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HIJO RELATIVO

Ludek Zakel, un físico de 63 años residente en Praga, asegura ser el hijo perdido de Albert Einstein.

11 de septiembre de 1995

CON UNA HIStoria como de telenovela, un cartapacio de amarillentos documentos debajo del brazo y el peso de sus 63 años encima, Ludek Zakel, un científico de Praga, hace ingentes esfuerzos por convencer al mundo de que él es hijo de Albert Einstein. Aunque su cuento de que fue cambiado al nacer por la enfermera de un hospital de Praga produce recelo e incredulidad, su extraordinario parecido con el autor de la teoría de la relatividad ha hecho que finalmente su insólita historia haya sido recogida por la prensa mundial.
Nadie puede decir si Zakel miente o no. Pero muchos indicios hacen pensar que su reclamado origen puede ser 'relativamente' cierto. Y la verdad es que no todos están dispuestos a creer que es un loco, como hace 16 años, cuando Zakel intentó por primera vez revelar su identidad en un periódico de Praga. Fue en 1979 cuando, con motivo de las celebraciones del centenario del nacimiento del genio de la física, llegó a uno de los principales diarios de Praga una extraña nota que decía: "En nombre de la familia Einstein, agradezco a ustedes los actos realizados en conmemoración del natalicio de mi padre". Los editores pensaron que el firmante, Ludek Zakel, o les estaba gastando una broma o era alguien que deseaba desesperadamente emigrar a Estados Unidos. Los editores desecharon la nota pues para esa fecha los hijos de Einstein ya habían muerto.
Eso mismo pensaba Ludek Zakel en 1972, cuando trabajaba como científico en un oscuro laboratorio de Praga. Tenía 40 años y como físico sentía una profunda admiración por el trabajo de Albert Einstein e intentaba hacer algunas investigaciones basado en sus teorías. Pero un día de ese año, Zakel recibió la inesperada visita de un hombre que le reveló su origen. El hombre había sido enviado por una mujer llamada Margoth, hijastra de Einstein, para decirle que su verdadera madre era en realidad Elsa Einstein, la segunda esposa del físico.
Desde entonces, lo que era apenas un interés científico se convirtió en obsesión. Durante años, Zakel ha esculpido bustos de Einstein, pintado retratos de Einstein e intentado decir al mundo que es el hijo de Einstein sin obtener mayor atención. Hace unos meses, sin embargo, la periodista de un semanario de Praga decidió escucharlo y el cuento llegó hasta las páginas del prestigioso diario The New York Times.
Todo lo que Zakel tiene como prueba de su historia de bebés cambiados al nacer es la declaración juramentada de Eva Zakel, la mujer que lo crió, donde afirma que dio a luz a un varón el 14 de abril de 1932 y que, cuando supo que el bebé había muerto pocas horas después de nacer, convenció a dos enfermeras para que lo cambiaran por otro niño que había nacido ese mismo día. La declaración de la señora Zakel dice que se atrevió a eso porque estaba desesperada por darle a su esposo el hijo que tanto deseaba.
Pero a excepción de Eva Zakel, quien es una anciana de 93 años, ninguna de las personas involucradas en este caso viven para confirmarlo. La palabra de Ludek Zakel sólo está respaldada por las declaraciones escritas de dos enfermeras ya muertas y la revelación de una posible medio hermana que también ya falleció. En cuanto a los otros documentos que existen -un registro bautismal realizado durante la era comunista, que afirma que Ludek es un hijo de Albert Einstein- los expertos afirman que podría tratarse de una artimaña de la madre de Ludek para escapar de Checoslovaquia, lo cual no era extraño que ocurriera en esa época.
A los biógrafos de Einstein no deja de sorprenderles la revelación de que tuvo un hijo con su segunda esposa. Roger Highfield, autor de Las vidas privadas de Albert Einstein, señaló a The New York Times que él siempre había asumido que la relación entre el físico y su segunda esposa era más platónica que carnal: "Yo podría creer que Einstein había tenido hijos con cualquier mujer, excepto con Elsa. No puedo creer incluso que ellos dos hayan tenido sexo", dijo. Según Zalek, Elsa había confiado a sus amigos que Einstein no deseaba tener más hijos. Cuando ella tenía 50 años, comenzó a sentirse mal y antes que pensar en un embarazo empezó a sospechar que tenía un tumor. Sin embargo no quiso visitar a un médico en Berlín, que ya empezaba a caer bajo el dominio nazi, porque ella y su esposo estaban a punto de viajar a Estados Unidos. Entonces Elsa recurrió a un viejo amigo de su esposo, quien por esa época era director de un hospital en Praga. Allí supo que iba a dar a luz. Por tratarse de una extranjera judía, su presencia en Praga, ciudad que Einstein había abandonado 20 años atrás, se mantuvo en secreto. Esto explicaría el hecho de que no exista el registro de ninguna Elsa Einstein en los archivos del hospital.
El parecido de Ludek con Einstein no es únicamente físico, también tiene en su temperamento los rasgos de excentricidad que caracterizaron a su supuesto padre. Según señaló a The New York Times la pediatra Karla Kaklova, ex esposa de Ludek: "El es un hombre muy extraño. Pero pienso que es honesto. El no sería capaz de maquinar semejante invención. Sin embargo, es necesario decir que Ludek no es un hombre nacido para una vida común y normal". La doctora Kaklova dijo además que mientras Ludek es alto y de cabello oscuro, su hermano y su madre son pequeños y rubios. Y mencionó una anécdota que describe el temperamento de su esposo: cuando su hijo -a quien bautizó Albert- tenía tres años, un día metió un destornillador en un tomacorriente. Al contrario de lo que haría cualquier padre, Ludek no le quitó el destornillador de las manos sino que se sentó a explicarle al pequeño cómo funcionaba la electricidad.
Para Ludek, no obstante, la mejor prueba de que no miente es el hecho de que, aparte del reconocimiento, no ganará nada con demostrar que es el hijo de Einstein. Por el contrario, si con las pruebas de ADN, a las cuales está dispuesto a someterse, se comprueba que es su hijo, Zakel tendría que devolver algunas propiedades que heredó bajo las leyes de restitución de la actual república checa. Y, mientras convence al mundo de su historia, Zakel pasa sus días encerrado en la casa con su anciana madre, sentado frente a un computador realizando complicadas ecuaciones y enormes cálculos para estimar el peso del universo.