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¿DIVORCIO A LA VISTA?

Después de 35 días de separación los constitucionalistas comienzan a discutir lo impensable

30 de noviembre de 1987

El cuento de hadas del romance de Lady Di y el príncipe Carlos, alimentado hace 7 años por los medios de comunicación, parece estar llegando a su fin. En su lugar hay ahora un matrimonio desmitificado y, como cualquier otro, vulnerable. Tan vulnerable, que ya la situación traspasó la etapa de los chismes y habladurías y llegó a la de las realidades: el príncipe Carlos y su esposa están comenzando a vivir separados.
Desde el romance del duque de Windsor y Wally Simpson, ninguna pareja real había dado motivo para tanta especulación. El distanciamiento de Carlos y Diana y las supuestas "canas al aire" de uno y otro, han hecho correr ríos de tinta y han dado pie para que los ingleses, tan aficionados a los chismes de la Corona, lleguen a hablar, por primera vez desde la abdicación de Eduardo VIII, de los episodios conyugales de la monarquía como un problema de Estado.
La especulación tiene su origen en tres hechos que son de conocimiento público: la semana pasada, los príncipes de Gales cumplieron 35 días viviendo separados. Acaban de pasar el sexto aniversario de su matrimonio cada uno por su cuenta y, por último, la reina Isabel tuvo que intervenir.
En 1956, un breve comunicado del Palacio de Buckingham acalló los rumores sobre supuestos problemas de la reina Isabel y el príncipe Felipe. "No es cierto que haya desaveniencias", dijo sir Michael Adeane, el secretario privado de la reina, como respuesta al chisme que se había difundido por todo el mundo en torno a la separación de 4 meses de la reina Isabel y el príncipe de Edinburgo cuando él realizaba una gira internacional e inclusive pasó navidad en el Britania, el yate real, en el Pacífico sur.
Pero ésta ha sido la única ocasión en que el Palacio ha emitido un comunicado sobre un matrimonio real. Inclusive cuando se hablaba tanto de la separación de la princesa Ana y del capitán Philips, hubo silencio absoluto.
Por esta razón, nadie se sorprendió cuando la semana pasada Buckingham se negó a hacer comentarios sobre la ola de especulaciones que daban como un hecho el divorcio del principe Carlos y Lady Di.
Sin embargo, personas cercanas a la pareja aseguran que la diferencia de edades--12 años--y de intereses nunca había sido tan marcada. Han estado separados durante cinco semanas--él en Balmoral, Escocia, y ella en Londres--,un corto intervalo si se lo compara con el de Isabel y Felipe hace 30 años. Pero la naturaleza de esta separación es diferente, pues mal se puede comparar no vivir bajo el mismo techo estando ambos en Inglaterra con una gira internacional con el pretexto de una misión oficial. En el caso de Carlos y Diana la cosa va en serio. Ha dicho la gente que tiene por qué saber, que la pareja no ha sostenido una conversación seria desde hace 4 ó 5 meses. Y esto fue lo que llevó a la reina a intervenir, según lo dicen los de adentro de Palacio.
A su regreso de Vancouver la semana pasada, la reina Isabel les notificó que, independientemente de la situación interna de su matrimonio Carlos y Diana debían evitar separaciones muy largas. Dicho más crudamente, conminó a Carlos a permanecer más tiempo con su mujer y ordenó una aparición en público de inmediato, para calmar la situación y aplacar los rumores. Decidió que Carlos y Diana se encontraran en Gales para llevar un mensaje de aliento a los damnificados de unas inundaciones y para que fueran vistos como una pareja armoniosa trabajando con compañerismo. Fue un gesto de la reina, pero tal vez no el más apropiado dadas las circunstancias. La aparición en público tal vez sirvió de estímulo para las víctimas, pero enfatizó aún más la distancia de la pareja. Ambos se vieron incómodos.
Esta vez el episodio no sólo fue registrado por los periódicos sensacionalistas, sino por los más respetables como The Times: la reunión de Gales se había producido después de 35 días de separación, había durado sólo 5 horas y después cada uno había cogido su propio camino. Carlos volvió a Escocia. Allí lo estaba esperando Lady Dale Tryon, a quien sus más cercanos amigos llaman "Kanga", una rubia de 39 años con 4 hijos. De ella ha dicho el principe que "es la única que me comprende" y con ella comparte una misma afición: la pesca.

LA DISTANCIA ENTRE LOS DOS...
La situación es tan evidente que ya ni siquiera los príncipes intentan ocultarla. Carlos se acerca a los 40 años. Es un hombre cerebral, introvertido amigo más de escuchar que de hablar educado en las responsabilidades impuestas por la posibilidad de ser rey. Ella tiene 28 años, es frívola y rumbera, con todos los intereses de su edad y origen social, que incluyen fiestas, discotecas y cháchara. El es amante del polo, de los caballos, de la filosofía y de las plantas. Ella es amiga de la música pop, del tenis, de la ropa y de sus viejos amigos.
Cuando se casaron el hacía chistes sobre la diferencia de edad y decía que ella lo iba a mantener joven. Pero ahora parece poco inclinado a dejar que eso suceda. No es ningún secreto que Carlos considera a los amigos de Diana "desestimulantes". Por eso ella aprovecha cuando Carlos no está para verlos y organizar fiestas informales. El lo sabe y lo tolera, porque lo prefiere así. Para no tener que aguantárselos. Sin embargo, para ser justos, hay que reconocer que Carlos no pretende que su mujer no se divierta. Lo que sucede es que no le gusta que lo haga en público. Carlos entiende la incomodidad de su mujer. Inclusive comenta jocosamente que Diana piensa que lo único bueno de pertenecer a la familia real es que puede parquear el carro donde está prohibido.
El heredero del trono se interesa seriamente por problemas de la comunidad, en asuntos de ecología, ama la música clásica, hace acuarelas, le gusta la jardinería e inclusive afirmó en una entrevista por T.V. que algunas veces le hablaba a las matas para que crecieran mejor. En Londres es un hombre del campo en el exilio; cuando está en el campo no quiere regresar a la ciudad. Y no es ajeno a la filosofía. Hace unos meses viajó al desierto de Kalahari con su amigo y mentor Laurens Van der Post, el viaje que dio pie para que se comentara no sin cierta preocupación, que el futuro rey se iba a volver místico. Cerca de una tercera parte de su tiempo lo dedica ahora a hacer "buena obras".
Algo que tampoco ha escapado a los medios de comunicación, es que el príncipe ha dejado de frecuentar a sus hijos. Y esto preocupa a quienes rodean a la familia real, que lo interpretan como una señal de lo seria que es la situación. Originalmente los pequeños parecían absorber gran parte de su tiempo. Ahora se dice que los principitos William y Henry corren el peligro de buscar en sus guardaespaldas la figura paterna. Carlos mismo desarrolló durante su infancia un profundo afecto por su institutriz, que lo cuidaba durante la ausencia de sus padres. La elección que ha hecho de vivir la mayor parte del tiempo separado no sólo de Diana sino también de sus hijos, es un síntoma claro de que su matrimonio no es todo lo romántico que se esperaba, ni el cuento de hadas que los ingleses quisieron inventar.

¿FIN DEL CUENTO?
Históricamente la familia real, cuando hay diferencias o las cosas no marchan bien, buscan una discreta manera de llevar sus vidas aparte y son especialmente cuidadosos en conservar las apariencias en público, especialmente si ha nacido el heredero del trono. Pero en estas circunstancias se requieren cualidades especiales para conservar una relación civilizada, serena y afectuosa en público. Un raro ejemplo fue tal vez el de la princesa Alejandra que siempre logró mantener esta actitud con el "faldero" Eduardo VII. Los ingleses no se enteraron nunca de las aventuras del rey, pues los diarios de Fleet Street, por un acuerdo logrado en aquellos días cuando había más consideraciones por la familia real, rehusaron publicarlos.
Hace muchos años, diferencias así habrían podido mantenerse en reserva. Pero hoy ya no es posible para la familia real mantener la privacidad. La nueva situación es que la prensa inglesa en este momento no está concentrada en la chismografía, sino más bien discutiendo lo impensable: ¿Es posible que el heredero de la corona de Inglaterra se divorcie?
En términos generales, la conclusión es que teóricamente el divorcio sería factible, pero podría herir gravemente a la monarquía británica. La monarquía, al fin y al cabo, ha sobrevivido solamente por su popularidad y parte de ésta tiene su origen en el cuento de hadas. Si los reyes son como el resto, ¿para qué se necesitan? Además, ¿qué hacer con un príncipe divorciado? ¿Con quién podría volver a casarse?
Se supone que el rey de Inglaterra tiene que casarse con una virgen, para que no haya en las comidas ex novios de la reina haciendo comentarios íntimos. Este requisito, casi imposible de llenar en el mundo contemporáneo (ni siquiera se le exigió al príncipe Andrés), fue milagrosamente satisfecho por Diana Spencer, quien obtuvo la correspondiente certificación médica. ¿Dónde se consigue ahora otra doncella para un cuarentón neurótico que le habla a las matas?
CRONISTA DE LA REALEZA
James Whitaker del Daily Mail sostiene que "no va a haber divorcio". Y lo ratifica Dereck Jameson de la BBC, quien ha sido editor de tres periódicos. Whitaker, quien lleva 17 años cubriendo a la familia real, afirma: "Carlos ha sido un chauvinista. Ha sido totalmente egoísta. Quiere permanecer en Escocia. Diana, obviamente, no está contenta con eso. Los niños tampoco". Jameson admite que "parece que no hay comunicación entre ellos, pero quieran o no, tienen que seguir juntos".
Thomas Berger, un norteamericano seguidor de la familia real, acusa a Diana: "El hombre se está desarrollando intelectuamente. Finalmente ha conseguido algo en qué pensar distinto de montar a caballo o estar casado con una cabeza vacía. Finalmente se encuentra a sí mismo con un adulto serio sin compañera".
Sin embargo, y a pesar de las evidencias, al pueblo inglés le gustaría ver al príncipe de regreso a donde la princesa y sus hijos. Los británicos quieren a sus reyes. Por eso muchos consideran que, de pronto, el matrimonio sigue siendo viable. Pero si la situación se agrava y se llega al divorcio, "puede significar el fin de la familia real", dice el mayor experto en realeza británica, Harold BrooksBaker, y agrega que "ellos solamente están ahí, porque la gente los quiere.
Si Carlos y Diana deciden divorciarse, no serán los primeros. Otros miembros de la nobleza lo han hecho, comenzando por la misma hermana de la reina, la princesa Margarita. Pero un hermano de un soberano es una cosa. Otra muy distinta es el heredero del trono o el rey. Las implicaciones que esto tendría son de mucho alcance, particularmente en lo que se refiere a los principitos. ¿Quién se quedará con ellos?
Las opiniones están divididas. Mientras algunos piensan que Diana tiene el derecho a su custodia, otros creen que la podría perder y que los pequeños príncipes deberán permanecer bajo la protección de las alas reales de su padre. "Ellos pertenecen a la nación más que a su madre", sostienen.
Otro punto que está llamando la atención de los "monarcólogos" es el de los títulos con que quedará Lady Di. En este aspecto también hay divergencias. Para algunos, Diana los pierde. Es lo que piensa Marcus Cunliffe, profesor de historia de la Universidad de Washington: "No la podrán seguir llamando princesa. Será solamente Lady algo". Pero hay quienes piensan que tiene que seguir llevando el título, no de Gales, pero de princesa al fin y al cabo. Es lo que dice Thomas Berger, un académico de la Universidad de St. Lawrence: "Seguirá siendo princesa. Será la princesa Diana de Nada o la princesa Diana de Harrod‘s, pero seguirá siendo princesa".
Las especulaciones aumentan como aumenta el tamaño de los titulares de la prensa, pero la mayoría de los observadores expertos en la familia real opina que el matrimonio en su intimidad ha quedado liquidado, pero que sobrevivirá como institución por razones de Estado. Habrá que ver si Lady Di, con apenas 27 años y bastante inclinada a la rumba, se siente tan comprometida con estas razones de Estado como su familia política.

EL REENCAUCHE DE ANA
Era el patito feo y la más impopular de la familia real. Míentras el mundo entero se fasinaba con sus cuñadas Lady Di y Fergie, nadie parecía querer mucho a la princesa Ana de Inglaterra, larguirucha, con cara de caballo y siempre montada en un caballo. Osca, seca y bastante antipática con la prensa, las encuestas siempre mostraban que la única hija de la reina Isabel era el miembro más impopular de la realeza británica.
Todo esto ha cambiado. Los excesos discotequeros y sociales de sus cuñadas han hecho que los ingleses estén apreciando la discreción, seriedad y profesionalismo de Ana que, al fin y al cabo, no se casó con nadie de sangre real, sino que la lleva en sus venas.
Desde 1982 Ana ha venido transformando su imagen de princesa amargada por la de una trabajadora incansable, dedicada a obras de caridad. Como presidente de la asociación Save the Children (Salve a los niños), en octubre de ese año emprendio una de las más difíciles y peligrosas giras que haya realizado una dama de la nobleza. Hasta los tabloides de Fleet Street, que no le perdonaban una a la antipatica princesa, quedaron impresionados. Recorrio más de 22 mil kilómetros por las más remotas y malsanas zonas de Africa, India, Pakistán y Bangladesh. Tampoco le faltó Beirut. Compartió carpa y baño con sus compañeros de gira, sin importarle que no la reconocieran ni le rindieran honores.
Pero ésto no ha sido todo. Para mejorar su imagen pública, Ana ha ignorado el escandalo que estuvo a punto de acabar con su matrimonio con el capitán Mark Philips. Philips, 39 años, es un equitador internacionalmente reconocido y se dedica gran parte del tiempo a manejar la finca de la familia en Gatcombe, Gloucestershire. Pero raramente se le ve con su mujer, con quien tiene dos hijos: Peter y Sara, de 9 y 6 años, respectivamente.
Desde hace años se dice que Mark y Ana llevan vidas separadas. En 1982, el oficial de Scotlarld Yard asignado a la princesa, el sargento Peter Cross, fue sorpresivamente relevado de su cargo. Los periodicos hablaron de que era culpable de: "exceso de familiaridad". Y la corte inglesa se estremeció cuando el rubio guardaespaldas admitio publicamente que se había enamorado de Ana y que durante un año, después de su relevo, habían sostenido encúentros secretos.
No acababa de esfumarse este escándalo, cuando surgieron rumores sobre un affaire con el actor Anthóny Andrews, 39 años, conocido por su papel protagónico en la miniserie Brideshead Revisited. Más recientemente las habladurías se referian a su relación con David "El Duque" Nicholson, 48 años, un famoso entrenador de caballos que había estado ayudando a Ana para lograr su aspiración de volverse jockey.
Nada de esto ha sido tomado a la ligera por el principe Felipe, su padre, quien le ha dicho que la familia real no resiste otra "historia picante" sobre su vida privada y que debe buscar la manera de arreglar el embrollo de su matrimonio.
Como resultado de todos estos líos, Mark aceleró el regreso de un viaje de negocios en noviembre, para estar con Ana el día de su aniversario de matrimonio, el número 13. También salió a su encuentro cuando terminó un viaje por el medio oriente en febrero. Cuando ella llegó a Jordania, desaparecierón para pasar algunos días solos en una villa cerca al mar. Nadie lo esperaba, y todos se asombrarón cuando la recibió con un gran beso. "Se veían muy contentos", contó un fotógrafo que iba en la comitiva de la princesa. "Sí había habido: problemas, parecían estar ahora superados".
Pero Ana ha sorprendido a mucha gente cuando ha arriesgado su nuca y su orgullo en las pistas de carreras: en julio pasado, montada en su caballo Ten No Trumps, cruzó la meta antes que el favorito, en el concurso Dresden Diamond para damas amateurs. Cuando ingresó al círculo de los ganadores para recibir el premio, sus padres la aplaudieron emocionados.
Pero todavía hay gestos de la Ana huraña que tanto disgustaba a los ingleses. A comienzos del año, durante un viaje en tren hacía Londres, un fotógrafo le disparo un flash. Los ocupantes del vagon donde iba la princesa se quedaron sin habla, cuando la oyeron pronunciar tres impronunciables palabras, sin embargo, estos pequeños desatinos no han hecho mucha mella en su nueva imagen. Como lo señala esa autoridad en la realeza británica que es Harold BrooksBaker, "ella siempre se ha sentido espoleada por su determinación de ser una persona con identidad propia, no solamente la hija de la reina. Ella siempre recuerda la desafortunada reputación de su tía, la princesa Margarita, ganada precisamente porque no logró hacer de sí misma nada diferente de un nombre rutilante en las columnas de chismes".
Su madre, la reina Isabel, parece ha berle dado un espaldarazo a la nueva imagen de Ana en junio pasadob cuando le otorgó el título de Princesa Real, titulo que sólo se confiere a la hija mayor de un soberano. Seguramente lo hizo no sólo para premiar a su única hija por su incansable actividad en obras de caridad, sino como una forma de recordarles a los británicos que Ana es algo más que una de las esposas de Windsor, Diana y Fergie. Que es princesa Real no por matrimonio, sino por sangre.