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Caminantes de la Tierra Media

24 de septiembre de 2001

Un vistazo al mundo de J.R.R. Tolkien desde los ojos de un lector aficionado.

Por: Beto Agudelo
Presidente de la Asociación Tolkeniana Colombiana

1978.

Las luces de la sala se acaban de apagar. Todo es oscuridad y un expectante silencio plagado de murmullos nerviosos, alguna que otra risa y algún furioso ¡shhh!. De pronto, el proyector comienza a lanzar sus haces de magia luminosa sobre la pantalla.

Primero, el retumbar de los tambores. Después, un breve silencio. En la pantalla aparece, con letras azules, una simple frase que es la llave de todo un universo. Y empieza la acción.

La historia que cruza la pantalla para perderse en el infinito es apenas legible para el niño de 7 años que, sentado en la oscuridad, está completamente asombrado por la visión del espacio exterior y por la majestuosa música, pero alcanza a leer lo suficiente como para abrir su inagotable apetito de fantasía.

La ida de ese niño - junto con la de algunos millones más alrededor del mundo - cambió para siempre. Muchos de esos niños - hoy adultos - nunca salieron de ese universo maravilloso y peligroso y aprendieron que la fantasía vive a nuestro alrededor. Muchos de esos niños, llevados por el apetito insaciable de nuevos universos, descubrieron después los libros de un autor británico casi desconocido en nuestro medio de pacata ignorancia. Libros que muchos comerciantes arrojaron al cesto, o rechazaron por no entender, o etiquetaron bajo el rótulo de esotérico sin tener idea del significado de la palabra o de los libros mismos. Libros que los críticos literarios latinoamericanos ni siquiera se atreven a abrir por miedo a tener que reconocer que en la imaginación desbordada de un viejo profesor de inglés se escondía el elusivo concepto de saber contar historias y porque alguno de los factótum de la literatura latinoamericana despreció las obras de ese viejo profesor.

El más conocido de esos libros es El Señor de los Anillos, una novela en tres tomos que, desde su publicación en 1954 no ha parado un extraordinario nivel de ventas alrededor del mundo en un fenómeno pocas veces repetido a nivel literario: Tolkien, como los grandes - Borges, Cortázar, Hemingway o Shakespeare - no fue un autor del momento, un escritor que aprovechara las coyunturas de la vida cotidiana para contarnos las historias que de ellas manan. John Ronald Reuel Tolkien hizo mucho más: nos contó la historia de un mundo diferente, nuevo para nosotros y con aura de antigüedad que nos deja en la boca el delicioso sabor de la duda sobre su realidad. Un mundo tan bien construido que ha generado atlas, historias, bestiarios, genealogías y hasta estudios lingüísticos en universidades del mundo.

Cuando el rumor empezó a circular en 1996 sobre un nuevo intento de llevar la épica saga escrita por J.R.R. Tolkien a la pantalla grande, el escepticismo era el tono predominante en los rumores. Primero, el anterior intento de Ralph Bakshi por acometer la misma empresa, en 1978, terminó en desastre: Bakshi ni siquiera finalizó el proyecto. La película de 133 minutos termina abruptamente en lo que sería la mitad del segundo libro, Las Dos Torres. El proyecto de realizar la segunda película jamás se ejecutó dada la baja taquilla de la primera . Segundo, la fanaticada tolkeniana puso el grito en el cielo clamando venganza en contra de los blasfemos que se atrevían a reconstruir visualmente las palabras del Maestro. Y cuando se supo que Peter Jackson estaba llevando a cabo una exhaustiva adaptación del libro, se llegó a clamar por sangre. Ha llegado a constituirse, en Internet, la AAPJ (Asociación Anti Peter Jackson), no sin que, como respuesta inmediata, un grupo de aficionados más racionales y mejor informados respecto al cine y la literatura, formaran la AAAAPJ (Asociación Anti Asociación Anti Peter Jackson). Felizmente, ninguno de los grupos ha tenido ocasión de llevar a cabo sus objetivos primordiales y todo se ha reducido a algunas escaramuzas intelectuales bastante divertidas. Claro está, ante los trailers disponibles en Internet y algunos que han podido verse incluso en las salas de nuestro país, la mayoría de los integrantes de la AAPJ ha preferido guardar un tenso, entusiasta y ansioso silencio.

Una parte por lo general desconocida en la labor de J.R.R. Tolkien es la lingüística, labor que fue, en realidad, la primera parte y la más importante de la ardua construcción de la Tierra Media.

Ya desde su adolescencia, el joven John se entretenía creando lenguajes nuevos. De esos tempranos años y con una evolución de décadas proviene el Quenya, lengua que el autor británico atribuyó después a los Elfos. Un idioma completo, creado con una sólida estructura gramatical y con abundante vocabulario, el quenya se ha constituido en un especial caso en la historia de las lenguas. Técnicamente, es una Lengua Muerta (se supone que los elfos abandonaron la Tierra Media hace al menos dos Edades del Sol1). En realidad, es una lengua que muy pocas personas en el mundo leen, menos escriben y, hasta ahora, nadie había hablado: los actores de La Comunidad del Anillo tuvieron que pasar por un fuerte curso de lenguas para su actuación, muestra interesante del fervor de Peter Jackson en la construcción de la película.

Tanto el Quenya como las demás creaciones lingüísticas de Tolkien - como el Sindarín, otra lengua élfica, o la Lengua Negra, el idioma de los desagradables Orcos - están hoy disponibles para quien tenga la paciencia para aprenderlas en diversas direcciones de Internet, donde se pueden encontrar las tipografías de la Tierra Media hasta programas para transcribir correctamente cualquier idioma a los caracteres élficos, que Tolkien llamó Tengwar.

Haciendo uso de esas herramientas, es posible acceder a un lenguaje privado, no precisamente secreto pero con una maravillosa aura de hermetismo que hace de quienes lo usan un grupo aparte bastante respetado entre las filas de los Tolkienófilos. Por ejemplo, la labor de los lingüistas Endorianos2 fue vital en el doblaje de la versión Ibérica de La Comunidad del Anillo, fuertemente asesorada por la Sociedad Tolkien Española. Así mismo, los escasos quendi (aquellos que hablan quenya: Tolkien lo aplicaba a los Elfos) son muy buscados como traductores durante la formación de las Sociedades Tolkenianas. Por ejemplo, a los quendi de la ATA (Asociación Tolkien Argentina) y a algunos aficionados colombianos debemos la traducción del nombre de nuestra Sociedad Tolkeniana de Colombia, Tolcin Otornassë Esteldórë cuya traducción literal sería Hermandad Tolkeniana del País de la Esperanza. También están en Quenya los seudónimos de los integrantes de la sociedad: Mornatur, Anardil, Turin Tur·mbar, o los nombres de sus ciudades de origen: Manizales es Tol Hsierenna, Isla en el Mar de la Niebla, Barranquilla es Maltannon, La Puerta de Oro, Bogotá es Dol Estel, Torre de las Estrellas,

Y, a propósito de la Sociedad Tolkien Colombiana, un excelente medio para comenzar el contacto es ingresar a la dirección http://groups.yahoo.com/group/asotolcol y suscribirse a nuestra lista de correo, o escribir por email a vornhir@yahoo.com, que es la dirección del Portador del Anillo (Presidente) de la Sociedad.

1 En sus Cartas, hoy publicadas gracias a la labor de Cristopher Tolkien, J.R.R Tolkien ha enlazado su creación literaria con el mundo real y llegó a determinar que, teniendo en cuenta el que los hechos narrados en El Señor de los Anillos transcurren al finalizar la Cuarta Edad del Sol, nuestra propia historia transcurre en la Séptima Edad.

2 Endor: Tierra Media, en élfico. No es coincidencia que George Lucas use el mismo nombre en la trilogía original de Star Wars, una gran parte de cuyas imágenes son tomadas directamente de la obra de Tolkien.