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Después del puñetazo que Marlon Brando le dio a Galella en 1973, el fotógrafo decidió perseguir al actor protegido con un casco de fútbol americano. Elizabeth Taylor fue una de las celebridades más fotografiadas por Galella, y no precisamente porque fuera su favorita, sino porque salía a la calle todo el tiempo.

PERSONAJE

El máximo 'paparazzi'

Salió a la luz 'Smash his camera', un documental que retrata la vida de Ron Galella, el fotógrafo de las celebridades más famoso del mundo.

21 de agosto de 2010

Durante casi cinco décadas, Ron Galella fue el terror de las estrellas, y ahora, cuando ya está retirado, es considerado una celebridad. Los medios lo persiguen, sus fotos se exhiben en prestigiosas galerías y hace poco compró una lujosa mansión en Nueva Jersey, que algunos comparan con la casa de Tony Soprano, el mafioso de la popular serie. También hay quienes dicen que encarna a la perfección el personaje de Paparazzo, el reportero gráfico de La dolce vita que popularizó el término durante los años 60. Y, como si fuera poco, la revista Time lo llama "el rey de los 'paparazzi'".

Galella tiene fama de fastidioso y la lista de personalidades que lo odian es interminable. A lo largo de su carrera ha tenido que enfrentar varias demandas, insultos y hasta golpes. Su historia es tan fascinante que recientemente HBO estrenó Smash his camera, un documental dirigido por el ganador del Óscar Leon Gast que narra sus pericias a la hora de retratar a las figuras más legendarias de Hollywood.

Jackie Kennedy, esposa del presidente John F. Kennedy, fue su mayor obsesión. De hecho, ella inspiró el título de la cinta, pues en una ocasión le ordenó a su guardaespaldas romperle la cámara a Galella mientras este la seguía por el Central Park de Nueva York. La persecución empezó a finales del 60, justo después del asesinato de su marido, y se prolongó hasta que la justicia intervino. Galella cuenta que entre las artimañas que usó para fotografiarla llegó incluso a seducir a su sirvienta para conseguir información, pero un día Jackie los vio hablando frente a su apartamento y decidió despedirla.

La estrategia de Galella siempre consistió en seguir a las celebridades a donde fueran sin ser visto. "Me acercaba en cuclillas y hacía las tomas muy rápido". Usaba un lente gran angular y procuraba mantener contacto visual con los personajes. Nunca les pedía permiso, porque de lo contrario no hubiera obtenido fotos espontáneas. Según contó a SEMANA, "quería capturar las emociones genuinas en sus rostros. Eso es belleza". Su actitud desafiante le valió cientos de problemas. Jackie, cansada de que la acechara, lo demandó dos veces. En el primer juicio las autoridades le ordenaron mantenerse ocho metros lejos de ella. Tiempo después volvieron a encontrarse en la corte cuando Galella violó la medida y por poco le toca pasar siete años en la cárcel y pagar una multa de 120.000 dólares. Entonces juró no volver a tomar imágenes de la familia Kennedy. La restricción aún sigue vigente.

El hombre estaba tan encaprichado con la ex primera dama que cuando en el documental le preguntan el porqué de su obsesión, responde que en ese entonces no estaba comprometido con nadie y que Jackie era como su novia. No en vano, el diario New York Post definió su relación como "la más codependiente" del mundo del espectáculo. Si de algo se siente orgulloso es de la imagen que sacó de su musa con el pelo cubriéndole parte de la cara, mientras caminaba por Madison Avenue. Galella, quien obtuvo la foto desde el asiento trasero de un taxi, señala que "si en ese momento me hubiera visto, no habría sonreído. Cuando descubrió que era yo, me dijo: '¿ahora sí estás satisfecho'". Es por eso que la llama con orgullo "la foto de la Mona Lisa".

Lo más curioso es que pese a que Jackie siempre trató de evadir a los medios, en su apartamento guardaba revistas en las que aparecían reportajes sobre su vida. Según le contó un amigo que alguna vez estuvo en la residencia, la ex primera dama tenía en su biblioteca el primer libro que Galella publicó en 1974 dedicado exclusivamente a ella. 'El Padrino de los Paparazzi' sostiene que su popularidad se la debe a Jackie y por eso le tiene un gran cariño.

En cambio, con Marlon Brando la relación no fue amistosa y menos después de que se fueron a los golpes. Una noche, cuando salía de un restaurante ubicado en el barrio chino de Nueva York, Galella le pidió que se quitara las gafas oscuras que llevaba puestas. El actor, sin pensarlo dos veces, le dio un puño tan fuerte que le rompió la mandíbula y le hizo perder cinco dientes. El fotógrafo lo demandó y este tuvo que pagarle 40.000 dólares como indemnización. Pero el incidente no lo detuvo, pues si algo ha aprendido del oficio es a ser persistente. De allí que unas semanas después volvió tras los pasos de Brando con un casco de fútbol americano, por si de pronto lo enfurecía de nuevo.

Tampoco se salvó de los guardaespaldas de Richard Burton, quienes además de propinarle tremenda paliza, lo mandaron a una prisión de Cuernavaca, México. No contento, lo volvió a perseguir junto a su esposa Elizabeth Taylor mientras pasaban vacaciones a bordo de su yate. Para eso, sobornó a un vigilante que lo dejó esconderse en un depósito infestado de ratas, desde donde pudo fotografiarlos. Una vez, Sean Penn lo escupió y, en otra ocasión, un amigo de Brigitte Bardot casi arruina su cámara con una manguera. Las amenazas nunca faltaron. Lo han llamado desde "acosador" hasta "parásito", y en una oportunidad el actor Cary Grant le preguntó: "¿No te han matado todavía?". No obstante los odios que acumuló durante los últimos 50 años, Galella no es tan despiadado como la mayoría piensa. Estaba convencido de que para ser un verdadero paparazzi era necesario respetar ciertas reglas. Por ejemplo, nunca se metía sin autorización a la casa de los famosos y solo los perseguía en lugares públicos. "La suerte juega un papel importante, pero debes estar listo para lo inesperado", dijo a esta revista. Por eso procuraba ir muy bien vestido y en el baúl de su carro guardaba pelucas, bigotes postizos y sombreros, en caso de que lo pillaran. Se volvió un experto en falsificar credenciales para colarse en las fiestas, y cuando entraba lo primero que hacía era ubicar la cocina, el lugar perfecto para un escape rápido.

Casi ninguna de sus más de tres millones de imágenes fue tomada en estudio. "Disparo mi cámara cuando la gente está en su entorno natural. Eso revela su verdadero yo". La experiencia que ganó en el medio fue definitiva, pero admite que su éxito también se debe a que estudió fotoperiodismo cuando joven. "Me considero un artista. Escojo el instante que quiero congelar". La primera vez que tuvo en sus manos una cámara fue durante la guerra de Corea, cuando se enlistó como fotógrafo oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Adquirió su interés por retratar estrellas de su mamá, una costurera adicta al cine que lo bautizó en honor a Ronald Colman, un actor británico célebre en la década de 1930.

Con todo y su mala reputación, a Galella no todos lo odiaban. El artista Andy Warhol dijo que era experto en "mostrar gente famosa haciendo cosas poco glamorosas. Siempre supo estar en el lugar preciso en el peor momento". Hizo las paces con la mayoría de celebridades que siguió durante su época dorada. Ahora tiene 79 años y ya no puede correr como antes porque sufre de artritis. Además, desconfía de las nuevas generaciones de paparazzi y cree que las celebridades de hoy no son talentosas. Aun así, su pasión por la fotografía se mantiene intacta y sigue pensando que el encanto de las estrellas se explica porque "todos queremos ser ricos y famosos". Y él ya lo logró.