia para rodar nuevamente por las calles de Cartagena".
El proceso de restauración es largo y complicado y puede tomarse de ocho a 10 meses, en el caso de que se posean todas las piezas. Primero se realiza la parte de latonería, luego la combinación de ebanistería, seguida del ciclo de pintura, que se hace pieza por pieza para lograr un ensamblaje perfecto.
Conservar las líneas, las costuras, las puntadas y las texturas originales tanto en la tapicería como en los accesorios es el lema bajo el cuál se trabaja. El automóvil es armado primero en obra negra, es decir sin accesorios ni vidrios. En este estado se le hace una prueba para que cada pieza esté de acuerdo con las medidas originales. Y ya en la última etapa de la obra, se empieza a ensamblar parte por parte, con una excelente precisión para cada espacio y cada acabado. Luego el carro sale del taller y hace su primer recorndo para corregir las fallas que en la mayoría de los casos se presentan y de ahí pasa a las manos del dueño.
No hay nada mejor que un rompecabezas para comparar el arte de la restauración, pues muchas veces los autos se reciben en estado bastante crítico y en algunos casos, totalmente desbaratados. Ortega recuerda como su mayor reto, el Buick del año 26 y el Ford A, Town-Car. Este carro perteneció al entonces presidente de la República, Ramón González Valencia. Su restauración duró 18 meses, y le quedó como satisfacción que hasta el reloj que tenía en el compartimiento quedó funcionando.
La restauración es una verdadera danza de carcazas, bocines, pernos, rodillos, rines, neumáticos, llantas, sistemas de dirección, frenos mecánicos de varilla, motores, ejes, bujes, válvulas, impulsadores, guardabarros, soporte de carrocería y miles de piezas más como los pitos, los faros, linternas, luces, tableros, vidrios, manijas, chapas, escudos e insignias, que armonizan el conjunto de los bellos Ford de aquellas épocas.

La batalla final
Una de las etapas más difíciles es el instante en que por una sola pieza de pequeño o gran tamaño, se puede venir abajo todo el trabajo de meses, y es aquí donde el diablillo de la depresión y la desesperación ataca. Es tan usual esta sensación que ya salió en el mercado de Estados Unidos un libro en donde le advierten a los restauradores tener mucha paciencia cuando les llega el momento de crisis.
Sin embargo, después de una larga tormenta siempre viene la calma y por lo general restauradores como Ortega agotan todos los recursos escribiendo a los diferentes clubes de carros antiguos y clásicos del mundo o viajando hasta poder encontrar el mecanismo, o la pieza que falta para poner en marcha la reliquia.
En la actualidad, Ortega trabaja en el rescate de cuatro unidades de la Ford y un Packard de 1926. Junto a su gran equipo de profesionales: Gabriel Peñuela en la ebanisteria,Jorge Rivera,lohn Forero y Miguel Rivera en latoneria; Jorge Parrado, Santiago Laverde en accesorios; Eduardo Castro y Rafael Bermúdez en la metalmecánica; José Giraldo y Roberto García en la tapicería; Antonio Moreno y Carlos Santana en mecánica; Rafael Rodriguez en vidrios y en pintura; Clemente Rodriguez y Jorge Burgos, ha hecho realidad el sueño de muchos propietarios de ver en un abrir y cerrar de ojos un clásico Uno A.
Existen dos diferencias claves cuando se habla de restauración: una modalidad es cuando solo se encuentra el esqueleto del automóvil y se debe fabricar todo de nuevo. La otra es el caso de muchos clásicos que se encuentran aún conservados y por esto la pieza no se debe tocar, ni siquiera pintar, pues es un modelo totalmente virgen. En estas ocasiones lo que el experto realiza es una limpieza y una rehabilitación.

Un negocio de familia
La tradición de conocimientos y gustos se trasmite de generación en generacion, es asi como padre e hijos poseen una relación muy estrecha y uno de los muchos vínculos que los unen es el amor y la pasión por los carros antiguos.
Son ellos: Germán Felipe, Luis Guillermo y Juan Manuel el mayor, quienes desde temprana edad y al lado de su padre Germán Ortega aprendieron los pasos y la filosofia del arte de la restauración. Y es que el negocio surgió de un momento a otro y ahora es una industria familiar donde ya la experiencia de sus hijos empieza a abrirse campo.
No enamorarse de los modelos que se restauran en el taller es algo casi imposible, pero siempre hay uno entre muchos que es el preferido. Para Ortega es el Ford A Coupé de los años 30, al que llama 'Chocolate' y con el cual ha estado participando en varias caravanas y eventos como en el reciente Clásico de Occidente, realizado en Popayán.
En Colombia la afición por los clásicos surgió con la fundación del Club Colombiano de Automóviles Antiguos y Clásicos -Clac- realizada por el conocido personaje Hernán Tovar en 1957, y ya son dos los clubes que existen en Bogotá.
Pero sólo un 30 por ciento de las 128 personas que los conforman, se especializan en la restauración. Este arte es sin lugar a dudas un espectáculo por la preservación y recuperación de automóviles legendarios.