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CRECIO LA NENA

¿Qué tantas posibilidades tiene María Eugenia de ser alcalde de Bogotá?

30 de noviembre de 1987

"Les pido me acompañen a ganar la Alcaldía por el pueblo y para el pueblo de Bogotá". Con esta resonante frase, en el Centro de Convenciones absolutamente repleto, terminó su discurso de aceptación de la candidatura a la Alcaldía de Bogotá, María Eugenia Rojas. El momento fue muy emotivo y la ovación larga. Los primeros en felicitarla fueron los dos personajes más importantes del evento que la habían precedido en el uso de la palabra, doña Bertha Hernández de Ospina Pérez y Emilio Urrea, quienes estuvieron sentados a su izquierda y a su derecha respectivamente, durante el acto de proclamación.
Ver a María Eugenia entre doña Bertha y Urrea, demostraba, como dice la canción que "sorpresas te da la vida". En 1970, cuando se produjo el cuasi-empate entre el General Rojas y Misael Pastrana en la controvertida elección presidencial de ese año, Urrea, como Alcalde de Bogotá, fue el encargado de manejar el orden público de la capital para evitar que las hordas anapistas indignadas, ante lo que consideró "el robo de elecciones", incendiara la ciudad. Esto incluyó el arresto domiciliario del General Rojas y de su hija, para no tenerlos sueltos azuzando a las multitudes. Una de las personas más preocupadas, en ese momento, por un posible triunfo de Rojas, era doña Bertha, quien en compañía de su esposo, el ex presidente Ospina, se habían inventado la candidatura Pastrana y se la habían vendido al liberalismo.
Este salpicón político, que incluía además a Consuelo de Montejo en nombre del "liberalismo independiente", a Carlos Bula en nombre de la "izquierda democrática", y al ex ministro alvarista Miguel Escobar Méndez, ilustraba todo lo bueno y los malo que tiene en la actualidad la candidatura de María Eugenia. Lo bueno es que la apoyan sectores del establecimiento que antes le temían. Lo malo es que su movimiento se ha convertido en un híbrido no muy definido.
La agresiva líder anapista ya no es el terror de la oligarquía. Su triunfo no sería el de la "guacherna". Hoy no hay número de Cromos en que no aparezca en las páginas sociales, ni fiesta del jet set a la que no esté invitada. Las contradicciones entre su imagen pasada y su imagen presente han comenzado a aflorar, tal y como lo demuestra su nuevo afiche, en el cual el diseñador Carlos Duque, tratando de promediar a la capitana de las plazas con la señora de los cocteles, salió con algo que se parece más bien a una carátula de un disco de rancheras de Helenita Vargas.
La estrategia de María Eugenia es no ofender a nadie. El delicado equilibrio político en que se encuentra, la obliga a todo el malabarismo de un caminador en la cuerda floja: intentar que el Bogotá del sur conserve la imagen de cambio y relevo de clases que ha personificado, y el Bogotá del norte conserve la imagen de la señora bonachona, encantadora y popular que produce un poco más de emoción que los trajinados partidos tradicionales, sin despertar el miedo de la UP.
Esto la obliga a realizar una campaña un poco más prudente, un poco más sosa que las que adelantó en épocas anteriores. Esto se puede notar en su discurso-programa el día de la proclamación, que fue sensato, con bastanes lugares comunes: la seguridad, el empleo, los servicios públicos, las tarifas diferenciales, la salud, la educación, y un poco de cuentas alegres como en el caso de prometer "100 mil soluciones de vivienda para Bogotá en dos años". Su discursoprograma, muestra lo que va a ser su campaña, más tranquila que emocionante, como ocurre con todos los candidatos que tienen posibilidades de ganar.
Estas particulares circunstancias hacen que la candidatura de María Eugenia sea la primera oportunidad de triunfo de una tercera fuerza en la historia de Colombia. Los movimientos por fuera de los partidos tradicionales, nunca han prosperado en el país. Fracasó Gaitán con su unirismo, López Michelsen con su MRL, y está fracasando Galán con su neoliberalismo. El único que casi gana, fue el General Rojas, porque entonces los dos partidos se habían convertido en uno bajo el Frente Nacional, y concluido éste, se acabó la Anapo. Una tercera fuerza sólo puede prosperar en Bogotá, donde el voto es menos cautivo que en el resto del país. La capital cuenta con dos elementos: el voto clientelista y el voto independiente. María Eugenia tiene un pie en cada uno. Es una veterana del manzanillaje distrital, ya que hace más de 20 años llegó por primera vez al Concejo de Bogotá, entidad que muchas veces a llegado a controlar. Inclusive cuando Virgilio Barco era alcalde y ella como presidente del cabildo, colaboraba con él, aunque atacaba con vehemencia al presidente Lleras Restrepo. Conoce los barrios, sus jefes, sus juntas de acción comunal. Sabe cómo es el mecanismo de funcionamiento de las empresas distritales, que pueden hacer y que no pueden, etc., etc. Sin embargo no cuenta con la maquinaria de un partido, simplemente porque no tiene partido. Su clientela es propia y está integrada por los residuos de la Anapo, que no le produjeron sino 12 mil votos a su hijo Samuel en las elecciones pasadas, más lo que se haya podido ganar en cinco años de repartición de casas al frente de la gerencia del ICT. Esto puede significar una maquinaria personal considerable, pero resulta insignificante comparada con la de cualquier partido tradicional.
Más solida que su maquinaria es su imagen. María Eugenia es muy popular. La gente la quiere. Hay un elemento de afecto hacia ella con que no cuenta ninguno de los otros candidatos. Andrés Pastrana despierta simpatía, que es diferente. Pardo Koppel lo mismo, aunque es menos conocido. El candidato liberal no estaba definido al cierre de esta edición, pero a juzgar por los precandidatos, no despertará ni lo uno ni lo otro, simplemente tendrá las mayorías de su partido
Tradicionalmente en política, pesan más las mayorías que el afecto. De ahí que sí María Eugenia llega a invertir esta ecuación, estaría cambiando la historia de Colombia. A su favor está que el electorado bogotano se mueve tanto por los medios de comunicación, como por el manzanillismo, y hoy en día, en materia de medios de comunicación, la Capitana está IN. Proscrita de la televisión, de la gran prensa durante la época del Frente Nacional, la hija del General Rojas, cuenta hoy con igual o más pantalla que los candidatos de los partidos tradicionales. Este beneficio también lo ha tenido Galán, quien siempre pierde las elecciones en todos los departamentos, menos en Bogotá, demostrando que solamente en la capital existen posibilidades reales de derrotar el voto cautivo. De estas posibilidades depende la suerte de María Eugenia. Por ahora, va de primera en las encuestas, pero éstas son prematuras, pues los candidatos oficiales hasta ahora están siendo proclamados. Y, además, las encuestas no tienen en cuenta las maquinarias.
Parodójicamente, Colombia es un país cansado de sus partidos tradicionales, pero a pesar de esto, nadie los ha podido derrotar. No existe evidencia de que ahora esto sea más fácil de lograr que antes. Lo único que es seguro, es que si no puede María Eugenia Rojas en Bogotá en 1988, nadie podrá hacerlo en muchos años.