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DE ALTO VUELO

Con el nombramiento de Alvaro Cala Hederich en la dirección de la Aeronáutica Civil el gobierno logró dejar contento a todo el mundo.

20 de marzo de 1995

EL EPISODIO QUE DESEMBOCO EN LA REnuncia de Alvaro Raad a la dirección de Aerocivil ha sido para el gobierno uno de los más incómodos hasta la fecha. No sólo por el asunto de los 40 tiquetes de Avianca, el cual pasó rápidamente a segundo plano, sino por las versiones contradictorias sobre las verdaderas causas de su salida.
Por un lado se ha afirmado que Raad definitivamente no tenía el calibre para dirigir uno de los puestos más sensibles en un país acusado de ser una narcodemocracia y de tener uno de los peores récords de seguridad aérea del planeta. Pero por el otro, el propio Raad ha dejado saber que para él su caída obedeció no tanto a la causa que se le atribuye oficialmente, sino al hecho de que pisó muchos callos y muy duro durante su gestión.
Ante este panorama, el gobierno tenía que nombrar a una persona que combinara tres cualidades fundamentales: idoneidad moral, gran capacidad administrativa y sobre todo reputación de independencia. Milagrosamente en pocos días se logró conseguir un candidato que llenara estos requisitos. Se trata de Alvaro Cala Hederich, ingeniero civil de 62 años, nacido en Santander, especializado en economía y negocios, quien ha dedicado gran parte de su vida a la administración aérea y que en los últimos siete años se venía desempeñando como presidente de la Asociación de Líneas Aéreas Internacionales que operan en Colombia.
En esta difícil coyuntura su nombre dejó a todo el mundo satisfecho. En primer lugar, por ser un experto como pocos en el medio de la aviación, el cual conoció de cerca durante sus 16 años en Avianca, los últimos cinco como presidente de la compañía. Pero tal vez lo que más valora de él el gobierno es su conocida independencia, puesta en evidencia cuando salió de la aerolínea en momentos en que se disputaban su control los dos más grandes conglomerados económicos del país: el Grupo Santo Domingo y la Organización Ardila Lulle.
Ahora que se avecinan decisiones tan importantes como la segunda pista de Eldorado, la definición del futuro del Puente Aéreo, el aumento de horas de vuelo de los pilotos, etc., el gobierno es consciente de que lo que se necesita es un hombre de carácter, que conozca igual de bien el sector público como el privado y que tenga muy en claro cuándo representa a uno y cuándo representa al otro. Y estas virtudes son, precisamente, las que se le atribuyen a Alvaro Cala.
El reto para él no es de poca monta, pues luego del episodio de Alvaro Raad la Aeronáutica Civil está hoy más que nunca en la mira de la opinión pública. Sin embargo nadie duda de que un hombre de la trayectoria de Cala tiene la suficiente altura como para asumir como toca el desafío.