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EL DIVINO CALVO

Un cáncer acabó con "el rey"

11 de noviembre de 1985

Yul Brynner con 65 años de edad, inválido, con la cabeza rapada, como siempre, y un dedo señalando a la cámara, al televisor, al público que lo está mirando al otro lado, dice con su voz gruesa y varonil: "Si ustedes no quieren acabar como yo, abandonen el cigarrillo".
Sabía que iba a morir pronto, lo sabía desde septiembre de 1983 cuando un médico le diagnosticó un cancer de los pulmones. Se fumaba hasta tres paquetes diarios además de incontables tabacos que mordía nerviosamente, con los mismos gestos del personaje que llegó a interpretar 4.625 veces durante los últimos 30 años, el personaje principal de la comedia musical "El rey y yo".
La aparición de Brynner previniendo a la gente sobre el peligro del cigarrillo, ejerció un dramático impacto en los norteamericanos, y la revista National Inquirer, típico producto de la prensa amarilla, hizo un despliegue la semana antepasada para revelar cómo el autor, 4 meses después de haber suspendido su trabajo porque el organismo ya lo tenía demasiado destruido, lo que más lamentaba de todo, lo que más echaba de menos, eran los aplausos de la gente, enardecida con ese monarca de Siam que baila y canta y salta y grita y maldice en su pequeño reino.
En la historia del cine y el teatro nunca se había visto una identificación tan completa, tan absorbente, tan vital como la de Yul Brynner con ese personaje, por el que se ganaría dos premios, el Tony y el Oscar.
Lo que los críticos encontraban más pasmoso era cómo Brynner podía darle tanta intensidad al personaje del rey, en su primera aparición en 1951 como en su última salida en junio de este año. Frank Rich, del New York Times, afirmó que ambas actuaciones eran espléndidas y demostraban la profunda profesionalidad de un hombre. Comezando por su misma edad, ya que siempre que se la preguntaban daba una fecha diferente.
El personaje del rey opacó injustamente la carrera de Brynner en otras obras y películas. En una entrevista publicada en 1984, el actor se quejaba de la obsesión de la gente y la prensa con una misma pregunta: "¿ Usted se identifica con el rey?". El actor decía: "Es una tontería, eso demuestra una total ignorancia por parte de quien formula la pregunta. La vida no podría ser soportada y la actuación no sería verdadera si yo, al llegar a mi casa me comportara con mi esposa como el rey de Siam. Tiene que entenderlo. Nunca me he identificado con el rey, sólo en el escenario me convierto en él, pienso como él, actúo como él, me siento inseguro como él. En el escenario me dejo arrastrar por el modo de ser de ese hombre tiránico e infantil, pero sólo porque tengo una profesión maravillosa: soy actor".
Cuando le preguntaban sobre su infancia, sobre su remoto origen, siempre decía: "digan que soy una especie de niño mongólico". Celoso de su intimidad, enemigo de los escándalos publicitarios, Brynner siempre salía con algo nuevo y disparatado ante los periodistas. Unas veces decía que había peleado al lado de los republicanos durante la guerra de España y otras veces que se había ganado la vida vendiendo botellas vacías en ciudades europeas.
Un amigo, divertido con todas las historias fantásticas que el actor contaba sobre su pasado, decía al enterarse de su muerte: "Qué importa que nos haya mentido, que importa que se haya burlado de nosotros, si siempre que hablaba era con colores, con sonidos, con olores, con todo lo maravilloso de su buen humor, de su vitalidad que jamás se redujo, ni siquiera durante sus últimos meses".
Hollywood pierde uno de sus mejores elementos. En un medio caracterizado por la mezquindad, la tensión, la violencia, lo dramático y lo falso, Brynner siempre estaba sonriendo siempre ayudaba a las campañas de caridad, siempre aparecía en comerciales que prevenian contra algunas enfermedades, y su advertencia sobre el peligro del cigarrillo fue directa, benéfica.
Entre la realidad y la fantasía, Brynner había nacido en la Isla de Sajalín, en la costa de Siberia, en el hogar de un ingeniero de minas, mongol, y su mujer, una gitana rumana.
Siempre cambiaba la fecha de nacimiento, pero se divertía contando anécdotas de su infancia en ciudades tan distantes como Pekín y París, donde a los 13 años en un circo, comenzó su carrera. Apelando a sus exageraciones contaba cómo un día tuvo un accidente en el circo, se hizo 47 fracturas y tuvo que abandonar esa carrera, porque además se aburría en la pista. El quería volar, saltar en el aire, sin temerle al peligro; durante su carrera cinematográfica demostraría su desprecio por la muerte al rechazar los dobles que el estudio siempre quería utilizar en las escenas más dificiles.
En 1934, mientras sobrevivia con una guitarra y cantando en las calles de Paris, se unió a un grupo de teatro y 8 años más tarde llegó a Estados Unidos con un inglés incipiente, pero apenas esencial para un pequeño papel en una obra de teatro. Lo malo era que cuando quería decir algo diferente a los diálogos, tenía que sacar su diccionario. Sus personajes duros, violentos y majestuosos de películas como: "Los diez mandamientos" "Anastasia", " Rojo amanecer" "Los hermanos Karamazov", serán recordados como ejemplo de vitalidad y egolatria; pero en la vida real Brynner siempre estuvo preocupado por los desposeidos, y durante varios años, a partir de 1960, trabajó como consultor especial del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y realizó un documental de televisión sobre sus visitas a los campos de refugiados en Europa y el Oriente Medio. En 1977 Brynner fue presidente honorario de una conferencia mundial de gitanos, que reunió a delegados de 22 paises, en un esfuerzo por acabar con la guerra a muerte que se sostenia contra ese pueblo.
Brynner, quien también trabajó en la televisión, sobre todo en los primeros años de su carrera en los Estados Unidos dirigiendo series como "Estudio uno", era un excelente fotógrafo, y la revista Life le publicó trabajos suyos en numerosas ocasiones.
Junto con su esposa, un hijo (Rock) y tres hijas (Victoria, Mia y Melody), Brynner realizó numerosas campañas en Estados Unidos para combatir el cáncer en los niños. Cuando por milésima vez le preguntaban si se habia rapado completamente la cabeza por un simple afán publicitario, el actor soltaba una carcajada, miraba a la otra persona y le decia: "¿ Usted sabe cuál es la mayorrrustración de mi vida?". Cuando el interlocutor pensaba que iba a ser el confidente de un gran secreto, Brynner añadia, "no poder eliminar a tontos como usted" .
La próxima vez que el lector se encuentre con un gitano por la calle, recuerde que un dia, un muchacho tuvo que abandonar el circo porque se hizo 47 fracturas, y se convirtió en un rey.--