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Apocalipsis ahora

Obeso y decadente, llega a su ocaso Marlon Brando, gloria del cine del siglo XX.

11 de abril de 2004

Asus 80 años recién cumplidos, Marlon Brando no es ni la sombra de lo que fue: un ícono de la rudeza y de la sensualidad masculina. Al verlo desplazar sus cerca de 150 kilos de peso en una silla de ruedas, calvo, con graves problemas de visión por su diabetes y con oxígeno para aliviar su deficiencia pulmonar, es evidente que los buenos tiempos quedaron muy atrás. Hoy aparece más en los medios por su descuidado aspecto físico y por los escándalos familiares que por sus viejas glorias. Sin embargo, Brando sigue siendo una leyenda aunque hace más de dos décadas no ha hecho nada memorable.

Sus inolvidables interpretaciones como la del mecánico polaco Stanley Kowalski en Un tranvía llamado deseo (1951), la del pandillero motociclista de Salvaje (1953), la del trabajador frustrado de Nido de ratas (1954) y la de Don Vito Corleone en El Padrino (1972) lo convirtieron en el "Dios actor", como lo llamó Premiere, la revista especializada en cine. Y un dios nunca muere.

Marlon Brando, quien se hizo famoso por sus papeles de rebelde, siempre lo fue en la realidad. Tal vez este carácter fue la respuesta al mal ambiente de su hogar: un padre alcohólico, mujeriego y exigente y una madre también entregada a la bebida. A los 16 años lo enviaron a un internado militar, de donde pronto lo expulsaron por desobediente. Odiaba tanto la vida castrense que algunos biógrafos cuentan que en 1943, cuando lo llamaron a alistarse para combatir en la Segunda Guerra Mundial, engañó a los siquiatras haciéndose el enfermo mental. "En el ejército creyeron que yo estaba loco. Cuando llené los formularios, debajo de 'raza' escribí 'humana' y en el espacio de 'color' escribí 'depende", relata en su autobiografía Las canciones que mi madre me enseñó. Este tal vez fue su primer papel. Su padre, desesperado por su falta de juicio, le ofreció financiar cualquier carrera que escogiera y él optó por la actuación. Entonces abandonó su hogar en Nebraska para radicarse en Nueva York, donde entró en contacto con el Método Stanislavsky en la mítica academia Actor's Studio.

Al principio sus problemas de vocalización y su irreverencia le hicieron perder varios papeles. Pero en 1947 conoció la fama con la obra teatral Un tranvía llamado deseo, dirigida por Elia Kazan, quien luego la llevaría al cine. Después de su debut el público lo ovacionó de pie durante 30 minutos. Todos los productores de Hollywood empezaron a perseguir a la nueva estrella, pero el cine sólo lo sedujo en 1950 cuando interpretó a un parapléjico veterano de guerra en la película Hombres. Era el papel que estaba esperando, y para prepararse pasó seis semanas en la cama de un hospital de veteranos, con una sonda conectada a su cuerpo. Así se convirtió en una antiestrella al cambiar las reglas del juego haciendo ver ridículos a los típicos galanes románticos de la época.

Su ascenso en la década de los 50 fue vertiginoso y consiguió su primer Oscar en 1955 con Nido de ratas. Era tan genial en su estilo que los directores le dejaban hacer lo que le diera la gana. Incluso conceder entrevistas vestido con la bata de su abuela, como una burla a la fama que tanto despreciaba. Tampoco tenía reparo en aceptar haber tenido relaciones homosexuales.

Lo de Brando siempre fue más un don que una vocación, y el dinero en ocasiones fue el principal motor. Por ello en la década de los 60 aceptó actuar en películas mediocres pero bien remuneradas. "En esta época Brando no se ubicaba dentro de ninguna corriente cinematográfica y los directores lo relegaron frente a nuevas figuras como Jack Nicholson, Peter Fonda, Paul Newman y Dennis Hopper", dijo a SEMANA Augusto Bernal, director de la escuela de cine Black María. En esa época también empezó su decadencia personal. Luego de dos años de matrimonio, Brando se separó de su esposa Anna Kashfi en 1959. Poco tiempo después, los intentos de suicidio de su ex mujer lo llevaron a iniciar una larga y costosa batalla legal por la custodia de su hijo Christian. Al perderla el actor quedó sumido en una profunda depresión. Sin embargo en 1960, en medio de una borrachera se casó con una actriz mexicana llamada Movita Castañeda, unión que sólo duró unos días pero de la que nació su hijo Miko. Al poco tiempo, durante el rodaje de Rebelión a bordo, en Tahití, conoció a su tercera esposa, la actriz Tarita Teriipia, con quien tuvo a Rebecca, Simon y Cheyenne. Con varias amantes tuvo seis hijos más, los tres menores con Christina Ruiz, su ex empleada del servicio.

La vida personal empeoraría pero la profesional tuvo un resurgimiento con El Padrino, de Francis Ford Coppola, que lo hizo merecedor de su segunda estatuilla. Pero haciendo gala de su irreverencia y de su activismo, Brando envió a una actriz latina disfrazada de indígena norteamericana a la ceremonia, quien en nombre del actor declinó el premio, acusando a Hollywood de maltratar a los nativos en sus películas. Los presentes quedaron boquiabiertos.

En 1973 Brando volvió a escandalizar. Esta vez con El último tango en París, del director italiano Bernardo Bertolucci, película tildada de obscena por sus escenas explícitas pero aclamada por muchos críticos. La estrella de su fama volvió a brillar con más fuerza que nunca, tanto es así que en 1978 por una aparición de 15 minutos en Superman, en el papel del padre del héroe, recibió 3,7 millones de dólares. Una de las interpretaciones mejor pagadas si se tiene en cuenta que se negó a aprenderse el parlamento, por lo que con un aparato le tenían que dictar las líneas al oído. Un año más tarde hizo una corta pero memorable aparición en Apocalipsis ahora, de Coppola.

En los 80 se despidió de la pantalla grande, pero los problemas legales de su hijo Christian lo obligaron a trabajar por dinero. En 1990 el joven fue acusado de matar al novio de su media hermana Cheyenne, quien la maltrataba pese a estar embarazada. Brando tuvo que pagar 10 millones de dólares por la fianza, pero Christian fue condenado a 10 años de prisión. Unos años después Cheyenne acusó a su padre de ser el autor intelectual del asesinato y de recluirla en un asilo para evitar que testificara en el juicio. En 1995 la joven se quitó la vida ahorcándose, el golpe más duro de la vida del actor. "Debería haber sido peor actor y mejor padre", se lamentó Brando en alguna ocasión.

En su situación actual muchos pensarían que Marlon Brando no tiene motivos para celebrar sus ocho décadas. Pero conserva la fama, esa que tanto ridiculizó y que ahora es lo único que le queda.