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El creador de Apple intentó derrotar el cáncer de páncreas a punta de frutas y medicina alternativa. Solo nueve meses después del diagnóstico se arrepintió y accedió a que lo operaran.

PERSONAJE

El verdadero Steve Jobs

Déspota, competitivo, visionario y maniático con las dietas. Así describe el periodista Walter Isaacson al genio de Apple, en su única biografía autorizada.

30 de octubre de 2011

"Detestable". Ese adjetivo, que en inglés se escribe "obnoxious", lo utiliza con frecuencia Walter Isaacson en la muy esperada biografía sobre el fundador de Apple, Steve Jobs, que salió al mercado en Estados Unidos el pasado 24 de octubre. Y es cierto: a juzgar por el libro, Jobs era un tipo detestable pero era también un genio de la invención. Ambas cosas quedan clarísimas en este trabajo biográfico que ha recibido grandes elogios en las reseñas de la prensa y que 48 horas después de su publicación ya había entrado en la codiciada lista de best sellers.

La obra de Isaacson, uno de los biógrafos de mayor prestigio del país, explica cómo Steve Jobs, que murió a los 56 años el 5 de octubre como consecuencia de un cáncer en el páncreas, fue un producto de la cultura hippie de los sesenta y de sus antecedentes familiares. Ya se sabe que sus padres biológicos tuvieron que darlo en adopción y que él creció en el seno de una familia californiana que lo envió a Reed College, una importante universidad de Oregon donde quedó patente su interés por la tecnología.

Jobs, según explica Isaacson, "era petulante y podía ser muy, muy duro con la gente". En las más de 40 conversaciones que tuvieron, y en las cien entrevistas con los amigos, enemigos y subalternos del fundador de Apple, el biógrafo cuenta que Jobs podía acercársele a un trabajador de la compañía y decirle como si nada que lo que estaba haciendo era "horrible y deplorable", para luego preguntarle, por ejemplo, si era virgen o si había usado LSD, sustancia que admite en el libro haber utilizado en la que resultó ser "una de las experiencias más importantes" de su vida porque le mostró "la otra cara de la moneda" y le enseñó que "lo importante no es hacer plata sino crear cosas".

Con esa misma desfachatez, Jobs se despacha contra algunos colegas. De Bill Gates, el fundador de Microsoft, señala en el libro: "Él nunca ha sabido mucho de tecnología, pero posee un instinto enorme para saber lo que funciona. Le falta imaginación y jamás ha inventado nada, por lo cual creo que se siente más cómodo como filántropo que como tecnólogo. Se ha quedado con las ideas de otros". Otros pesos pesados de Silicon Valley como Sergey Brin y Larry Page, los fundadores de Google, tampoco se escapan de los varillazos de Jobs, que afirmaba que Android había sido una copia del sistema Apple, por lo cual los demandó judicialmente. "Voy a destruir a Android -aseguró-. Trabajaré por eso hasta mi último aliento y gastaré hasta el último centavo de los 40.000 millones de dólares de Apple".

La petulancia de Jobs sale así mismo a flote ante algunos dirigentes políticos. El presidente Barack Obama fue objeto de ella en el otoño de 2010. Según relata Isaacson en la página 544 -el libro tiene 571-, Jobs llegó incluso a negarse a sostener una reunión con el presidente y solo cambió de parecer cuando su esposa, Laurene Powell, se lo pidió. El diálogo, en el aeropuerto Westin de San Francisco, duró tres cuartos de hora. Jobs se quejó de que el gobierno no facilitaba la apertura de fábricas en la China y de que el sistema educativo de Estados Unidos era "anticuado" y "lisiado por las normas de los sindicatos". Para rematar, le indicó a Obama que debía ser más "amigable" con los empresarios, y concluyó con una frase poco diplomática: "Vas a ser un presidente de un solo periodo". En resumen, le pronosticó en la cara la derrota en los comicios de noviembre de 2012.

Varios años antes, narra Isaacson en la página 278, cuando a finales de los noventa la política gringa ardía por el escándalo de Monica Lewinsky, Jobs conversaba tarde en la noche con el entonces presidente Bill Clinton, quien le preguntaba cómo manejar el asunto de su infidelidad con la becaria de la Casa Blanca. La respuesta no fue la de un empresario común al presidente de los Estados Unidos de América. Denotó mucha sobradez. Jobs le dijo: "I don't know if you did it, but if so, you've got to tell the country" ("No sé si lo hiciste, pero si fue así, tienes que decírselo al país"). Isaacson asegura que hubo silencio al otro lado de la línea.

Firme creyente en la medicina alternativa y el naturismo, Jobs rechazó inicialmente ser operado en 2004 del cáncer que padecía, y solo nueve meses después accedió. Además, era maniático con las dietas. Loco por alimentos verdes como los espárragos trigueros, en 1977 pasó semanas enteras comiendo zanahoria con limón y, al mismo tiempo, dejó de usar desodorante porque sostenía que su dieta no le producía malos olores corporales. En los almuerzos más recientes en su casa dominaba la tensión, pues Jobs se había dedicado a tomar jugos de frutas. Y un día, cuando su hija Lisa le contó que la sopa que tomaban tenía mantequilla, no tuvo inconveniente en escupir la cucharada que se había llevado a la boca.

La inmensa acogida del libro en Estados Unidos se debe no solamente al aprecio que despierta Steve Jobs, sino a que el autor sea nada menos que Walter Isaacson. Director del Aspen Institute en Washington y expresidente de la CNN, Isaacson es célebre por haber escrito la vida de dos inventores memorables: Benjamin Franklin, a quien se le debe, entre otras cosas, el pararrayos, y Albert Einstein, autor de la teoría de la relatividad. Una tercera biografía se incluye en su currículum: la del polémico ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger.

Isaacson conoció a Jobs hace casi 30 años, cuando le hizo un reportaje como jefe de redacción de Time. "En ese momento, Steve me planteó la posibilidad de contar su vida. El tiempo pasó y pasó, pero fue en enero de 2009 cuando su esposa Laurene me dijo: 'Si quieres hacer lo de Steve, más te vale que empieces ya'. Y así arrancamos", dijo la semana pasada. Hubo luego numerosas caminatas compartidas en las que Jobs le dejó ver su afición por Bob Dylan y su admiración desmedida por los Beatles. "Steve me sorprendió -subrayó Isaacson el jueves en el programa Morning Joe, del canal Msnbc-. El día que me mostró en su iPod las distintas versiones de la canción 'Strawberry Fields Forever' en las que John Lennon va mejorando con mucho profesionalismo la calidad de la música hasta llegar a la definitiva; y me sorprendió porque después me dijo que esa había sido su filosofía en Apple".

Jobs no le exigió a Walter Isaacson que le dejara ver los borradores. Solo se reservó el derecho de meter mano en el diseño de la carátula. Se trata de un fondo blanco donde aparece su foto, mano en la barbilla y buzo negro cuello de tortuga, diseñado por Isse Miyake en el Japón, moda con la que en los ochenta reemplazó los bluyines y las camisas blancas. Poco antes de morir, Steve Jobs llamó a Isaacson y le dijo que no se preocupara. "Leeré el libro el año entrante", agregó, optimista. El biógrafo y la editorial Simon & Schuster pisaron el acelerador. Anticiparon la fecha de publicación de noviembre a octubre. De nada sirvió. A Jobs se le anticipó la muerte.