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CABALLO VIEJO

Malgeniado, gordo y aburrido, Marlon Brando quiere alejarse del todo de la pantalla.

9 de octubre de 1989

A los 65 años, Marlon Brando está profundamente decepcionado del cine y, mientras finalizaba el rodaje en Toronto de la que considera su ultima película, The Freshman, al lado de Mathew Brode rick, ha expresado conceptos que algunos consideran suicidas. De esta, película, por ejemplo, dijo ante dos centenares de periodistas que "es horrible, una autentica basura, espero que nadie vaya a verla".
Caminando torpemente entre la cámaras y las grabadoras, más gordo que antes, con el rostro hinchado usando un cuello ortopédico para aliviar la tensión que le produjeron la doce semanas de rodaje en el Canadá Brando ha hablado lo que no habló durante todos estos años de retiro en su isla del Pacífico. Cínico, burlón con ganas expresas de provocar un escándalo en un medio tan sensible como Hollywood, ha reiterado en todos los tonos que el cine ya no le interesa para nada, que su oficio de actor es despreciable y que, antes de seguir interpretando personajes irreales, prefiere seguir luchando por sus amigos, los indios Manitoba, condenados al destierro permanente por las autoridades norteamericanas.
Con el pelo gris echado hacia atrás, patinando sobre el hielo por primera vez en veinte años, respondiendo con monosílabos las preguntas impertinentes de los periodistas, con un suéter negro a pesar del calor veraniego, Brando habla con un auténtico sentido de liberación y descanso, como si se hubiera despojado de un peso incómodo y mientras todos comprueban que, en medio de su evidente deterioro, conserva la misma voz que lo caracterizaba en sus primeros años en Broadway y Hollywood.
Brando está furioso con todo el mundo. De los periodistas dijo: "Al finalizar una entrevista tengo la seguridad de que no seré interpretado correctamente, que algo saldrá mal, que mis palabras no serán reproducidas fielmente. Asi que no importa lo que diga, el reportero se saldrá con la suya, reproducirá lo que queria que yo dijera y no dije". Sobre Nueva York, donde tiene un apartamento en una dirección desconocida, dijo que es una sucursal del infierno: "Cuando salgo de Nueva York y me encuentro en un pais tranquilo como el Canadá, me siento como un jabali herido, un animal que escapa de una muerte segura".
Obsesionado con el tema de los indios Manitoba, ha aportado una fuerte suma de dinero para que un grupo de abogados y sociólogos investigue hasta el fondo por qué existe una peligrosa discriminación contra los indígenas, por qué son acosados constantemente, por qué son atacados en sus reservas: "Siempre he sostenido que si los medios de comunicación norteamericanos le hubieran dado mayor importancia a este conflicto, los indios estarían en mejores condiciones.
Pero ha sido todo lo contrario. Tenemos que alcanzar, para los indios, la libertad y la autonomía a que tienen derecho. No podemos seguir tratándolos de esta manera. Es inhumano".
En distintas ocasiones ha intentado convencer a sus amigos, los productores de cine, para que inviertan en una película sobre los indios pero, al parecer, este tema ya no es rentable.
Mientras tanto, se prepara para protagonizar una serie de 18 horas de duración, con base en una historia escrita por su amigo Mario Puzo, el autor de "El Padrino", con cuya película se ganó un Oscar.
Le preguntan si sería capaz de repetir su gesto de 1973, cuando no quiso asistir a la ceremonia de la Academia para recibir ese segundo Oscar y en su lugar envió a una india que leyó un discurso corto. Respondió que sí, que volvería a hacerlo. Cuando el diálogo entra en el terreno especulativo, Brando se queda mirando al vacío y entonces dice con los ojos medio cerrados: "Ya no debemos preocuparnos si somos imperfectos. No debemos asustarnos si comprobamos que la cucaracha y el tiburon son ejemplos de perfección dentro de la naturaleza. Tal como anda el mundo, eso es apenas natural".
Marlon Brando está aburrido, quiere quemar las naves con Hollywood y los periodistas lo ayudan, encantados.