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LA "BRUJA" DEL 88

María Viotoria Gómez, la "Mavé" de El Espectador, colgó el título de filósofa y se gana la vida con la lectura del tarot.

21 de noviembre de 1988

En épocas del oscurantismo medieval no era raro que pensadores, alquimistas y filósofos, en busca del porqué de las cosas, terminaran de magos, curanderos o brujos. Pero que en vísperas del siglo XXI, en una época donde la cibernética y los vuelos espaciales son el pan de cada día, exista una filosófa graduada que haya colgado su título para ejercer de "bruja", de sibila, es algo que no deja de sorprender. Aunque por eso mismo tiene su encanto.
María Victoria Gómez se graduó de filósofa en la Universidad de los Andes y es, desde hace dos años, la persona que con el seudónimo de "Mavé" respalda el Tarot de los domingos en El Espectador. Pero el tarot de "Mavé" no es común y corriente, ni está lleno de lugares comunes: viajes, cartas de amigos, posibles dificultades económicas... Se ha convertido en inevitable costumbre dominical, junto con el desayuno tarde y las caricaturas de Osuna, por algo que no es común en este tipo de secciones: la imaginación y la creatividad. Inclusive la poesía. La forma original y fresca con la que escribe sobre las cosas por venir le han ganado infinidad de lectores. Tantos, que en una encuesta reciente su columna figura, con la de Antonio Caballero, como una de las más leídas. Es la prueba de que muchos lectores que siempre habían considerado los horoscopos y el tarot como refugio de alucinados, ingenuos y mediocres, son hoy abiertos fans de esta sección dominical.
Cuando María Victoria comenzó a estudiar sicología en la Universidad Javeriana creó con tres compañeras un grupo de estudio, pero no propiamente para analizar las tesis de Freud o de Jung, sino para leerse el cigarrillo y las cartas entre sí. Con el tiempo desarrollaron tanto la intuición, que la precisión en los análisis sobre situaciones extrañas o conflictivas, las asombraba a ellas mismas. Decidieron entonces utilizar a otras compañeras como "conejillos de indias" con éxito total. Sus amigas se graduaron en sicología, pero "Mavé" desertó al tercer año para estudiar filosofía en Los Andes, donde empezó a combinar su conocimiento sobre Aristóteles, Platón y Pitágoras con el del tarot, que se volvió su "goma" diaria. Hasta venerables maestros racionalistas terminaron frente a las cartas que les interpretaba "Mavé".
Ya con el cartón de filósofa bajo el brazo, "Mavé" viajó a Londres a estudiar inglés y a seguir perfeccionándose en el tarot. De regreso a Colombia, después de las horas de oficina, se entregó de lleno a leer el tarot a sus amigos, a los amigos de sus amigos y a los conocidos de los amigos de sus amigos. Era un ritmo frenético.
Como le pasa a un buen cuentachistes o a quien toca guitarra, "Mavé" se fue convirtiendo en la reina de las fiestas. Después de toda rica comida la encerraban en el estudio para leer el tarot a los invitados. A los seis meses, las ojeras y el cansancio la llevaron a volverse una "mujer difícil". "Mi afición por el tarot se tornó, entonces, solitaria", dice "Mavé".
Hasta septiembre del año 86, cuando Juan Pablo Ferro, compañero de universidad y periodista de El Espectador le propuso escribir una columna semanal con el "cuento". En principio le pareció una locura y dijo que no. "El me contó que había sido muy difícil convencer a los directores del periódico de que valía la pena hacer una columna de este estilo y que la resistencia era tal, que habían dado luz verde al proyecto, pero con un período de prueba de dos meses. Esto se convirtió en un reto para mí y terminé dando el sí. Era un poco, también, mi reencuentro con el tarot y con la palabra y, además, la posibilidad de comunicarme con mucha gente que no tiene rostro". En poco tiempo la columna comenzó a pegar. "Mavé" había pasado el período de prueba.
Le invierte seis horas semanales a la columna. Todos los viernes, religiosamente, se encierra en su apartamento, desconecta el teléfono y da orden de que nadie la moleste. Se sienta en la mesa de su comedor y baraja nueve veces las 22 cartas de Marot con las 54 de la baraja española para cada uno de los signos. Después, saca tres cartas -siempre con la mano izquierda y sin cruzar las piernas- y va anotando en un libreta los mensajes que ellas muestran. "Es un poco como decodificar una serie de datos que uno recibe", dice "Mavé". Su fórmula mágica consiste en cerrar los ojos y recordar a sus poetas preferidos: César Vallejo, Federico García Lorca, Mario Benedetti.
La primera interpretación que "Mavé" hace del tarot, es una "interpretación cromática". "Asocio muchas veces los mensajes de las caras con los colores y las velas tienen una relación simbólica muy especial. Así, por ejemplo, las velas rosadas son estimulantes para el amor y los afectos; las verdes dan mucha fuerza y relajan sensiblemente; las blancas son el símbolo de la paz, proyectan inocencia, tranquilidad, y sobre todo, mucha sinceridad; las amarillas producen agitación, desorganización vital, confusión, cambios, terremotos; las rojas desatan pasiones; las azules son maravillosas, señalan recogimiento y el camino para encontrarse consigo mismo. Pero hay ocasiones en que las cartas son grises, señal de situaciones conflictivas, de estados de ánimos depresivos". El uso de las velas, sin embargo, no puede ser arbitrario. Es necesario que el tarot lo marque, lo defina.
Soltera, extrovertida, cálida y ante todo enamorada del tarot por considerarlo como una valiosa herramienta para clarificar situaciones confusas, "Mavé" se define como una persona que sabe oír y que tiene capacidad para llegar al fondo de los problemas.
"No soy para nada vidente. Veo una serie de símbolos y los interpreto, pero no estoy en condiciones de decir qué va a pasar en 2 ó 3 años". Su habilidad con el tarot, que le ha traído tantos lectores, le ha espantado muchos pretendientes que se ponen nerviosos cuando se enteran de su "brujería". Y bruja es como más le gusta que la llamen. "No en vano, durante la Edad Media las quemaron. Eran tan sabias y fueron tantas las cosas que hicieron, que sus contemporáneos al no comprenderlas terminaron exterminándolas", afirma con vehemencia. Hoy por hoy, para "Mavé" y sus lectores el problema no es la hoguera. El problema sería que un domingo, por falta de espacio, "colgaran" su columna.