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DINASTIA DE INSENSATOS

Detrás de las tragedias de los Kennedy no se esconde ninguna maldición. Los miembros del <BR>clan han creído que su apellido es la excusa perfecta para vivir en la imprudencia y el desenfreno.

23 de agosto de 1999

Desde la muerte de Lady Di, ocurrida en 1997, los medios de comunicación no registraban
tal grado de conmoción como el que se presentó el pasado fin de semana a raíz del accidente en el que
perdió la vida John- John, el hijo menor del ex presidente John F. Kennedy. Durante cuatro días el pueblo
norteamericano guar-dó la esperanza de que el heredero de los Kennedy, su esposa Carolyn Bessette y
su cuñada Lauren hubieran sobrevivido al accidente de la avioneta Piper Saratoga que se precipitó al mar a
escasos 12 kilómetros de la isla de Martha_s Vineyard. Sin embargo el milagro nunca ocurrió y el
miércoles los organismos de rescate se internaron en las profundidades del Atlántico en busca de los
cadáveres de las tres víctimas.Como era de esperarse la noticia sirvió de excusa para que la prensa retomara
las ya trilladas teorías de la maldición familiar y la conspiración en contra de los Kennedy para justificar los
numerosos lutos que ha tenido que afrontar el clan. Pero detrás de esa mala suerte no se esconde ningún
hechizo sino un comportamiento arriesgado que ha hecho que los Kennedy paguen con su propia vida el
precio de sus locuras. "Los Kennedy han tenido mala suerte pero ellos mismos la han atraído por vivir
situaciones peligrosas", señaló Evan Thomas, editor de Newsweek.El último ejemplo de esta obstinación lo
protagonizó John-John quien, con tan sólo 46 horas de vuelo y un pie enyesado, decidió pilotear una
avioneta de un solo motor bajo un clima desfavorable y sin llevar salvavidas. Su falta de pericia le hizo
perder el control y la nave se precipitó en picada a una velocidad de 1.400 metros por minuto hasta
estrellarse contra el mar.Imprudencia aereaPero el accidente de John-John no fue el primero en la lista de
tragedias aéreas. En 1944 su tío Joseph quiso ganarse el reconocimiento de su padre y se ofreció como
voluntario en una misión suicida durante la Segunda Guerra Mundial. El intrépido piloto de 29 años estaba
celoso de su hermano John, quien en 1943 rescató a los heridos de la lancha torpedera PT109 que
comandaba, y creyó que al atacar las bases enemigas también se convertiría en héroe. Sin embargo su
pronóstico falló y pereció en combate. Cuatro años más tarde una de sus hermanas, Kathleen Kennedy, la
joven viuda del duque de Devonshire, conoció a un aristócrata inglés de quien quedó perdidamente
enamorada. Como el joven era casado, las posibilidades de verse eran escasas así que Kathleen lo
convenció de que alquilaran un avión y viajaran de Londres a Niza. El mal clima reinante no preocupó a la
pareja de amantes que se embarcó en el peligroso viaje. La tragedia esperaba inevitable. La saga de
irresponsabilidades fue continuada por Edward Kennedy en 1964 cuando, ante la negativa del piloto personal
de JFK de realizar un viaje interestatal, el hoy senador contrató un avión privado. Una vez más el clima hizo de
las suyas y la nave se estrelló. En el siniestro murieron el piloto, el copiloto y Edward se rompió la columna.
Cinco años después Ted, su apodo familiar, se accidentó junto a su secretaria Mary Jo Kopechne. El auto
cayó al agua desde un puente en la isla Chappaquiddick y la joven murió ahogada. Ted huyó del lugar y
durante varias horas permaneció sin reportar el accidente. Finalmente se entregó a la justicia y fue
condenado a dos meses de prisión, pero salió libre bajo fianza.Jugando con fuegoPara nadie es un secreto
que los Kennedy necesitan altas dosis de adrenalina para sentirse vivos. Por eso no es de extrañar que
John y Robert su hubiesen inmiscuido en negocios de dudosa procedencia para lograr sus objetivos. Durante
la campaña presidencial de 1960 JFK obtuvo la victoria gracias a 100.000 votos que fueron sufragados en
Chicago. Los electores fueron patrocinados por Sam Giancana, el jefe de la mafia de la costa este de
Estados Unidos, quien decidió ayudar a los Kennedy con el compromiso de que ellos nunca atacarían
sus actividades ilícitas. Sin embargo los hermanos le hicieron conejo al mafioso y cuando llegaron al poder
se encargaron de perseguirlo. Según varios analistas políticos, esta traición fue lo que les costó la vida. John
fue asesinado en 1963 en Dallas, y Robert fue acribillado en 1968 cuando, como candidato presidencial,
terminaba una reunión proselitista en el Hotel Ambassador de Los Angeles.Otra de las características de los
miembros del clan es que su obsesión se ha convertido en un dolor de cabeza en más de una ocasión. El
escándalo más reciente fue el protagonizado por William Kennedy Smith, hijo de Jean, quien fue acusado de
violar a la hija de un millonario durante las vacaciones de Semana Santa de 1991. Después de varios meses
en la Corte el joven fue absuelto. Los hijos de RobertSi bien toda la familia ha ocupado los titulares de prensa
debido a sus desmanes lo cierto es que los hijos de Robert han sido los más descarriados. Joe, el mayor, hizo
carrera política como senador y al igual que su tío Edward se vio involucrado en un accidente automovilístico
por exceso de velocidad. En 1973 fue responsable del choque en el que su amiga Pam Kelly quedó paralizada
de por vida. David, el cuarto hijo, no corrió con mayor fortuna ya que el hecho de haber visto por televisión el
asesinato de su padre cuando apenas tenía 12 años lo marcó de por vida. Para sobrellevar la pérdida el joven
se entregó a las drogas y en 1984 murió víctima de una sobredosis. Su cuerpo fue hallado en un hotel en
Palm Beach , Florida, en donde acostumbraba realizar fiestas desenfrenadas en las que el sexo, el
alcohol y las drogas mandaban la parada. En mayo de 1997 Michael , el sexto retoño de Robert, anunció que
se separaba de Victoria Gifford, su esposa durante 16 años. Los motivos del rompimiento no podían ser
más escabrosos: Michael mantenía desde hacía cinco años relaciones sexuales con la niñera de sus tres
hijos, quien apenas tenía 14 años cuando se enredo con él. Siete meses después, durante las vacaciones de
invierno, Michael no acató las advertencias de los guardias y siguió esquiando a pesar de que la pista ya
estaba cerrada. Sin ninguna protección el joven se puso a jugar futbol americano de espaldas y desatendió las
normas de seguridad para ese deporte. De un momento a otro perdió el control y se estrelló contra un árbol.
El golpe fue tan fuerte que murió al instante. Ciertamente se trata de una historia llena de satisfacciones
pero también de tragedias. Los Kennedy, como las grandes familias de la historia, se han debatido entre la
gloria y el infierno. Pero esos son los ingredientes con los que se originan las leyendas.