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De carne y hueso

Rosario Tijeras adquiere dimensiones humanas en el personaje encarnado por Flora Martínez en la película del mexicano Emilio Maillé.

30 de julio de 2005

Rosario Tijeras siempre mira a los ojos. Su mirada es desafiante. Flora Martínez también lo hace, pero su mirada es profunda y limpia, dulce. El personaje y la actriz son una sola en la adaptación cinematográfica de la novela de Jorge Franco.

Pero la Rosario que presenta el director mexicano Emilio Maillé en la piel de Flora es diferente a la del libro. Porque ya no es la sicaria y prostituta que ven los ojos enamorados de Antonio, el narrador de su historia, sino la Rosario que creó Flora a través de una profunda exploración que le permitió reflejar a una persona tan real como ella.

Flora dejó que el personaje tomara posesión de su cuerpo y así surgió un ser real ante los ojos de su creador, Jorge Franco. Él nunca les pone rostro a sus personajes, pero después de ver a Rosario en Flora, adoptó a ésta como la verdadera cara de su personaje. "Me impactó y me conmovió ver cómo ella tomó el personaje y lo trabajó con mucho amor. Su papel es monumental", dijo a SEMANA.

A ella ya le habían propuesto hace unos años el papel de Rosario Tijeras para un proyecto televisivo que iba a dirigir Jorge Ali Triana. No se concretó, pero un tiempo después, apareció la idea de la película. Un amigo la contactó en Nueva York, donde reside, le contó acerca del casting y le pidió que participara. "Este personaje me ha seguido siempre", dijo la protagonista.

Pero la empatía entre Rosario y Flora no existió desde un principio. Es más, la primera vez que la actriz leyó el libro casi no logra terminarlo porque le pareció muy fuerte. Pero poco a poco, aquella mujer para quien era más fácil matar que amar fue entrando en su alma. A través de este ser inalcanzable, frío y cuyos besos sabían a muerto, Flora logró exorcizar sus propios demonios. "Uno guarda rencores que no lo dejan vivir", dijo a SEMANA. Y fue dentro de ella misma donde tuvo que encontrar los elementos para entender este personaje.

En palabras de Flora, se "enrosarió" completamente. Al prepararse para este papel, se reunió con sicarias reales en la cárcel del Buen Pastor en Bogotá. Junto a ellas fue construyendo el personaje que acumulaba rabia contra los hombres y siempre estuvo contaminada por su sed de venganza. "Todas ellas tenían historias de haber sido violadas por sus padrastros, contó a SEMANA. Y cuando eso ocurre, no se puede esperar otra cosa más que mucho resentimiento y mucha rabia". Luego tuvo que relacionarse con las armas. Lo hizo desde su primera audición con el director. Era la primera vez que tomaba una pistola en sus manos y lo hizo con una que le prestó su prima. Desde ese momento, Flora comprendió el poder que se adquiere al cargar un arma.

Flora Martínez se describe a sí misma como una persona feliz. La rebeldía y la libertad siempre han sido sus motores. Después de vivir durante unos años con su madre en Canadá, regresó a Colombia cuando tenía 15 años, a vivir con su padre. Éste se opuso a que ella continuara en el colegio, pues no creía en la educación tradicional. Gracias a esta decisión, con la cual la joven Flora no estaba de acuerdo, comenzó a estudiar actuación con Edgardo Román y Alfonso Ortiz. Muy pronto llegaron los papeles en novelas como La otra mitad del sol, Leche, María Bonita y el largometraje Soplo de vida. Trabajó durante cinco años sin parar hasta que, para huir de la fama, la actuación y los medios, se fue a vivir a Nueva York.

Allá decidió perseguir su otra gran pasión, la música, pero siguió estudiando actuación. Apareció en películas independientes, obras de teatro y series de televisión. Cuatro años más tarde, de nuevo cansada de su entorno, planeó irse a Cuba y ser cantante en vez de actriz, como siempre ha soñado. En ese momento tocó a su puerta Rosario y le cambió la vida.

El director Emilio Maillé cuenta que mientras buscaba a su protagonista "las vi morenas, de las comunas, conocidas, prostitutas, de mala vida, de buena vida (...) descubiertas en revistas, todas tenían algo, pero no todo. Y sólo una me dio la confianza. (...) Fue Flora Martínez, la Rosario de mi Rosario Tijeras". Y aunque la película y el libro son distintos en muchos aspectos, la esencia de su protagonista es la misma. Una mujer inalcanzable y peligrosa pero absolutamente humana. A pesar de que muchos no logran entender sus acciones, todos pueden sentir su dolor y su miedo.

Cuando habla de su personaje, le brillan los ojos, se llenan de angustia, rabia y emoción. "Es que para encarnar a Rosario se necesitan cojones", dijo Flora a SEMANA, visiblemente exaltada. Durante el rodaje, la sicaria y la actriz convivieron en un mismo cuerpo. Pero Flora acepta que aunque ha sido difícil, Rosario por fin ha comenzado a irse. En Medellín todo el equipo detrás de la película vivió, rió y sufrió muy apasionadamente. Fue tal la compenetración con su personaje, que "si ella hubiera tenido un arma de verdad, ya no estaríamos aquí. Era un peligro", como dijo su director. n