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María Claudia Naranjo es politóloga, Gabriel Santos fue elegido el año pasado como representante a la Cámara por el Centro Democrático. Aunque tienen visiones políticas muy diferentes, anhelan el mismo país, “sin sectarismos, próspero y reconciliado”. | Foto: Karen Salamanca

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Se casan los hijos de Pacho Santos y el general Naranjo: un amor contra viento y marea

Los hijos de los dos ex vicepresidentes se comprometieron. Después de superar la adversidad personal y los vientos políticamente contrarios de sus familias, se casarán el próximo año en Barichara. Este artículo hace parte de la revista Jet Set.

María Mercedes Castro
30 de agosto de 2019

Gabriel García Márquez narró en El amor en los tiempos del cólera el padecimiento que entrañan los amores contrariados, esas relaciones frustradas, casi que imposibles y condenadas a la infelicidad. Esa pareció ser hasta hace poco, la historia entre María Claudia Naranjo y Gabriel Santos.

Tienen en común que son hijos de los dos vicepresidentes más influyentes y antagónicos de los últimos años en Colombia. Los dos han padecido en familia los efectos del secuestro, amenazas de muerte, violencia y exilio.

Ella es la hija menor del general Óscar Naranjo, catalogado como el mejor policía del mundo en su lucha contra el narcotráfico y la delincuencia, cuando fue director de la Policía Nacional entre 2007 y 2012. Ya retirado, fue uno de los negociadores en los diálogos de paz que adelantó el gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc, en Cuba. Hoy, contra toda oposición, sigue siendo uno de los más aguerridos escuderos de este proceso.

Gabriel, por su parte, es el segundo de los cuatro hijos de Francisco Santos Calderón, heredero de los dueños de El Tiempo (hasta 2007) y miembro de una de las familias políticas más poderosas del país. Pacho fue secuestrado por Pablo Escobar en 1990, y diez años más tarde tuvo que exiliarse en España cuando recibió amenazas de la guerrilla, precisamente por la labor antisecuestro que adelantaba como director de la Fundación País Libre.

Gabriel admira a su suegro por su servicio al país: “Le siento tanto respeto, que aún en familia le sigo diciendo ‘general’”.

Aceptó regresar a Colombia para ser la fórmula vicepresidencial de Álvaro Uribe en 2002, cargo que ocupó durante los siguientes ocho años. Actualmente es el embajador de Colombia en Washington y bien es conocida su crítica al acuerdo de paz firmado con las Farc, en 2016.

Descuadrados

La clase de Historia Europea del siglo XX unió a María Claudia y a Gabriel en la Universidad de los Andes. Ninguno sabía quién era el otro. El café de las mañanas para espantar el frío, uno que otro cigarrillo, los libros y los trabajos les fueron despertando el gusto por estar juntos. Los temas en común se hicieron frecuentes, o mejor, la excusa perfecta para hablar por varias horas.

En el santuario Fushimi Inari- Taisha, de Kioto, recordaron cada peldaño que escalaron para lograr estar juntos.

Eran amigos, pero el corazón les decía otra cosa. Y tal vez porque el sentimiento a veces hablaba bajito, ninguno de los dos se escuchó, ni coincidieron en los tiempos. Se turnaban las excusas y las respuestas ante la oportunidad de iniciar una relación formal: “No, porque tengo novio”. “No, porque me acabo de cuadrar con Fulana”. “No, porque estoy entusada”. “No, porque me voy de viaje”. Siempre existió un motivo, pero cuando María Claudia se enamoró y decidió casarse, esa fue la tapa.

En ese momento Gabriel entendió la diferencia que hay entre un amor platónico y uno imposible: “Fue horrible. No hay peor sensación que amar tanto y no poder tener a esa persona, sobre todo ya con la certeza de que se casó y que no hay oportunidad de nada. Pasé por todo el proceso de la tusa, desde la tristeza profunda hasta la aceptación. Lo interioricé, le deseé felicidad y le puse punto final”.

Durante el secuestro de Francisco Santos, Óscar Naranjo ya era mayor de la Policía y fue encargado de asesorar a la familia y, en especial, a María Victoria García, la joven esposa de Pacho, quien con dos pequeños hijos, uno de ellos Gabriel de apenas seis meses, le hacía frente a uno de los capítulos más oscuros de la historia de Colombia: Pablo Escobar comenzó una escalada de retenciones de personalidades para evitar su extradición a Estados Unidos.

María Claudia descubrió en Pacho Santos una persona divertida, amable y amorosa, y con quien tiene mucha empatía.

Ese episodio marcó trágicamente al país con el asesinato del exprocurador Carlos Mauro Hoyos, Marina Montoya y Diana Turbay, pero dejó también una marca indeleble de gratitud y amistad entre las dos familias.

El matrimonio de María Claudia fue uno de los eventos más celebrados del momento y a él asistieron importantes representantes de la sociedad colombiana, entre ellos los Santos García, obviamente con Gabriel incluido en la invitación. Pero él decidió no asistir “porque haber ido era tanto como echarle limón a la herida. Ese día me fui a un retiro espiritual desconectado de todo”, recuerda.

María Claudia y su esposo viajaron a Estados Unidos para comenzar su vida como recién casados en Miami. Gabriel, mientras tanto, continuó con sus estudios. Pasaron varios años y el sueño de vivir felices para siempre se le derrumbó a la hija del general Naranjo. Con el dolor que deja un divorcio, buscó refugio en el hogar de sus padres.

Realismo mágico

Tiempo después, María Claudia regresó a Colombia y durante una reunión de amigos se reencontró con Gabriel. Era la primera vez que se veían en muchos años. En esta ocasión se escucharon, reflexionaron e hicieron de la comunicación la base de una relación sólida y madura.

Por fin el tiempo, la razón y el amor se alineaban a su favor. Sin embargo, sabían que estar juntos implicaba soportar una avalancha de críticas y juicios. Sobre María Claudia, por ser una mujer recién separada, hija del favorecedor de la paz; y sobre Gabriel, por ser un político del Centro Democrático e hijo del contradictor del mismo proceso.

Gabriel eligió el Nezu Museum de Tokio, Japón, para pedirle matrimonio a María Claudia, el pasado 2 de julio.

Fue un tiempo duro. “Nuestra relación no era fácil de digerir para las familias, para la gente, ni para nosotros mismos. Si hubiéramos escuchado las voces que decían que éramos como Romeo y Julieta, hoy no estaríamos juntos”, aclara María Claudia. Un día su papá le preguntó si era realmente feliz con Gabriel. La respuesta fue positiva. “¿Tienes alguna duda?”, me insistió. Le dije que ¡no!, y me ofreció todo su apoyo”. De eso hace ya más de un año. 

En mayo pasado, durante las vacaciones familiares a Japón, Gabriel organizó en secreto el “comité promotor de viaje y compromiso”. Papá, mamá y hermanos lo secundaron en su plan. En los jardines de un parque de Tokio, se arrodilló y con anillo de diamantes en mano le pidió a su novia, su amiga y excompañera de clase que fuera su esposa. En medio de las lágrimas sellaron su compromiso.

En el realismo mágico de Gabo, a Florentino Ariza le tomó 53 años, 7 meses y 11 días reencontrarse con Fermina Daza, el amor de su vida. A María Claudia y a Gabriel les costó una década de encuentros y desencuentros.

Pacho Santos y Óscar Naranjo, contradictores políticos en materia de paz, ahora serán consuegros

El matrimonio católico será en 2020 en Barichara, Santander. Aún no han definido la fecha. Saben que será una fiesta larga y sin protocolos, íntima y sencilla. Obviamente no hay posibilidad de que sea con pocos invitados: sus familias son numerosas y tienen muchos amigos en común.

María Claudia y Gabriel unirán sus vidas, pero también a dos familias aparentemente separadas por posiciones políticas irreconciliables... Nada más alejado de la verdad. Los Santos y los Naranjo han sabido caminar unidos, con respeto y afecto, dando muestra de que se puede convivir en paz en medio de la polarización que separa a las mayorías en el país.

* Este artículo hace parte de la más reciente edición de la revista Jet Set. Puede leer más aquí