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El artista sin rostro

Banksy, el misterioso personaje que se hizo famoso con sus grafitos e intervenciones políticamente incorrectas, es ahora un exitoso director de cine.

6 de marzo de 2010

El hombre más buscado en el mundo del arte es un 'grafitero' de identidad desconocida, apodado Banksy. Empezó como un vándalo que 'ensuciaba' con aerosol las paredes de la ciudad inglesa de Bristol (presuntamente su lugar de nacimiento), llevó sin ninguna clase de permiso sus intervenciones satíricas a lugares tan diversos como Disneylandia y Palestina, y ahora vende sus obras hasta por cientos de miles de dólares en prestigiosas galerías del Reino Unido y Norteamérica. Su última creación, tan aplaudida como las anteriores, es su primera película, Exit Through The Gift Shop, que cuenta la historia de un tendero y cineasta aficionado que lo persigue para descubrir quién es realmente.

Pero ni su propia cinta, que se estrenó la semana pasada en el Reino Unido, descubre su verdadera identidad. Un hecho que deja vivo el misterio del hombre que es admirado entre artistas callejeros y galeristas, y ahora elogiado como director de cine en festivales tan importantes como Sundance y Cannes. Lo curioso es que, aunque ya haga parte del selecto mundo de las alfombras rojas, no ha perdido la esencia de delincuente que lo hizo famoso en todo el mundo.

La importancia de Banksy también radica en que desarrolló la técnica del esténcil, en la que se usa una plantilla para pintar. El grafitero cuenta en el libro Wall and Piece que la inventó cuando tenía 18 años y unos policías lo descubrieron mientras pintaba la pared de una estación de tren. "Estuve una hora escondido debajo de una volqueta con una gota de aceite cayendo sobre mi cara. Mientras escuchaba a los policías en sus carros, pensaba que tenía que reducir mi tiempo de trabajo a la mitad o dejar de hacerlo. Al mirar hacia arriba me encontré con una figura en esténcil sobre el tanque de gasolina. Me di cuenta de que podía copiar ese estilo y hacer las letras tres veces más grandes".

Desde entonces se ha dedicado a burlarse del sistema con sus obras de arte. Hizo una de sus intervenciones más recordadas en el muro que separa a Palestina de Israel, en el que pintó, entre otras cosas, una escalera y un hueco para pasar al lado israelí. Cuentan quienes dicen conocerlo que, para lograrlo, le pidió a un amigo que le informara los cambios de guardia de los hombres armados que cuidan la barrera. Convencido de que tenía el tiempo suficiente, se arriesgó e hizo los dibujos. La sorpresa llegó al otro día, cuando su informante le confesó que no sabía de dichos turnos y le había gastado una broma, convencido de que no sería capaz de hacerlo. Pero él se atreve a todo. Como a burlar la seguridad de Disneylandia para meter una muñeca inflable vestida con el uniforme de un preso de Guantánamo. O ingeniárselas para introducir a un elefante vivo en una exposición y pintarlo igual que el papel de colgadura para que pareciera parte de la pared.

Y hay más 'fechorías'. Con barba falsa y sombrero se ha colado en museos tan prestigiosos como el Metropolitan de Nueva York, donde colgó el retrato clásico de una mujer con una máscara de gas.

Dicen que cuando sus obras llegaron a las galerías se disfrazaba de obrero o de pintor de brocha gorda para revisar que todos los detalles quedaran tal y como él quería. El 'Terrorista del Arte', como lo apodaron en un principio, también ha plasmado en sus obras a dos policías ingleses besándose apasionados, a la Mona Lisa con una bazuca y a la Reina Isabel con cara de mono. Muchos lo critican, pero él se defiende: "Los gobiernos dicen que el grafito atemoriza a la gente y es un símbolo del declive de las sociedades. Pero todo el tiempo en la calle hay un bombardeo de información publicitaria que estamos obligados a ver. Si los publicistas lo hacen con toda libertad, uno puede responder como quiera y donde quiera".

Banksy ha creado alrededor de él un enigma que en sus inicios le servía para encubrir sus intervenciones ilegales y que hoy lo ha convertido en toda una celebridad anónima que muchos quieren descubrir. Hay quienes dicen que se hace pasar por su representante y que en los festivales de cine en los que ha presentado su película se camufla entre los asistentes. Pero son los medios los más interesados en desenmascararlo. Tanto, que periódicos como el Daily Mail han formado equipos de periodistas para que sigan su rastro.

Contrario a lo que muchos especularon en un comienzo, todo apunta a que el artista estudió en un colegio católico y tradicional de Bristol, en el suroeste de Inglaterra, donde todos dicen que lo conocen o, en su defecto, que conocen a alguien que lo conoce. Quienes le han pisado los talones aseguran que tiene unos 36 años y mide 1,80 metros; que demostró su habilidad artística desde muy niño y que se perdía por meses de sus padres o compañeros de apartamento, curiosamente en los momentos en los que aparecían nuevas y provocadoras obras. Como cuando pintó en un edificio del Ayuntamiento de la ciudad el grafito de un hombre con los pantalones abajo colgado de la ventana del cuarto de su amante. El dibujo tuvo tanto éxito que los ciudadanos pidieron a las autoridades que no lo borraran. Y no lo hicieron.

La mujer que dicen que es la mamá dice no conocer a Banksy (algunos afirman que su nombre es Robert Banks, otros aseguran que se llama Robin Gunningham). Su presunto padre también lo niega. Ahora toca ver si las pistas que han seguido los periodistas y fanáticos son falsas, y forman parte de una estrategia creada por Banksy para seguir anónimo en un mundo en el que cada día es más famoso.