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EL CAPITALISTA MODELO

Esta semana rinden homenaje a Hernán Echavarría Olózaga, por medio siglo de vocación de servicio público desde el sector privado.

7 de octubre de 1996

Aunque marxista en sus épocas de estudiante, Hernán Echavarría Olózaga ha sido reconocido a lo largo de su vida como uno de los defensores más tenaces del capitalismo. A los 20 años, mientras to- maba clases en la Victoria University, de Manchester, y luego en el London School of Economics, se dio el gusto de leer a Lenin y de discutir sobre los alcances de la lucha bolchevique. Pero pronto se dio cuenta de que el socialismo no era más que una utopía. A cambio, de regreso a Colombia se dedicó a trabajar por el que hoy es uno de los mayores emporios empresariales del país: el grupo Corona. A partir de entonces su trayectoria en el sector privado ha corrido paralela a una intensa vida pública. Fue ministro de Obras de Alfonso López Pumarejo, de Comunicaciones durante el gobierno de Lleras Camargo y embajador de Colombia en Washington en la administración de Lleras Restrepo; y al mismo tiempo ha participado, entre otras cosas, en la fundación de instituciones educativas tan reconocidas como la Universidad de los Andes y el Centro de Estudios Superiores _Cesa_. Echavarría no sólo ha vivido el poder de cerca, sino que en más de una oportunidad lo ha desafiado. Amante de la navegación, hasta el punto de haber construido su propio velero en madera, su gran satisfacción en ese deporte es capotear las tempestades. Sin embargo, en el campo político Hernán Echavarría prefiere desatarlas. En los tiempos de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, organizó una cumbre de empresarios en Cali para presionar la dimisión del general, mientras él conspiraba desde una avioneta en Barranquilla, lanzando volantes que pedían la renuncia. Durante la presidencia de Julio César Turbay y como director de la entonces llamada Comisión Nacional de Valores, se encargó de prender el mechero del escándalo del Grupo Grancolombiano. Hoy, cuando ya todo el mundo lo consideraba alejado de la controversia pública y disfrutando de un merecido retiro, Echavarría decidió librar otra gran batalla: liderar un movimiento de oposición contra el presidente Ernesto Samper. No ha sido una tarea grata. Samper ha resultado más difícil de tumbar que Rojas Pinilla, y todo el que se ha enfrentado a él, además de quedar matriculado como conspirador, se ha tropezado con un muro invisible. A pesar de esta frustración, Echavarría cuenta y ha contado siempre con un gran prestigio nacional. No es el empresario más poderoso de Colombia, pero puede ser el más respetado. No porque siempre haya tenido razón. No porque siempre haya ganado. Sino porque incluso sus detractores reconocen que es un hombre de empresa que siempre ha antepuesto el interés público al interés particular.