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El "Lefebvre de la izquierda"

Las tesis "subversivas" de un obispo rebelde ponen en aprietos a la Iglesia francesa.

20 de marzo de 1989

Para unos, monseñor Gaillot es un hombre cándido que se deja envolver por las polémicas facilistas que le proponen feligreses y periodistas. Para otros, es uno de los sacerdotes más auténticos y revolucionarios que ha producido la Iglesia francesa; un auténtico cristiano que llama pan al pan, utiliza su encanto personal para divulgar sus creencias y no tiene miedo ante las constantes amenazas de destitución que le ha formulado el Episcopado.
Obispo de la ciudad de Evreux, adorado por sus fieles, es calificado como el "niño terrible" de una feligresía cada vez más alarmada por las deserciones. Algunos medios lo han bautizado como el "Lefebvre de izquierda" mientras todos se preguntan cómo hará la Iglesia para callarlo sin convertirlo en mártir. Los historiadores recuerdan pocos casos de destituciones de obispos, pero la Conferencia Episcopal se ha planteado esta eventualidad en numerosas ocasiones, a tiempo que piquetes de católicos conservadores piden su cabeza en los tonos más agrios.
Lo que ha rebasado la paciencia de todos es que monseñor Gaillot concedió una entrevista a un medio que jamás debió recibir, la revista Lui, con la tesis de que el pastor tiene que buscar a sus ovejas donde se encuentren, así sea a través de una revista que se vende por las mujeres desnudas que reproduce en sus páginas.
Y para acentuar su imagen rebelde y polémica, el obispo ha escrito un artículo firmado, en Gai Pied, órgano de difusión de los homosexuales y las lesbianas de Francia, en un número especial dedicado a "las locas de Dios". Estas dos publicaciones son secuelas de su actitud firme e ingenua de decir lo que piensa. Los habitantes de Evreux están felices con su prelado, a quien califican como "un cristiano pacífico, tolerante y abierto". Algunos sostienen que este hombre es tan subversivo como el propio cristianismo en sus orígenes.
Tiene 52 años y a los 7 ya era monaguillo porque sentía el impulso de servir a Dios y a la Iglesia. En Argelia descubrió el absurdo de la guerra cuando los soldados franceses disparaban contra la población civil y desde entonces sostiene un pacifismo muy evangélico que lo obligó a pronunciarse contra un texto, suscrito por los obispos franceses en el que apoyaban la fuerza de disuasión nuclear. Monseñor Gaillot no conoce las medias tintas. "La Iglesia debe romper sus alianzas tradicionales con el poder establecido, poder de cualquier tendencia, porque entonces equivoca sus verdaderos fines".
Cuando sus enemigos lo acusan de utilizar la sotana para hacer política, les responde: "Si se quiere hacer política, uno no se hace obispo". Y cuando le hablan de caridad recuerda la ocasión en que ayudó a una mujer que había abortado: "Cada uno entiende la caridad a su manera, yo la practico como cristiano que soy, sin hacer alarde de mis actos cotidianos. Ahora, muchos no quieren convencerse de algo cierto: el Evangelio es un gran mensaje de liberación, un gran mensaje de vida. La gente oIvida la gran referencia de la Iglesia y se queda sólo con las tradiciones. El Evangelio es peligroso y si se aplicara al pie de la letra, provocaría un gran huracán. Vivir con las enseñanzas del Evangelio es vivir con dinamita".
Los franceses recuerdan todavía el estupor creado en la Iglesia cuando este obispo, alarmado por la escasez de sacerdotes en pleno corazón de Lourdes, se pronunció a favor del ordenamiento de hombres casados. "No es una solución milagrosa, pero ayudaría enormemente a la comunidad, daría otra imagen a la Iglesia. Es que el Episcopado no es un bloque unitario. Algunos obispos están de acuerdo conmigo pero no se atreven a expresarlo públicamente". La obligación principal del pastor, dice, es despertar conciencias y en el fondo sabe que su situación no es fácil: "Vivir con los oprimidos es revolucionario, por eso Jesús vivió tan poco. Creo que debo ser un portavoz de los que no pueden hablar y todos los días me siento triste cuando me acusan de ser provocadory estar dividiendo la Iglesia. La verdad es que no sé qué será de mí si me destituyen, si me hacen callar para siempre. Tengo esperanzas de ver al Papa, de hablar con él, de recibir su palabra benéfica. Sé que algunos secretarios del Vaticano me impiden verlo pero agotaré todas las instancias".
Por supuesto monseñor Gaillot fue uno de los sacerdotes franceses que se atrevió a defender la película de Scorsese sobre Cristo y lo dijo públicamente. Además sostiene la tesis de que a los homosexuales y las lesbianas hay que acogerlos con respeto. Con frecuencia en sus sermones habla de un homosexual a quien llama Francois y quien le transmite los temores de esa minoría ante la cacería de brujas que hay en Francia, especialmente por parte de los católicos más conservadores para quienes el uso del preservativo para combatir el SIDA es un pecado.
Y para que el escándalo aumente, el obispo con lenguaje ingenuo y franco dice: "El Evangelio sostiene que las prostitutas nos precederán en el reino de los cielos. Los homosexuales también nos precederán en el reino de los cielos. Ellos con su sufrimiento y soledad nos dan una lección".
La pregunta que queda es ¿hasta cuándo podrá seguir hablando este rebelde que juega fútbol con los niños y asiste a películas prohibidas para entender mejor a los cristianos?