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EL BENJAMIN DE LAUREANO

Después de una vida a la sombra de su hermano, Enrique Gómez Hurtado no sólo pone el apellido sino la cara.

14 de octubre de 1991

UNA NORMA HA REGIDO SIEMPRE LA vida de Enrique Gómez Hurtado: el respeto por la primogenitura. Como en la aristocracia inglesa, el poder y gloria de una familia se revervan al mayor de los hijos. Los otros se limitan a jugar papeles subalternos. Por esto, en la familia Gómez Hurtado el único sol que ha brillado durante el último medio siglo ha sido Alvaro.
Pero el hecho de que el benjamín de Laureano haya desempeñado un papel secundario en la vida pública, no significa que esté desprovisto de condiciones de primera. Es un hombre inteligente, culto y preparado que hace honor a la estirpe de Laureano Gómez. De todos, es el que más se parece a su padre. Alvaro es Hurtado, Enrique es Gómez, dicen quienes los conocen. Esto último quiere decir que es vehemente, elocuente, directo y, en cierta forma, feroz.
Esas características de su personalidad le han granjeado la reputación de ser soberbio y pedante, pero sus amigos aseguran que lo que sucede es que todos los políticos son soberbios y pedantes, sólo que han aprendido a ocultarlo. Enrique Gómez, en cambio, es impolítico: siempre dice lo que piensa. Y su papel de eminencia gris de Alvaro, le ha permitido hacerlo a sus anchas ya que su función ha sido la de transmitir ideas y no la de conseguir votos.
Ahora, por uno de esos azares del destino -o de la política- a Enrique Gómez le toca, por primera vez en su vida, conseguir votos. Después de una vida dedicada al servicio de la carrera de su hermano, Enrique había estado discretamente distante de la última etapa política de Alvaro. Pero cuando las inhabilidades que estableció la Constituyente dejóz por fuera del juego el nombre de este último, Carlos Lleras de la Fuente sugirió el de Enrique. Alvaro se opuso arguyendo que esa sería una actitud