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El 'enfant terrible'

Se estrena en Colombia 'Inglourious Basterds', de Quentin Tarantino. El genio del cine violento cambia a su antojo la Segunda Guerra Mundial.

17 de octubre de 2009

En Bastardos sin gloria, Brad Pitt, convertido en el cazador de nazis Aldo Raine, exclama mientras tatúa una esvástica en la frente de una de sus víctimas: "Creo que esta podría ser mi obra maestra". Quizás esa frase resume lo que su creador, Quentin Tarantino, piensa sobre su nueva cinta, pues recientemente afirmó que aunque "a algunas personas les gustará y a otras no, la realicé con toda mi pasión". Quizás el cineasta quiso interpretar a su público, que convierte cada uno de sus estrenos en todo un acontecimiento. No sólo porque a veces tienen que esperar años, sino porque siempre se preguntan intrigados: ¿Con qué nos va a salir esta vez?

A Tarantino le gusta experimentar con cada uno de los géneros, como lo hizo con las artes marciales en Kill Bill, y el cine negro en Jackie Brown. En esta oportunidad escogió el tema de la guerra y se atrevió a cambiar el curso de la historia: en el filme los judíos salen a matar soldados alemanes y hacen temblar a Hitler con su venganza. Y como suele suceder con sus creaciones, ha vuelto a generar risas en medio de lo siniestro, con unos diálogos sobre asuntos triviales que aunque logran desacelerar los latidos del corazón por unos momentos, son la antesala de la sangre, de una cabeza aplastada o de una balacera. "Me gusta que la gente se ría de cosas que normalmente no serían divertidas. Cuando escribo los guiones y cuando edito, oigo las carcajadas", explica.

Bastardos sin gloria, estrenada hace poco en Estados Unidos, llega a Colombia este mes. Rompió un récord en la carrera del director: en su debut recaudó más de 65 millones de dólares, la mayor cifra que una de sus cintas ha obtenido en su primer fin de semana. Fue nominada a mejor película en el Festival de Cannes, donde uno de sus protagonistas, el austríaco Christoph Waltz, fue aclamado como mejor actor. Sin embargo, las críticas que acusan a Tarantino de exagerar una violencia gratuita siguen acompañándolo, aunque él no parece prestarles atención. Con Kill Bill ya había reconocido sin tapujos que "lógicamente es una película violenta, ¿qué esperaban? es una cinta de Tarantino. Uno no va a ver un concierto de Metallica para pedirles que bajen el volumen". Y con motivo de su nuevo filme advirtió en el diario The Guardian: "Pues si la gente se ofende, no me importa, seguiré haciendo lo que hago". Algunos también han señalado que se le fue la mano con su versión alternativa de la Segunda Guerra Mundial, pues creó una historia inverosímil. "Tarantino inventa un mundo exclusivamente suyo, un mundo paralelo en el que todo puede suceder", explicó a SEMANA Wensley Clarkson, autor de dos biografías del director. "Es hiperactivo, casi bipolar, le gustan los excesos, sorprender, la polémica. Es como un niño necio que permanentemente está buscando irritar a la profesora".

Algunas reseñas cuestionan que sus obras reciclan otras películas, así que es incapaz de decir algo del mundo real. Tal vez no han entendido que a Tarantino no le interesa mostrar la realidad como es, sino los géneros del cine, parodiarlos, caricaturizar sus personajes y citar escenas no sólo de grandes clásicos, sino de cintas marginales. En Bastardos sin gloria homenajea el cine y alardea de su conocimiento enciclopédico: los nombres de los personajes se derivan de directores y actores, y la mayor parte de la acción ocurre en un teatro donde Joseph Goebbels, el jefe de propaganda nazi, presenta una de sus películas.

Como afirma The New York Times, "en esta historia el cine puede salvar el mundo". Y hace mucho salvó al propio Tarantino. Su mamá, Connie Zastoupil, mitad irlandesa y mitad cherokee, que lo tuvo cuando era una adolescente abandonada por su marido, "quería ponerle un nombre que llenara una pantalla", como ella declaró a Vanity Fair en 1994. Connie se inspiró en un personaje llamado Quint, interpretado por Burt Reynolds en la serie de vaqueros Gunsmoke. Quentin además era uno de los protagonistas de uno de sus libros preferidos, El ruido y la furia.

De niño las películas y las series de televisión lo rescataron de su soledad y de los abusos de su abuela alcohólica. Ya en ese entonces veía todo tipo de cintas, de sexo, violencia, terror, que escandalizarían a cualquier padre de familia. Mientras en el colegio sobresalía por sus malas notas y pésima ortografía, pese a su coeficiente intelectual de 170, asombraba con su memoria prodigiosa que lo hacía capaz de recitar diálogos enteros del cine. Dedicó sus primeras creaciones a su mamá, a quien le escribió un cuento en el que la retrataba como una mujer fastidiosa que al final moría trágicamente. "Lo siento muchísimo, pero así me salió el cuento. Sigues siendo la mejor mamá del mundo aunque tengas que morirte", le habría dicho.

Tarantino asegura que se educó con el cine. Como dejó el colegio a los 15 años, consiguió un trabajo en un teatro que presentaba películas porno, donde lo aceptaron porque con su gran estatura lo creyeron mayor. También tomó clases de actuación y cuentan que quiso operarse su prominente quijada porque pensaba que por ella no conseguía un papel. Lo único que logró en aquellos años fue ser uno de los imitadores de Elvis Presley en la serie The Golden Girls. Y se dio el gusto de ver todo el cine que quiso como vendedor en una tienda de videos. En esas estaba cuando una agente del ámbito cinematográfico le dijo que la única manera de entrar a Hollywood era aprovechar su talento para contar historias. Su primer intento fue un fracaso. Luego escribió True Romance, que tardó más de cuatro años en llegar a manos de Tony Scott, quien la dirigió, y Natural Born Killers, que le causó una gran molestia porque Oliver Stone cambió su idea al llevarla a la gran pantalla.

Pero estaba empeñado en dirigir su próxima película, Reservoir Dogs, que fue financiada por varios productores y que en 1992, a sus 28 años, le valió aplausos en el Sundance Festival. Dos años después ganó en Cannes con Pulp Fiction, que le dio fama mundial. Desde entonces, para explicar su estilo original, se hizo popular la expresión "tarantinesco".

"Me gusta la idea de que todo se deba a mí. Que empiece conmigo y una página en blanco y termine conmigo y una película", ha contado Tarantino, quien tiene fama de encargarse hasta del mínimo detalle de sus producciones. Por eso prefiere no dirigir las cintas de otro, porque se siente maniatado, y exige que sus actores sigan al pie de la letra sus libretos. "Tiene claro lo que quiere y así debe ser. Y el que no aguanta sus exigencias tiene que irse. Los estudios que suelen controlarlo todo le dan carta blanca", contó a SEMANA Etienne Boussac, un colombiano que trabajó con él como primer asistente de edición en Bastardos sin gloria. "No le gusta usar monitor, prefiere seguir las escenas con sus propios ojos. Tampoco es amigo de los efectos por computador, y todavía emplea los métodos clásicos". De hecho, escribió con un solo dedo en su procesador de palabras de 1987 la historia a la que venía dándole vueltas desde hace una década, inspirado en cintas de guerra como Los 12 del patíbulo y The Inglorious Bastards, del italiano Enzo Castellari, de la cual tomó el nombre, con la ortografía cambiada. Por ejemplo escribió "basterds", para caricaturizar su pronunciación.

Fueron cinco meses de grabaciones, la mayoría en los estudios Babelsberg de Alemania, y preparó a su equipo al presentarle semanalmente una película para motivarlos. Pero lo que más le funcionaba para eso fue hacerlos cantar al final de cada toma su grito de batalla: "Muy bien, vamos a hacerlo una vez más ¿por qué?" y le respondían: "Porque amamos hacer películas".