Especiales Semana

VERANOS PELIGROSOS

Un hueco en el escudo protector de la Tierra: lo que nos faltaba

15 de diciembre de 1986


Los inocentes aerosoles, que revolucionaron el mundo de los envases industriales y se impusieron como elementos infaltables en los tocadores, son ahora los principales sospechosos de otra desgracia que los científicos le auguran al mundo: veranos infernales, con una secuela de desiertos generalizados.

El ozono, un componente atmosférico que recubre el planeta entre los 15 y 40 kilómetros sobre el piso, es uno de los mejores amigos del hombre: impide que se cuelen los rayos ultravioletas. Se ha descubierto que esa colcha, sin la cual los rayos del sol llegarían directamente y nos destruirían sin atenuantes, está rota en algunos lugares, por la acción de los clorofluorocarbonos, los químicos más usados en los aerosoles.

Fue el inglés William Hartley quien descubrió tal capa y dijo, además, que ella no había estado siempre allí porque relacionada con el oxígeno, se ha ido conformando poco a poco desde hace 2 mil quinientos millones de años, a medida que los organismos vivos iban saliendo del océano. Ahora después de tantos años, la capa de ozono se ha convertido en un verdadero escudo protector de los temibles rayos ultravioletas emitidos por el sol.

Pero un terrible descubrimiento sucedió el 20 de octubre último, en medio de una gran expedición al Polo Sur hecha por 18 científicos enviados por el Centro Americano de Investigaciones sobre los Océanos y la Atmósfera. Después de un mes de observaciones transmitieron la noticia desde la estación polar de McMurdo a las oficinas de la Fundación Científica Nacional en Washington: hay una enorme ruptura en la capa de ozono y el responsable de esto es un componente químico. La situación era más grave de lo que se había creído, pensaron los expertos y los políticos invitados a recibir el reporte: veranos tórridos, vientos resecadores, cosechas quemadas y regiones enteras convertidas en desiertos, serán las consecuencias. Como si fuera poco los glaciares al fundirse hacen que el mar se desborde sobre las planicies.

No obstante los datos enviados por los satélites que indican que esta capa de ozono no es uniforme, los físicos en los años 80 alcanzaron ya a calcular la baja del uno por ciento cada década en su cantidad.

Se volvió indudable la alarma en mayo de 1985, cuando la vigilancia británica en el Antártico publicó el estudio de 10 años de sus observaciones: la baja en la capa de ozono se acelera en la primavera austral peligrosamente. Sesenta y cinco años de observación en Suiza probaban que en el hemisferio norte la baja es del 3 por ciento desde 1920. Un físico de la NASA que controla el satélite meteorológico Nimbus 7 descubrió un hueco en el ozono en el Polo Norte, un poco más pequeño que esta ruptura en el Sur, visible de Escandinavia hasta Leningrado y esta falla en el Artico se agravaría cada año entre uno y dos por ciento. Pero, ¿de qué sirve la denuncia si no se evita la causa, aunque sobre ella no haya todavía acuerdo? Lo que se atribuía a los ciclos solares, las erupciones volcánicas, el movimiento de masas del aire y los vientos polares, ahora los ecólogos hacen responsable a la química. Un profesor de física de la Universidad de Wyoming, que participa en la expedición al Polo Sur, considera que en la estratosfera y en la toposfera cada vez hay más clorhidratos que provienen de la acción del sol sobre la familia de químicos más usados en los envases de aerosol, los clorofluorocarbonos.

Parar o morir
Ya en 1972, durante la creación en Estocolmo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los ecólogos evocaron el escudo de ozono. Entonces acusaban a los aviones Concorde de escapes de gas que modificaban la composición química de la estratosfera. Después los especialistas en contaminación atmosférica pusieron el acento en los peligros de los escapes de gas carbónico y ahora se preguntan si la suma de estos, más la otra familia química ya dicha no hacen el efecto de una garra, dice el cronista científico de L 'Express.

El año pasado en Austria, una declaración de físicos y químicos pedia "paren todo o será el desastre", en el momento en que el invierno nuclear copaba la atención. Esto es un accidente posible, pero los veranos sin ozono serán mañana, dice uno de los firmantes.

El próximo mes, los ministros europeos y americanos de Medio Ambiente se reunirán en Ginebra para poner calendario a las medidas. Se comenzará por limitar los clorofluorocarbonos en los aerosoles. La disyuntiva es simple: o desodorantes en barra o desiertos.--