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La falta de inspiración ha amargado el ambiente para los caricaturistas Luz y Pelloux, que ya anunciaron que dejarán la publicación. | Foto: A.F.P.

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Charlie ya no es Charlie

La renuncia de los caricaturistas Luz y Pelloux de ‘Charlie Hebdo’ se suma a una crisis por las peleas, la repartición del dinero obtenido tras los atentados y las amargas críticas.

3 de octubre de 2015

Si el caricaturista Luz no hubiera llegado con retraso al pie del edificio del periódico Charlie Hebdo, donde trabajaba, hubiera muerto con sus colegas, acribillados por dos islamistas armados con Kalashnikov. Las rosas y las velas en homenaje a las víctimas siguieron rápidamente a la masacre y tapizaron la rue Nicolas Appert, la del semanario, y la plaza de la República, principal lugar de manifestación contra el terrorismo. Hoy, nueve meses después del horror de la violencia y del rechazo mundial a la barbarie, solo sirven de alfombra a París algunas hojas ocres y bermejas que caen de los árboles en el comienzo de otoño. Y lo único que queda del lápiz de Luz y de los otros sobrevivientes de la publicación es una punta desgastada por el tiempo y la paranoia.

Luego de la tragedia, Charlie Hebdo no ha logrado reencontrar su esencia. La crisis parece agudizarse con la reciente salida de Luz. Afligido y cansado, el dibujante de 43 años había encabezado el cortejo en la manifestación del 11 de enero contra los atentados que dejaron 17 muertos, entre ellos ocho colaboradores. También fue él quien dibujó, en la portada publicada luego de los ataques, un profeta Mahoma que perdona a los blasfemos caricaturistas con una pancarta de “Je suis Charlie”.

“Mucha gente me impulsa a continuar, pero olvidan que el problema es la inspiración. Si la actualidad ya no te interesa, aún puedes dibujar, pero vas a hacer de nuevo una idea que ya has hecho”, declaró al periódico Libération en mayo, cuando evocó su desaliento por primera vez. Ni siquiera lo sosegó haber publicado su obra Catarsis, en la que bosqueja su paranoia, sus pesadillas y sus obsesiones luego de los ataques.

Esa falta de inspiración se ve reflejada en los contenidos del periódico. “No creo que el nuevo ‘Charlie’ haya renacido de sus cenizas, que haya vuelto a sus valores fundamentales o haya encontrado un nuevo aire. Pero es bueno que existan por el símbolo”, dijo a SEMANA el caricaturista Serge Scotto, amigo del fallecido Tignous. Paralelamente a la renuncia de Luz, el médico y dibujante Patrick Pelloux reveló que se irá del semanario en enero de 2016. “Una parte de nosotros se detuvo en el momento de esos atentados”, explicó a una radio estudiantil.

Esas salidas golpean la unidad de la publicación, también afectada por riñas internas. Tres meses después del crimen, 15 trabajadores, entre ellos Luz y Pelloux, reclamaron que se repartiera equitativamente su capital, hoy en manos de Riss, el nuevo director, de Eric Portheault, director financiero, y de los padres del caricaturista asesinado Charb.

Y cuando contrataron abogados y se constituyeron en un colectivo, muchos vieron allí el síntoma de la codicia generada por los cerca de 16 millones de euros que Charlie recibió luego de los atentados. “Cuando perdían dinero, nadie pedía participar en el capital”, declaró al sitio de información Mediapart un hombre cercano de la dirección. “Las ganas de poder y el afán de lucro se les subieron a la cabeza”, afirmó otro. “Ellos hacían parte del sistema que denunciaban. Eran quizás más mundanos y más cercanos del poder de lo que el público se imaginaba”, dijo Scotto a esta revista.

Mientras en Francia esas trifulcas manchaban la imagen de los sobrevivientes, en el extranjero los dibujos empezaban a indignar a más de uno. La portada del profeta con su letrero de Je suis Charlie demostró que buena parte del mundo no logra ni logrará entender las caricaturas del semanario. Varios medios británicos y estadounidenses se negaron a mostrar la imagen para evitar herir a la comunidad musulmana. Poco a poco, el mundo descubrió los dibujos en los que se burlaban de Mahoma, de Jesús, del papa y de los judíos. Las frases de apoyo categórico se convirtieron en un timorato y mesurado “condeno los atentados, pero…”.

La última prueba de esa incomprensión fue el rechazo a los dibujos de Riss sobre el niño sirio Aylan Kurdi, fotografiado inerte en una playa turca. La caricatura titulada “La prueba de que Europa es cristiana” muestra a Jesús que camina sobre el agua y al lado los pies de un niño que se ahoga. “Los cristianos caminan sobre las aguas, los niños musulmanes se hunden”, se lee. Aunque se trataba en realidad de una crítica a un Viejo Continente de raíces cristianas, pero indiferente a la tragedia, las reacciones negativas no se hicieron esperar: en Twitter el hashtag “Je ne suis pas Charlie” (“No soy Charlie”) se volvió popular y una asociación antirracista británica prometió demandar al periódico.

En Francia se cree que, a pesar de todo, lo importante es revivir el espíritu de cohesión nacional y de rechazo a la violencia. Un documental titulado El humor hasta la muerte sobre el periódico fue presentado esta semana en el festival de Toronto y será difundido el 16 de diciembre en Francia para recordar el ‘espíritu Charlie’ e insistir sobre la necesidad de seguir luchando contra las amenazas a la libertad de expresión.

Aunque todavía faltan tres meses para el aniversario de los atentados, el Estado ya prepara los homenajes. Al norte de la plaza de la República de París, la Alcaldía va a plantar 17 olivos en honor a las 17 personas asesinadas. Símbolo de la paz, los árboles deberán adornar esta explanada en cuyo centro se erige una estatua de Mariana, alegoría de la República, quien en su mano derecha lleva una rama de olivo y con el brazo izquierdo se apoya sobre una tabla con los Derechos del Hombre. Es una tentativa para evitar que, en medio de renuncias, luchas mezquinas y críticas, el espíritu Je suis Charlie se convierta en una caricatura.