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Aula de estrellas

El colegio Jorge Robledo tiene el orgullo de ser cuna de una veintena de personajes de la vida nacional. ¿De dónde salen tantos líderes y cómo se forman allí

15 de mayo de 2005

El año pasado Juan Esteban Aristizábal, Juanes, llamó a decir que quería visitar el colegio, pero como ex alumno y no como famoso. Santiago Botero lo había hecho y formó un alboroto tal, en la entrada del campus escolar y luego en los salones de clase y en los corredores, que las directivas y los profesores del Instituto Jorge Robledo no quieren ni pensar qué pasaría si llegan a juntar a algunos de sus egresados más reconocidos: el presidente Álvaro Uribe, el golfista Camilo Benedetti, el periodista Félix de Bedout y el corredor de autos Roberto José Guerrero.

La lista es más larga. Hay gobernadores, industriales, ministros, esquiadores, músicos, periodistas, académicos y médicos. Es extraño que casi todos ellos, con gran cartel en la vida pública, hayan salido de un colegio que no tiene ni siquiera un aviso en la puerta de entrada. Desde afuera sólo se divisan un muro de ladrillo pintado de verde y una pequeña torre blanca en el control de acceso. Adentro, las aulas en galería están rodeadas por jardines y al centro hay una cancha de fútbol con el césped bien cuidado y una piscina semiolímpica, sin mallas ni tribunas. El campus es amable, pero para nada lujoso. Hay armonía pero no ostentación.

De dónde salen tantas figuras que han ganado reconocimientos, títulos y cargos en el país, e incluso en el exterior, si las directivas de este colegio no se desvelan porque los jóvenes compitan y sus profesores no se precian de emplear los últimos modelos pedagógicos en boga. Apelan a la cátedra magistral convencidos de que así se forman y forman a otros los grandes maestros. Su conexión con la tecnología se funda en dos salas de computadores y una biblioteca apacible que no son nada salido del presupuesto de otros colegios de clase media y alta. Y el único premio interno es la Copa del Mejor Carácter, que se entrega por votación secreta al chico más solidario y buen amigo. Cada año, en noviembre, cambia de dueño. No se compra una nueva.

Cualquiera podría escudriñar en las formas y seguiría sin encontrar las pistas que lo lleven a explicarse de dónde salieron los futbolistas Carlos Ricaurte y Martín Echeverría o el gurú de las tendencias de Inexmoda Julián Posada, uno de los 'dedales' de Alicia Mejía en la feria internacional Colombiamoda, o Andrés Franco, pianista y director de la Filarmónica de Kansas. Aquella variopinta y notoria fila de egresados resultó de la aplicación de un principio pedagógico sencillo, según dice el rector del Jorge Robledo, Federico García Posada: "Dejar ser".

Esta camada de famosos, revuelta con otros cientos de anónimos, siempre halló en el Jorge Robledo la oportunidad de actuar con libertad para descubrir sus talentos. El único uniforme que se usa allí es el de educación física y las únicas formaciones que hacen los muchachos a lo largo de su vida escolar son las del día de la primera comunión y de la ceremonia de grados. Eso porque es imposible comulgar o recibir diplomas a la vez. Otro de los secretos está en cultivar las diferencias, por eso los robledistas tienen en común que son tan distintos. Una variedad y una tolerancia alimentadas también, en parte, por el hecho de que sea mixto desde 1949, el mismo momento de su fundación.

Es fácil imaginar a Juanes de estudiante, con sus tenis de lona, su cabello largo, sus tatuajes con la lista de jotas de sus hermanos también robledistas (Javier, Jaime y José Luis), sólo que era un poco más gordo que hoy. En abril de 2004, la estrella de La camisa negra se encontraba en Cartagena, marcó al número del colegio, que se lo suministró su mamá, y preguntó por Martha Gómez Gallón, su profesora de tercero de primaria en el Jorge Robledo: "¡Qué más home, Marteja!", la saludó Juanes. Era aquel muchacho que dio el primer concierto con Ekhymosis en el Jorge Robledo haciendo gala de la sencillez del ambiente en que se formó.

No podría decirse que el Jorge Robledo es un colegio popular, pero igual no es elitista, aunque en sus inicios hubiese sido capitaneado por el próspero hombre de negocios Vicente Uribe Rendón, padre del ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe Echavarría, también robledista, y aunque por allí pasaron otros influyentes personajes de la vida económica de Antioquia como don Manuel Santiago Mejía o los hijos del dirigente empresarial Nicanor Restrepo Santamaría.

El estilo laico y progresista del Jorge Robledo no ha chocado pocas veces con el conservadurismo y el orden paisas. A mediados de siglo el único colegio reputado de Medellín que no tenía banda de guerra ni formaciones marciales era el Jorge Robledo, al tiempo que no era bien visto por la curia debido a que mezclaba en sus aulas a niños y niñas. Sin embargo, siempre resistió a los embates de las costumbres antioqueñas y se mostró cercano a la tradición humanista y al liberalismo francés. Hoy, aunque la mayoría de los alumnos es católica, alberga a jóvenes de otros cultos y a misa va quien quiere.

"Es un universo interesante: su condición de mixto lo enriquece y es un espacio de reconocimiento muy natural de hombres y mujeres. En el colegio uno encuentra una mezcla de clases y estilos sociales que se parece mucho a la ciudad, a lo que somos los antioqueños de todos lados", dice Aníbal Gaviria, ex alumno y hoy gobernador de Antioquia.

En el Jorge Robledo las clases de educación física comienzan con una caminata sobre el césped de la cancha de fútbol. Si alguien trota de entrada, por cierta reprensión espontánea, se convierte en el patito feo del curso. Igual pasa con las pruebas del Icfes, en las que al Jorge Robledo no lo desvela figurar como el de más alto puntaje. No es que no les importe a sus maestros y alumnos el nivel académico, es más bien que su prioridad está en dejar que cada quien encuentre sus destrezas y conocimientos y las desarrolle a su propio ritmo. Lo contrario sería cortarles las alas a tantos muchachos que después se vuelven famosos, como Juanes, que cantaba guascas en los actos cívicos sin ninguna pena ni censura.