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Desde USA con amor

Glen Nimnicht es un norteamericano que le ha cambiado la vida a muchos niños colombianos. Este educador e investigador acaba de ser nominado al premio Hannah Neil Kellog's World of Children Award.

19 de julio de 2002

Hace 20 años un día normal en la vida de Glen Nimnicht comenzaba con un buen madrugón en las lluviosas selvas del Chocó. Antes de desayunar el robusto hombre, que había nacido en Wyoming y que de niño soñaba con ser abogado, espantaba mosquitos y se enjuagaba el sudor tropical mientras se aseguraba de que los tanques para recoger agua lluvia estuvieran impecables.

Luego bebía a sorbos apresurados una taza de café bien caliente que le daba la fuerza suficiente para comenzar, como todos los días, con la construcción de los centros comunitarios. Con medio siglo a cuestas y un español chapucero Glen les enseñaba a los habitantes de la zona la importancia de construir letrinas, la utilidad de los sistemas de recolección de agua potable, las ventajas de usar un deshidratador solar para frutas y verduras y los beneficios de diseñar trampas ecológicas para atrapar ratones.

Ni siquiera el clima malsano y los problemas de orden público podían alejarlo de las labores de Cinde, el centro de investigación y desarrollo humano que había creado junto con su esposa, la educadora colombiana Marta Arango, para mejorar la calidad de vida de los niños en zonas deprimidas. Ni siquiera cuando el DAS lo investigó porque era bastante raro que un gringo trabajara por las comunidades pobres de Colombia sin recibir nada a cambio. Ni siquiera cuando un grupo paramilitar entró a la sede del Cinde en busca de pruebas que lo relacionaran con algún grupo de izquierda. Ni siquiera cuando los narcotraficantes amenazaron de muerte a los estadounidenses que vivían en Colombia como presión para evitar la extradición y Glen tuvo que exiliarse tres años en su país. Ni siquiera, entonces, pensó en abandonar sus proyectos.

Hoy, con 78 años bien vividos, Glen Nimnicht no tiene el aliento para realizar las correrías de antaño pero su trabajo sigue dando de qué hablar. Este norteamericano, que no cambia a Colombia por ningún otro país del mundo, acaba de ser nominado al Hannah Neil Kellog's World of Children Award, un premio en educación que, palabras más palabras menos, es como ganarse el Nobel.

La historia de Glen es la de un aventurero. A una edad en la que bien podía haberse quedado en su país, viviendo de su prestigio como investigador social, decidió decirles adiós a las comodidades y trasladarse con su esposa a Sabaneta, Antioquia, para desarrollar en Colombia los proyectos que él había diseñado para las comunidades marginales de Estados Unidos y que habían sido exitosos en las décadas de los 60 y 70.

Después de trabajar con chicanos y nativos norteamericanos el turno les llegó a los habitantes de Bahía Solano, Valle, Nuquí y Panguí, cuatro pequeñas comunidades del litoral Pacífico que en 1978 hicieron parte del programa Promesa, una iniciativa a largo plazo liderada por Glen y Marta que contó con el financiamiento de varias instituciones internacionales, como la Fundación Bernard van Leer, Cebemo y Plan Internacional.

El programa partía de la base de que el desarrollo intelectual y afectivo de los niños entre 0 y 6 años estaba marcado por el entorno físico y sicológico que los rodeaba. Por lo tanto mejorar la vida de un menor que vivía en zonas marginadas no era simplemente llevarlo a la escuela sino atacar todos los problemas que lo afectaban y rodearlo de un ambiente equilibrado que, sin ser ostentoso, le permitiera crecer como ser humano.

Cuando el proyecto comenzó el 70 por ciento de las personas que vivían en las comunidades no sabían leer ni escribir, las escuelas primarias funcionaban de manera irregular, sólo un pueblo tenía buen suministro de agua potable, los baños y letrinas eran casi inexistentes, las calles y playas estaban convertidas en botaderos de basura y las ratas deambulaban tranquilamente a la luz del día sin que se hiciera el menor esfuerzo por controlarlas.

Glen, Marta y los demás miembros de Cinde iniciaron primero programas de estimulación para los padres con hijos pequeños en los que se les enseñó a los adultos a comunicarse con los niños y a utilizar los juguetes para fortalecer el desarrollo motriz y lógico de los pequeños en el hogar. Poco a poco establecieron nuevas estrategias en las cuales intervenían otros miembros de la familia, hasta que terminó involucrada toda la comunidad. A la par que los niños iban mejorando intelectualmente los adultos estaban aprendiendo a asociarse y a buscar soluciones a sus problemas sanitarios, laborales, económicos y recreativos.

Veinte años después, y tras superar dificultades económicas y de orden público, el proyecto que comenzó con 100 familias ha logrado influir a 7.000 hogares en la región.

Los indicadores hablan por sí solos ya que se redujo la mortalidad infantil en los primeros cinco años de vida y se aumentó la permanencia de los niños en el circuito educativo hasta tal punto que algunos de ellos continuaron sus estudios en la universidad.

Los logros alcanzados por Glen han sido reconocidos por organismos como Unesco, Unicef y el Banco Interamericano de Desarrollo, que buscan su asesoría en materia de desarrollo infantil y pobreza. A través de Cinde sus ideas han viajado por el mundo y han sido adoptadas en Chile, Venezuela, México, Panamá, Brasil, Indonesia, Kenia y Tailandia, por citar algunos países que han seguido su ejemplo.

La noticia de su nominación al premio lo emociona. No es para menos. Si gana piensa usar los 100.000 dólares poniendo en marcha el proyecto que lo trasnocha: 'Colombianos Apoyando Colombianos', una red de ayuda para los niños de escasos recursos y sus familias a través de programas educativos. Para Glen es así de simple: "Muchas de mis decisiones, como la de trabajar en el Chocó, las hago primero con el corazón y luego con la cabeza".

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Página oficial del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano