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EL NUEVO SINDICALISMO

Orlando Obregón se jugó los restos con la firma del Pacto Social.

16 de enero de 1995

LA PRIMERA VEZ QUE EL ACTUAL PRESIdente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Orlando Obregón Sabogal, decidió jugársela por su comunidad fue cuando tenía apenas 16 años. El y sus vecinos del barrio Belén de Cúcuta -que por ese entonces no era otra cosa que una invasión sobre un basurero- se acostaron sobre las calles para impedir que los camiones de aseo continuaran botando los desechos en el vecindario. Y les fue bien. Unos años después, luego de numerosas negativas del municipio de instalar un servicio de acueducto, decidió comenzar a comprar, en secreto y con la colaboración de la comunidad, los materiales para construirlo. Al amanecer de un buen día, cuando las autoridades llegaron al barrio, los tubos ya estaban instalados y el acueducto en servicio.
Desde esa época, Obregón comprendió que iba a dedicarle su vida al trabajo por la comunidad, una vocación que heredó de sus padres. Esa escogencia le costó la expulsión de algunos colegios y de una universidad en Cúcuta. La falta de tiempo para terminar la carrera de derecho que siempre intentó estudiar y para dedicarle a su esposa y a sus hijos le sigue persiguiendo. Cuando llega a Cúcuta a visitarlos rara vez logra reunirse con ellos con tranquilidad.
A pesar de haber optado por el trabajo social, Obregón nunca ha encajado dentro del prototipo del líder comunitario ni en el del sindicalista contestatario. De extracción conservadora y sólidas convicciones cristianas, nunca cedió a la tentación de las ideas comunistas y jamás se destacó por ser revoltoso. Tampoco es amigo de las manifestaciones injustificadas y las antesalas ruidosas en los ministerios. Es más bien un hombre analítico, de hablar pausado, que prefiere tocar las puertas indicadas a salir a la calle a gritar, y llegar con propuestas en vez de obstaculizar las negociaciones. Eso ha hecho que tanto las autoridades como los gremios lo aprecien, y fue lo que lo llevó, el 8 de diciembre, a aparecer como el prototipo del nuevo sindicalista, aquel que cree en la concertación, que escucha y analiza antes de decir que no.
Pero a pesar del éxito en la negociación y la firma del Pacto Social, lo cierto es que, al llegar a un acuerdo con los gremios y el gobierno, Obregón se jugó los restos. Medio sindicalismo no se sintió representado por él en las negociaciones. Por esa razón, si el Pacto funciona, el triunfo será, en buena medida, para el presidente de la CUT. Si fracasa, es muy posible que, quienes han querido correrle el butaco varias veces, lo logren en esta ocasión, y echen por la borda los intentos de este santandereano por dejar a un lado el sindicalismo de estorbo y pasar a aquel que analiza y ofrece alternativas.