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"Hasta la vista baby"

Ni los músculos ni la fama podrán salvar al gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, del mal momento por el que pasa su administración. Cada vez es menos probable que sea reelegido.

12 de febrero de 2006

Mostrar una imagen de antipolítico con planes de cambio, tener además una cara reconocida mundialmente, acompañada de un nombre famoso y taquillero, puede ser un incentivo para dar su voto por un candidato nuevo lleno de energía y de ideas. Pero la imagen por si sola no logra mantener la popularidad en el poder y esto lo está aprendiendo el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Después de haber tenido durante su primer año en la gobernación 65 por ciento de aceptación, su popularidad se ha venido a pique durante los últimos meses y se encuentra ahora en 33 por ciento, menos que la del desprestigiado presidente George W. Bush. Y la posibilidad de que siga disminuyendo crece cada día, sobre todo después de que el 8 de noviembre el pueblo californiano votó negativamente el referendo que él estaba apoyando y que buscaba lanzar una reforma del Estado. El actor de películas de acción más reconocido del mundo ganó las elecciones el 7 de octubre de 2003, después de haber anunciado apenas un par de meses antes su candidatura en The Tonight Show, de Jay Leno. Con 1,3 millones de votos pasó de ser el famoso Terminator a convertirse en el 'Gobernator'. Entre sus adversarios más fuertes se encontraba el político demócrata Cruz Miguel Bustamante -que quedó de segundo y ahora ocupa el cargo de vicegobernador-, pero también celebridades pintorescas como Gary Coleman, más recordado por su papel del pequeño Arnold en la serie de los 80 Blanco y Negro. La campaña de Arnold convenció a los votantes, fascinados con la imagen que proyectaba el héroe de la pantalla grande. Además de crear revuelo donde se presentara, se mostró como un candidato en busca de cohesión entre los partidos que no quería ser encasillado en una sola ideología. A pesar de ser republicano, su esposa es una demócrata pura, Maria Shriver, ex presentadora de televisión y sobrina de John F. Kennedy, lo que ayudó a cultivar esta percepción. Ni siquiera las acusaciones de un grupo de mujeres que alegaban haber sido acosadas sexualmente por la estrella de cine logró amainar el entusiasmo de sus seguidores. Más aun después de que aceptó públicamente que muchos años antes sí había irrespetado, sin intención, a algunas de sus compañeras de trabajo, por lo que se excusó. Durante su primer año de gobierno se ganó el favor popular al abolir una ley que incrementaba el impuesto vehicular. Además, apoyó las leyes de los homosexuales, la investigación con células madre, el control de armas y planes para proteger el medio ambiente. Se mostraba como un político de mente abierta y esto agradó tanto a sus copartidarios como a los demócratas, al punto que se propuso cambiar la Constitución norteamericana para permitir que el austríaco nacionalizado estadounidense llegara a la presidencia, ya que sólo son elegibles las personas nacidas en el país. Pero la felicidad y el frenesí alrededor del ex campeón universal de fisicoculturismo duró poco. Sus planes comenzaron a afectar a los trabajadores públicos, las enfermeras y los profesores. Primero quiso reducir los beneficios pensionales de los bomberos y los policías, al igual que los que recibían las viudas de oficiales muertos en servicio y sus hijos. Luego tumbó una ley que buscaba bajar la cantidad de pacientes que maneja cada enfermera y así incrementar la calidad de atención en los hospitales estatales. En agosto de este año vetó la ley que permitía el matrimonio homosexual en California, al argumentar que este tema debía ser decidido por el pueblo y las cortes. Así llegó el referendo, en el que Arnold apoyó principalmente cuatro puntos. Primero, aumentar el período de prueba de los docentes antes de que estos puedan recibir un contrato fijo, lo cual significó la furia de ese gremio. Segundo, exigir que los sindicatos pidan permiso a sus miembros para usar sus fondos en campañas políticas. Tercero, aumentar el poder del gobernador para limitar el gasto público. Y por último, rediseñar los distritos electorales. Pocos creían que estas medidas fueran importantes para el estado, pero Schwarzenegger quiso presentarlo como un referendo que evitaría el fracaso del sistema. Fue tal la convicción del gobernador, que aportó siete millones de dólares de su propio dinero a la campaña. Pero los sindicatos y los trabajadores públicos se unieron para desvirtuarla. Los demócratas, dirigidos por el actor Warren Beatty, se unieron a esta acción para apoyar el voto negativo al referendo, enfurecidos después de que Arnold los llamara públicamente "afeminados" y por la falta de acción política por parte del gobernador. Hollywood siempre se ha distinguido por su tendencia demócrata, de la que personas como Schwarzenegger y Charlton Heston son la excepción. Beatty, además, se perfila como posible candidato a la gobernación en las elecciones de 2006, para las cuales Terminator ya anunció su intención de ser reelegido. "El confundió su rol de gobernador con el de uno de los superhombres hipermusculosos que representaba en sus películas. Por eso cometió el desastroso error de atacar a los trabajadores del sector público, los cuales no sólo son necesarios, sino más populares que él", dijo a SEMANA Gray Brechin, escritor especialista en historia de California y profesor de la Universidad de Berkeley. Schwarzenegger aceptó el fracaso y dijo que si llegara a hacer otra película de Terminator, le diría a su personaje que viajara al pasado y lo previniera de hacer una consulta popular. Arnold ha querido seguir los pasos de su antecesor, el actor republicano Ronald Reagan, quien empezó también como gobernador de California y llegó a ser presidente. Pero el que fuera conocido como el 'roble austríaco' en sus épocas de fisicoculturista está perdiendo credibilidad. Los años no llegan solos y su musculoso cuerpo se está tornando gordo y flácido, además se rumora que se ha sometido a un estiramiento facial, ya que él siempre ha sido una persona obsesionada con su imagen. Su presencia ya no causa sensación y la gente no hace fila para posar a su lado. "Él es una caricatura viviente", dijo a SEMANA Robert Richie, director ejecutivo de Fair Vote, centro para la votación y la democracia. "Hasta cierto punto, un superhéroe que no logra las cosas que se propone". Tal vez por esto el 'Gobernator' tenga que decirles a sus aspiraciones políticas la frase que lo hizo célebre: "Hasta la vista baby".