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ADIOS AL GORDO

CON LA MUERTE DE ALFONSO HANSSEN SE FUE UNA DE LAS MENTES MAS MORDACES DE LA INTELECTUALIDAD COLOMBIANA

21 de octubre de 1996

Cuando Alfonso Hanssen llegó a Bogotá de su natal Bucaramanga a cursar sus estudios universitarios ya tenía la experiencia de un parlamentario. Preparado y curtido en los embates de la vida pú- blica había cultivado de pequeño las ansias de la rebeldía y, según cuenta Alberto Abello en su columna de El Nuevo Siglo, "era un agitador conocido, al que las autoridades militares intentaron llevar a una corte marcial por urdir amenazas apócrifas de la guerrilla contra la institución". Había militado con fervor en las filas del MRL y sus crónicas en Vanguardia Liberal lo habían hecho señalar como un feroz enemigo del régimen. En Bogotá, su sola presencia en los predios universitarios del Externado y Los Andes era sinónimo de insurrección. Inteligente, culto y mordaz, acostumbró a sus contertulios a sus corrosivas ocurrencias. Poseía un humor negro que rayaba en la genialidad y, aunque causaba estruendosas carcajadas entre sus amigos, muchos de ellos no entendían ni la mitad de lo que Hanssen les quería decir. Estudió derecho y filosofía y se dio el lujo de no terminar ninguna. Según él, la universidad no daba para tanto. No se graduó y sin embargo alcanzó a ser uno de los pensadores más brillantes de su generación. Leía por igual filosofía y literatura y sentaba cátedra sobre ambos temas. Pero ante todo le gustaba el debate político. A finales de los años 60, frustrado por la deserción de Alfonso López Michelsen del MRL y convencido de que la mejor revolución era el orden, reconsideró su posición ideológica y aquel iconoclasta rebelde se convirtió de pronto en uno de los más fieles seguidores de las ideas de Alvaro Gómez Hurtado. Aunque llegó a ser secretario privado del Ministerio de Desarrollo, su vida pública se desarrolló más por los caminos de la diplomacia, ejerciendo como cónsul de Colombia en Amsterdam, Amberes y otras ciudades europeas. Paralelamente, su vocación intelectual lo llevó a ser cofundador y director de la revista Pluma e, incluso, llegó a ocupar la dirección del Museo Nacional. Colaborador habitual de El Nuevo Siglo, sus críticas literarias y filosóficas fueron famosas por su profundidad. Eran densas, herméticas, a veces sólo entendidas por los iniciados en la materia. Alegre, descomplicado y con algo de sibarita, este filósofo de la vida, a quien llamaban cariñosamente 'El Gordo' Hanssen, se ganó por igual el aprecio de amigos y opositores. La última vez que acudió a un acto público lo hizo a comienzos de septiembre para acompañar a su amigo Jorge Valencia Jaramillo al lanzamiento de su libro Memorias de la muerte y del amor. Durante el evento Hanssen alcanzó a leer las primeras líneas del prólogo: "Uno se muere un día cualquiera, en un lugar cualquiera, a una hora cualquiera". Días después él mismo comprobaría en carne propia la sentencia.