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El gringo del yajé

Jimmy Weiskopf no nació en la selva pero conoce los secretos de la planta sagrada del Amazonas. Acaba de publicar un libro que recoge su experiencia de 10 años como yajecero.

23 de noviembre de 2002

El yajé, o ayahuasca, entró en la vida de Jimmy Weiskopf hace más de 10 años y desde entonces lo estremece. La planta sagrada del Amazonas, cuya cocción mezclada con otras hierbas produce un brebaje purgante y sicotrópico, ha sido utilizada durante siglos por las comunidades indígenas como un remedio eficaz para las dolencias del alma y del cuerpo. Jimmy, un periodista y traductor de 60 años nacido en Nueva York y nacionalizado en Colombia, no se considera un experto en la materia pero sí un entusiasta. Un entusiasta que le ha dedicado una década de su vida al estudio del yajé desde aquel remoto día en el que sus hijos adolescentes regresaron de unas vacaciones y le contaron que habían probado una extraña bebida en la selva.

Ha leído cuanto libro existe, conoce los puntos de vista de antropólogos, indígenas, sacerdotes, sicólogos y botánicos y ha vivido en carne propia los efectos de la misteriosa planta gracias a las largas temporadas que ha pasado en la selva con los taitas y a su experiencia de tomador en los rituales privados que se realizan desde hace unos años en la ciudad. Esta escuela empírica ha servido de mucho. Tanto que acaba de publicar con Villegas Editores el libro Yajé, el nuevo purgatorio, en el cual recoge lo más significativo de su largo trasegar por la cultura del yajé, entendida como una terapia universal que toca el alma de las personas y destapa sus fachadas. Un saber que, sin perder espontaneidad, intenta adaptarse a las nuevas circunstancias sociales para poder sobrevivir.

"El blanco y el indígena miran el asunto de maneras distintas. Lo que para nosotros es algo fabuloso que conecta al tomador con, digamos, mundos extraterrestres, para los chamanes es una planta de carácter excepcional que, según ellos, contiene el 99 por ciento del poder del reino vegetal".

Pero el bejuco tiene una manera singular de expresarse. En el camino hacia la iluminación el cuerpo debe pagar un peaje de vómitos e intensa defecación que muchos no están dispuestos a soportar. "Parece un sinsentido buscar la espiritualidad en medio de semejante suciedad y confusión porque nuestros conceptos religiosos occidentales, por lo menos en su forma desnaturalizada actual, se basan en la idea de que Dios es un ser invisible, inalcanzable, que vive en las nubes. Enseña que el sendero que conduce a la iluminación se realiza a través de la mente o la voluntad en vez del cuerpo".

La vía del yajé sería, entonces, más rastrera. La planta humilla al cuerpo, lo hace hincarse de rodillas y lo obliga a expulsar todas las toxinas para purificarse. Jimmy sabe de sobra que las primeras tomas no siempre llenan las expectativas de los participantes, quienes llegan con la esperanza de tener visiones reveladoras y se muestran ansiosos por encontrar mensajes ocultos en cada trago convencidos de haber hallado la poción que los redima de todos sus pecados.

"Yo sigo siendo el mismo pecador de siempre. No puedo decir que antes mi vida era miserable y que después de tomar yajé mejoró. A mí me gusta fumar y cada vez que tomo yajé el bejuco me cobra ese vicio. Lo que sí ha hecho es que me ha enseñando a reír, a ser más creativo, ha mejorado mi estado de salud y me quitó el estrés. La persona es la que hace el cambio, el yajé muestra un camino. Cada uno lo interpreta como quiera. Si la persona es católica puede creer que los mensajes son de la Virgen María y si es indígena puede creer que se trata de la Madre Naturaleza. A fin de cuentas se siente la presencia de un espíritu femenino".

La mejora en las vías de acceso entre la selva y la ciudad, promovida por la expansión de los cultivos ilícitos en el sur del país, ha acortado la distancia entre los dos mundos. Ahora es más fácil que los taitas vengan a la ciudad y que los tomadores participen en los ritos sin abandonar el perímetro urbano. Dicha situación ha hecho que el yajé se vuelva famoso y esta repentina popularidad ha generado toda clase de historias en favor y en contra de su uso. Por un lado están los grupos que abogan porque la planta no salga de las comunidades, están los charlatanes que la comercializan en forma de ungüentos y pastillas para curar hasta lo inimaginable y los que comparan la planta con la coca por sus efectos sobre el sistema nervioso.

"Puede que en Estados Unidos vendan pastillas de ayahuasca contra el dolor físico pero la parte espiritual del ritual no se puede mercadear. Lo peor que podría pasar es que ahora, por desconocimiento, quisieran erradicarlo como una droga cuando no lo es. El yajé no es para trabarse. ¿O es que a alguien le gusta vomitar por placer?".

Hace unos años surgió una fuerte polémica a raíz de la patente de una variedad nueva de yajé que había sido otorgada a Loren Miller, un empresario norteamericano, en 1986. Al conocerse la noticia miembros de la Confederación de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), que representa a 400 tribus, con el apoyo de varias ONG viajaron a Estados Unidos e hicieron presión hasta que anularon la patente. Después de lo ocurrido las comunidades se han vuelto recelosas ante el interés de los extranjeros por la planta.

"No se puede seguir creyendo que el indio es bueno por ser indio y que el blanco es malo por ser blanco", dice Jimmy en la entrevista, y remata con otro fragmento de su obra: "Mi relación con el bejuco se debe a la apertura y, a pesar de la nostalgia, trato de ser realista. Soy blanco de la ciudad y, por haber sido criado bajo la sombra de la bomba atómica, nadaísta por naturaleza. No quiero vestirme de plumas para sentirme más compenetrado con el yajé. Si sigo siendo indigenista con el yajé es por razones prácticas en el sentido de creer que mientras exista un saber indígena, no importa su dilución, debemos aprovecharlo porque da buenos resultados".