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El ciudadano Escobar

En un documental de Sergio Cabrera, la viuda y el hijo del jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, hablan por primera vez de la vida familiar de un hombre que marcó en forma trágica la historia de Colombia.

28 de abril de 2003

En la memoria de casi todos los colombianos Pablo Escobar Gaviria figura como un delincuente que construyó el imperio del narcotráfico más poderoso y sangriento del planeta. En la de María Victoria Henao, su esposa, en cambio conserva intactos los años felices cuando, siendo ella aún una niña, él le enseñó delicadamente el amor. En la de Juan Pablo, su hijo, guarda nítidos los consejos que él le deba para que como buen muchacho se alejara de los problemas que agobian a los jóvenes como, por ejemplo, la drogadicción.

La visión de los familiares del capo está consignada en el más reciente trabajo del cineasta Sergio Cabrera: El ciudadano Escobar, una película escrita y dirigida por el autor de la taquillera Estrategia del Caracol y que, por lo pronto, se estrena este mes en las salas europeas. Por esta razón Cabrera reprodujo apartes de las entrevistas con la esposa (quien usa su nuevo nombre, María Isabel Santos) y el hijo (Sebastián Marroquín) en un extenso artículo en el prestigioso diario español El País. "A partir de su muerte, su familia ha tenido una vida difícil, incierta, peligrosa y de alguna forma casi cinematográfica, escribe él. La historia de esa familia y del estigma de ser familiares de uno de los hombres más odiados o queridos de la historia de Colombia depende de quien lo recuerde, podría ser por sí misma otra película", agrega.

En efecto, mientras que los colombianos lo conocieron como el criminal que a punta de bombazos puso de rodillas al país, ellos guardan en la memoria aún diáfanos los pocos momentos que compartieron con él y en los que siempre les mostró que su amor por ellos era tan inmenso que se jugaría la vida para protegerlos. Por eso mismo cayó porque el día de su muerte, el 2 de diciembre de 1993, el hombre extremadamente cauteloso cometió el error de llamarlos en dos ocasiones por teléfono para saber si estaban bien.

Ese afecto, que se convirtió en su talón de Aquiles en la guerra que libró con el Estado, no era un brote espontáneo sino el producto de una relación a la que, a su manera, él le dedico su vida. María Victoria revela, por ejemplo, que nunca pudo formarse una visión objetiva de él porque empezó a amarlo con todo su corazón desde cuando era tan sólo una niña de 13 años. "Me casé en Palmira, en la iglesia de La Trinidad, y me casó el mismo cura que me bautizó. Estuvimos en Palmira dos días, la luna de miel la pasamos en la casa de mi abuela y luego regresamos a Medellín. Y él estaba todo el tiempo en la calle trabajando. Siempre me contaba de su trabajo, que estaba todo el tiempo vendiendo cosas, trayendo ropa de Panamá y pues rebuscándose la vida para poder estar de mejor forma".

Escobar, según narra ella, no le contó en realidad a qué se dedicaba. Ella no sólo se mantenía al margen porque poco le interesaba sino porque en aquella época tenía unas preocupaciones más propias de una niña de su edad: el colegio. Así que mientras ella se iba para sus clases, él se iba a conseguir plata. Ella perdió la inocencia precisamente en los días previos a las anheladas vacaciones estudiantiles. "Un día común y corriente, me voy para el colegio a estudiar. Y cuando salgo a la una de la tarde me encuentro con la noticia de que Pablo está detenido. Justo ese día salíamos de vacaciones, eran las vacaciones de julio. Yo no entendía nada, yo decía: 'Pero, ¿detenido? ¿Por qué?".

El le contó que se había ido a ayudarle a un amigo en un problema que tenía y justo en ese momento había llegado la policía. La explicación puede ser insuficiente para una mujer que ha tenido que padecer el sufrimiento de haber visto a su esposo en prisión durante varios meses pero no para una niña que como ella misma recuerda en aquel momento, "jugaba con muñecas".

En la medida que ella fue creciendo, él también iba edificando una de las organizaciones criminales más poderosas del planeta con las consecuencias que todo el mundo conoce. Sin embargo en ella siempre primó su amor de esposa. Porque cuando entendió las dimensiones de lo que él estaba haciendo la guerra ya había empezado y no iba a abandonarlo pasara lo que pasara. Sin embargo ella tampoco tiene claro cuándo empezó ese baño de sangre que duró casi dos décadas. ¿Cómo empezó la guerra?, le pregunta en el documental Cabrera. "Yo no sé cómo empezó ni cómo terminó, realmente, Sergio. Esa mañana de 1984 que? mataron al ministro? yo creo que fueron pasando cosas de una dimensión que nadie las calculó y nadie las imaginó: una mezcla de pasión y de locura y de juegos cruzados", recuerda, al referirse al asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, uno de los primeros magnicidios que cometió el cartel de Medellín y que sirvió de detonante para que las cosas en Colombia nunca volvieran a ser iguales.

Naturalmente, para la familia del capo tampoco. Por ejemplo, Juan Pablo recuerda que la última vez que compartió instantes de tranquilidad con su padre tenía apenas 5 años. Luego todo fue incertidumbre porque Escobar pasó a la clandestinidad y para volver a verse ellos tenían que internarse en azarosos viajes. "Teníamos que caminar mucho y había lugares que estaban muy ocultos y eran horas y horas de camino en caballos o mulas y en lugares donde no era fácil el acceso. Muchas horas para llegar y estábamos muy poquito tiempo y ya nos teníamos que regresar", dice ahora, a sus 25 años de edad.

En semejantes circunstancias se comprende que María Victoria y Juan Pablo le perdonaran todo al capo. Por ejemplo, era público que cuando él estaba detenido en la cárcel de La Catedral tenía relación con muchas mujeres que él mandaba llevar. Un hecho muy grave para la estabilidad de una pareja aunque ella sabía ponerla en el punto adecuado. "Pesaba mucho más la presión de la guerra que un reclamo de éstos, que era efímero para la dimensión de mi vida, de mis hijos y de la familia entera, por ejemplo".

Igual Juan Pablo sabía de las dificultades de su padre, pues él le había revelado que la situación en la que estaba involucrado era tan grave que por eso él siempre guardaba cerca "un par de pastillas de cianuro, para consumirlas si acaso. Para no enfrentar ese gran miedo, la extradición".

El testimonio humano de la viuda de Escobar y de su hijo forman parte de 200 horas de grabación que hizo Cabrera sobre el capo para el documental que realizó con el actor Humberto Dorado y que seguramente dará de qué hablar. Porque si algo está claro es que nadie es indiferente ante Escobar, así se vayan a cumplir ya 10 años de su muerte. Pasarán muchos años antes de que sus actos se miren con una lupa más reposada. Eso lo sabe Juan Pablo, quien dice a las víctimas de su padre "a todos ellos, en su nombre y memoria, les pido perdón por todo el daño sufrido". Mientras tanto ellos continuarán probablemente durante muchos años en el exilio, sin poder volver al país, como quieren, porque saben que las heridas aún están abiertas.