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EL LADO OSCURO

Fotografías ineditas de Man Ray revelan facetas desconocidas del París de los años 20.

31 de octubre de 1988

Uno de los artistas más enigmáticos que emigraron de los Estados Unidos a París en los años 20 fue el pintor-fotógrafo Man Ray.
Desde su muerte en 1976, su estudio parisino no había sido escudriñado hasta que recientemente, el compilador de la nueva edición de su autobiografía Christopher Phillips, se internó en el mundo particular del artista. Lo que encontró, sobre todo el enorme número de negativos de fotografías jamás conocidas por el público, resultó ser la cara oscura del genio, pero también la faceta desconocida dé una época que arranca suspiros hasta de quienes jamás la vivieron.

De ahí la expectativa que ha creado entre los muchos seguidores del arte de Man Ray la nueva edición de su historia, que traerá buena parte de su "lado siniestro". El último número de la revista Vogue publicó un abrebocas en el que desfilan ante la lente de Ray lo sublime y lo obsceno, y en todo caso lo insólito y desconocido de la obra del artista.

Man Ray fue pintor antes de dedicarse a la fotografía. Desde 1915, cuando se trasladó a vivir al barrio bohemio de Nueva York, Greenwich Village, había entrado en contacto con Marcel Duchamp y por su intermedio con el movimiento Dada que emergía entonces en Europa. Por eso cuando llegó a París en 1921, a los 30 años, encontró un mundo artístico que inmediatamente le acogió. André Bretón, Paul Eduard, Jean Cocteau Picasso, Braque, eran sólo algunos de los nombres que conformaron su círculo de amigos, que lo hicieron uno de los pocos expatriados norteamericanos integrados, por completo, a la vida artística del París de los años dorados.

Pero a despecho de su aceptación social, no fue nunca considerado seriamente como pintor. Por eso su espíritu libre de creador buscó otra expresión: la fotografía. Sus placas más famosas exploran las ideas del dadaísmo y el surrealismo: la alteración de las percepciones, la manipulación de espacio y tiempo, eran posibles para su lente. Pero además era un excelente fotógrafo retratista, por lo que pronto el estudio de Man Ray se convirtió en foco del mundo artistico y aristocrático de la época, que se disputaba el honor de ver su figura "hecha" por el norteamericano. La vida parisina literalmente desfiló ante él, y las revistas más famosas, principalmente de modas, le convirtieron en el lider indiscutido de la fotografia de la época.
No es raro entonces que el estudio de Ray guardara verdaderas joyas, que abarcan todas las imágenes posibles de esos años: fotos de Picasso en 1937, de paseo con sus amigos retratos de la famosa modelo Kiki de Montparnasse-quien vivió con Man Ray durante 7 años-, de Lee Miller, su asistente fotográfica, de quien se enamoró, y de sus segunda esposa Juliet. Pero al lado de lo familiar, también apareció lo bizarro. Poses sado-masoquistas hechas probablemente en la suite hotel de William Seabrook, famoso autor de libros de viajes exóticos, que seguramente fueron hechas para el uso exclusivo de su cliente; imágenes de monstruos en juego surrealista de belleza, enanos, desnudos familiares, y hasta caballeros que querian dejar testimonio gráfico de su virilidad.

En 1940, poco después de la ocupación alemana, Man Ray regresó a Estados Unidos y se estableció en Hollywood. Incapaz de escoger qué llevarse y qué dejar, encomendó su trabajo a uno de sus amigos, el comerciante Fionet, sin muchas esperanzas de volver a ver nada. Sin embargo, cuando regresó en 1951, y encontró su estudio de dos plantas en la rue ferou -en el que viviría hasta su muerte pudo recuperar casi todo su trabajo, que ahora, gracias a Phillips, descubrirá al mundo los misterios inimaginados de este extraño artista pintor, escritor y fotógrafo. --