Especiales Semana

Ximena Castilla

A esta famosa defensora radical de la justicia para las mujeres no le tiembla la voz para decir lo que piensa.

Mónica Roa*
3 de diciembre de 2005

Yo era una joven estudiante de derecho cuando conocí la historia de Alba Lucía, la mujer campesina que a los 20 años de edad fue injustamente condenada a 42 años de cárcel, por el supuesto homicidio agravado de su hija recién nacida. La condena más alta jamás impuesta en la historia del derecho penal colombiano. Ofendida por esa injusticia pensé que no podíamos dejar que algo así ocurriera. Y sólo me tranquilicé cuando supe que una abogada feminista, experta en ese tipo de casos, se había hecho cargo de la defensa de Alba Lucía. Esta fue la primera vez que escuché hablar de Ximena Castilla. En aquella época sólo podía admirarla de lejos, como admiraba a otras feministas colombianas, y deseaba llegar a ser en algo como ella, porque en ese momento yo ya había escogido el derecho como herramienta para luchar contra las injusticias sobre las mujeres. El 8 de marzo de 2002 celebré desde Nueva York la liberación de Alba Lucía. Después de haber tenido el expediente en su poder por más de tres años, y gracias al incansable trabajo de Ximena, la Corte Suprema de Justicia se vio obligada a admitir los errores e injusticias del proceso acogiendo todos los argumentos de la defensa y, en consecuencia, revocando la sentencia condenatoria y exonerando a Alba Lucía. Hoy tengo el honor de contar con su apoyo y amistad incondicionales, los que paradójicamente dependen de que no se me ocurra traicionar ninguno de los lineamientos de la 'ética anarco-feminista' con los que rige su vida. Quienes la conocemos sabemos la radicalidad y el compromiso con los que defiende aquello en lo que cree. Ximena convirtió el activismo en su estilo de vida; ella piensa, habla, trabaja, reparte sus afectos, cocina y graba sus mensajes en el contestador telefónico de manera absolutamente radical. Su trabajo como litigante independiente le ha dado la libertad para decir y hacer lo que quiere. No le tiembla la voz para referirse al gobierno como una dictadura "narco-paraca", ni para recordarle a la Iglesia los escándalos de pedofília, ni para criticar duramente los grupos de mujeres que no militan las 24 horas del día. Con idéntica pasión nos recuerda que fueron las feministas quienes pacíficamente lograron los mayores cambios sociales del siglo pasado, que el Dios de la Iglesia Católica no es un juez vengativo, sino el Papá Lindo del que su mamá le habló, y que la justicia es un concepto que debe prevalecer por encima de la misma ley. Ximena Castilla puede ser la más incisiva o la más divertida a la hora de criticar y hacernos reflexionar. Hace poco, durante una manifestación de apoyo a la liberalización del aborto, un taxista que pasaba por el lugar le gritó a la multitud que el aborto era un pecado y que las mujeres que abortaran debían ir a cárcel. Ximena, sin pensarlo dos veces, tomó la vocería y le respondió: "Tranquilo, usted es hombre y nunca se va a embarazar". *Abogada