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Desde la tumba

A pocos días de su muerte una entrevista póstuma revela lo que ya muchos sospechaban: el príncipe Bernardo de Holanda era corrupto.

12 de diciembre de 2004

Por estos días el pueblo holandés se debate entre dos sentimientos. Por un lado la tristeza que les causó en dias pasados la muerte del príncipe Bernardo, padre de la reina Beatriz, que provocó varios días de duelo oficial y la cancelación de las tradicionales celebraciones navideñas. Por otro, la incredulidad que despertaron una serie de entrevistas con el fallecido, publicadas en el diario Groene Amsterdammer. En ellas el príncipe reconoce que durante la década de los 70 recibió 1,1 millones de dólares como soborno de un fabricante de aviones estadounidense a cambio de recomendar al gobierno holandés que comprara las aeronaves.

Bernardo concedió las entrevistas entre 1995 y 2002 con la condición de que no se publicaran antes de su muerte. Su salida a la luz logró despertar un escándalo que llevaba más de 30 años dormido y que los holandeses creían superado. Ahora la palabra Lockheed, nombre de la empresa implicada, vuelve a las primeras planas de los diarios, aunque esta vez acompañadas de las declaraciones del arrepentido Bernardo: "Siempre he ganado mucho dinero, así que no necesitaba el millón de Lockheed. ¿Cómo pude ser tan estúpido?".

Las revelaciones de Bernardo también trajeron a la memoria de los holandeses otros lunares en su hoja de vida. Bernardo, alemán de nacimiento, entró a la rígida corte holandesa de la mano de la princesa Juliana, única hija de la reina Guillermina. La joven, dos años mayor que él, se encaprichó con el príncipe alemán durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936, que se celebraron en la ciudad bávara de Garmisch-Partenkirchen, y se casaron en 1937.

Aunque para poder casarse Bernardo renunció a su nacionalidad alemana, su pasado siempre lo persiguió. Se supo que en 1934 ingresó a las SS, aunque en su biografía oficial se aclara que lo hizo sólo para evadir los exámenes políticos que el partido nazi le imponía a todo alemán que quisiera recibir un título académico. Bernardo siempre minimizó este episodio y se declaró totalmente en contra de la ideología nazi. Para probar su lealtad a su nueva patria, Bernardo se dedicó a luchar por Holanda y en 1939 fue nombrado comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Cuando Alemania invadió Holanda, el príncipe se mantuvo al lado de su suegra, la reina, y llegó a comandar personalmente aviones de guerra.

Seis semanas después de la invasión alemana el pueblo holandés reconoció su labor: el día de su cumpleaños miles de holandeses se pusieron un clavel blanco en la solapa, accesorio imprescindible de Bernardo. Pero la luna de miel se agrió a medida que crecía la fama de mujeriego del príncipe, y acabó definitivamente con el asunto Lockheed y la revelación por el Congreso de Estados de que parte del dinero del soborno habría sido destinado a sostener a una de sus amantes en París.

Sin embargo, nadie puede dejar de reconocer las buenas obras de Bernardo. Fue uno de los fundadores en 1961 de la ONG ambientalista World Wildlife Fund (WWF), que llegó a presidir, y de la Federación Ecuestre Internacional. Conservó su interés por la ecología hasta sus últimos años, creando y consiguiendo fondos para reservas naturales en todo el mundo. Tal vez por esto el escándalo no les ha quitado brillo a los actos solemnes realizados por la muerte de Bernardo, que fue enterrado como corresponde: con honores de rey.