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Después de nueve meses la policía norteamericana rescató a Elizabeth Smart, una niña de 15 años secuestrada por un fanático religioso que se creía enviado de Dios y cuya misión era tener siete esposas.

24 de marzo de 2003

Brian David Mitchell cortó el anjeo con un cuchillo y se coló en la cocina de la familia Smart. Eran las 2 de la mañana del 5 de junio de 2002 en un exclusivo suburbio de Salt Lake City, la capital mormona de Estados Unidos. En el segundo piso Elizabeth, en ese entonces de 14 años, dormía plácidamente sin imaginar que por las escaleras iba subiendo el hombre que le cambiaría la vida.

Mitchell, todo vestido de blanco, entró a la habitación, sacó el cuchillo y se acercó hasta la cama de Elizabeth ante la mirada absorta de Mary Katherine, su hermanita de 10 años. No era una pesadilla. No era el 'coco' ni ninguno de esos monstruos con los que asustan los padres a los niños cuando éstos no quieren ir a la cama. Esta vez era real. En medio de la noche un hombre se había metido a su casa, había entrado a su habitación y se estaba robando a su hermana.

El frío cuchillo de Mitchell despertó a Elizabeth. Con órdenes claras el hombre la obligó a levantarse, buscar unos zapatos y bajar al primer piso. Cuando la pareja salió del cuarto y ya no había peligro la pequeña Mary Katherine se levantó y sigilosamente caminó hasta la alcoba de sus padres para informarles lo sucedido. Cuando Edward y Lois Smart se enteraron de lo que estaba pasando Mitchell aún estaba en la casa. Sin embargo los tiempos no coincidieron y así como en las películas los malos se cruzan con los buenos sin toparse, Mitchell abandonó la casa por la puerta de atrás mientras los Smart lo buscaban en la planta de arriba.

Durante nueve meses la familia vivió una agonía indescriptible. Elizabeth se había esfumado en el aire. La noticia conmocionó a Estados Unidos pues con la niña Smart ya iban seis casos de menores de edad secuestrados durante el verano, de los cuales cuatro habían tenido un desenlace fatal.

Los familiares estaban inquietos y, aunque no perdían la esperanzas de hallar con vida a la joven, habían comenzado a exasperarse con la lentitud de las autoridades. El único sospechoso, Richard Albert Ricci, un hombre que de vez en cuando hacía trabajos de reparación en la residencia de los Smart y que estaba arrestado por un delito distinto, había muerto en prisión a causa de un derrame cerebral el 30 de agosto sin que las autoridades hubieran estado convencidas del todo de su inocencia.

Pero alguien sí le creyó. Mary Katherine sabía que ese no era el hombre que se había llevado a su hermana y así se lo comentó a sus padres. Por desgracia su testimonio no fue tenido en cuenta sino hasta octubre, cuando la policía se vio tan desesperada que decidió apostarle a la hipótesis de una niña de 10 años. La pequeña había identificado al atacante como Emanuel, un vagabundo que seis meses antes había trabajado arreglando el tejado de la casa.

Los Smart profesan la fe mormona y, como buenos samaritanos, tenían la costumbre de ayudar al prójimo dando trabajo ocasional a las personas de la calle a cambio de un par de dólares. Irónicamente esta obra de caridad lejos de llevarlos al cielo los condujo al infierno. Un infierno que terminó el pasado 12 de marzo cuando las autoridades detuvieron a Brian David Mitchell y a su esposa Wanda Barzee cuando caminaban por una calle de Salt Lake City con Elizabeth.

El cautiverio

Durante nueve meses las calles de Estados Unidos estuvieron empapeladas con fotos de la joven. La dulce y angelical rubia se convirtió en la persona más buscada del país y se ofreció una recompensa de 300.000 dólares por información que ayudara a dar con su paradero. Pero mientras la sociedad se volcaba en su búsqueda Elizabeth estaba más cerca de lo que todos pensaban.

La noche del secuestro Mitchell la obligó a caminar cinco kilómetros por las montañas cercanas a su residencia, hasta llegar a un campamento oculto, en donde permaneció hasta el 8 de octubre. Ya en libertad, Elizabeth confesó haber escuchado los gritos de las personas que la estaban buscando, aunque reconoció que nunca hizo nada por atraer la atención de los cuerpos de rescate hacia el campamento. Según los fiscales, Mitchell amenazó a la niña con lastimar o matar a su familia si se resistía a cumplir sus órdenes, las cuales hacían parte de un plan mesiánico para salvar a la humanidad.

Mitchell, un mormón expulsado de su iglesia y con antecedentes de consumo de drogas y alcohol, comenzó a tener una serie de visiones en las que Dios lo señalaba como uno de sus elegidos. Siguiendo los designios divinos, Mitchell y su esposa Wanda se deshicieron de sus bienes materiales y, para sorpresa de sus familiares y amigos, se dedicaron a deambular por las calles, dormían en cajas de cartón, mendigaban comida y repartían panfletos para ganarse un dinero ocasional.

El pilar de la doctrina era un manifiesto de 27 páginas en las que Mitchell señalaba que debía tener siete esposas, una de las cuales sería Elizabeth, y la tercera debía ser su prima de 18 años, que de milagro se salvó de ser secuestrada.

Las mujeres de Mitchell debían guardarle total obediencia, no estaban autorizadas para hablar con nadie en la calle y debían vestir siempre túnicas blancas y llevar el rostro cubierto con un velo que sólo dejaba los ojos a la vista. En esas condiciones transcurrieron nueve meses, en los que el singular trío viajó por varios estados de la Unión sin despertar sospechas. Incluso en octubre Mitchell fue arrestado por la policía de Salt Lake City y permaneció ocho días tras las rejas por robar en un supermercado.

La convivencia, el control de Mitchell y la inocencia de Elizabeth hicieron que poco a poco la niña fuera perdiendo su identidad. Tanto que cuando salía a la calle y veía sus fotos pegadas en las paredes jamás reaccionó para pedir ayuda.

Su salvación, sin embargo, llegó de la mano de un programa de televisión. Gracias al retrato hablado dado por Mary Katherine la policía elaboró un perfil del secuestrador que se incluyó en el show Los más buscados de Estados Unidos, una serie de Fox que informa sobre los criminales más temibles y alerta a la población.

Varios televidentes reconocieron de inmediato a Mitchell y lo identificaron como el vagabundo extravagante que andaba siempre con dos mujeres. El 12 de marzo una pareja los vio caminando por una calle de Salt Lake City y llamaron al 911. Mitchell y su esposa se encuentran detenidos y se les acusa de abuso sexual, secuestro agravado y robo, por lo que podrían enfrentar una condena de cadena perpetua.

La pesadilla de Elizabeth terminó pero la de sus captores apenas comienza.