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EL NUEVO PRINCIPE

Justo al cumplir los 50 años Carlos de Inglaterra pone en práctica una estrategia de cambio de imagen para ganar popularidad entre sus súbditos.

14 de diciembre de 1998

El príncipe Carlos celebró con bombo y platillos sus 50 años. Y, como la mayoría de los mortales que se enfrentan a la dura realidad del medio siglo, ha tomado este aniversario como el momento ideal para hacer un alto en el camino. Y en parte lo que propicia esta catarsis es saber que un futuro rey no puede subir al trono sin una buena imagen. El resultado de esa introspección a estas alturas ha generado un objetivo muy concreto: una agresiva estrategia de relaciones públicas para reencauchar su apariencia acartonada que es su mayor obstáculo para acceder a la corona de Gran Bretaña. El momento para conquistar al pueblo es perfecto. Su ex esposa la princesa Diana, la figura que lo opacó durante años, ya no existe. Y como ella dejó un vacío enorme el príncipe está dispuesto a llenarlo. Para lograrlo contrató un equipo de expertos en relaciones públicas liderado por Mark Bolland, su secretario privado, que pretende mostrarlo como un padre ejemplar y un gobernante más cercano. Las tácticas ya se empiezan a ver. El príncipe dejó de aparecer en actividades que se veían fuera de tono. Cazar mariposas, pintar acuarelas, hablar de la ecología así como de arquitectura son cosa del pasado. De ahora en adelante el heredero manejará temas políticos y económicos. También ha comenzado a acercarse más a la prensa y al pueblo. Hace poco lanzó su página en la Internet (www.princeofwales. gov.uk) y en sus viajes no tiene reparo en hablar de tú a tú con los reporteros. Su viaje a Canadá y Suráfrica en compañía de sus hijos formaron parte de esta estrategia. Su foto al lado de las Spice Girls apareció en todos los diarios de su país y le dio un toque sencillo y descomplicado. Pero, como era de esperarse, levantar una imagen tan deteriorada como la del príncipe no se logra de la noche a la mañana. Los expertos piensan que su estrategia tiene vacíos y que todavía le falta más soltura. Consideran que aún no se ha responsabilizado de su destino como monarca. Y le sugieren que una buena manera de empezar a tomar las riendas podría ser aclarar públicamente su relación con Camilla Parker-Bowles. Más de la mitad de los británicos piensa que él podrá ser rey aún si se casara con Camilla. Pero también hay una proporción que no desea ver a Camilla como reina. Esos asuntos son insignificantes ante la situación que se presentaría si Carlos, como rey, tiene que enfrentar la reforma política, el cambio del sistema de representación popular, la descentralización o la transformación de la Cámara de los Lores. Muchos piensan que él no tendría la capacidad de liderar estos procesos. Por fortuna Carlos sabe que lo que está en juego no es sólo su acceso al trono sino el trono mismo y decidió tomar cartas en el asunto. No en vano los expertos le han hecho saber que su sola presencia distraída y ausente puede llevar a que los británicos acaben con la milenaria monarquía. Y ya para ese entonces las estrategias de relaciones públicas no tendrán relevancia.