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LA DUQUESA TRAVIESA

María Cristina von Reibnitz escribe un libro escandaloso y pone los pelos de punta a las Windsor

8 de diciembre de 1986

"Trata de no parecer estúpido", le dice la duquesa a su esposo, el duque. Luego sonríe a la cámara, y explica sus anteriores palabras: "Detesto los retralos reales. Son tan tiesos, tan aburridos...".
La anterior afirmación habría pasado derecho, y hasta de pronto parecido natural, de haber provenido de una de las princesas de Mónaco: tan modernas, tan liberadas, tan poco atadas por las etiquetas reales. Pero en boca de una duquesa de la realeza británica suena como un disparo ruidoso, en medio de un ambiente tan estirado, tan tieso, tan estricto como al que ha impuesto la reina Isabel de Inglaterra.
Pues bien, frases como esa han hecho famosa a la duquesa María Cristina von Reibnitz, quien hace ocho años contrajo matrimonio con el primo hermano de la reina Isabel, el duque Michael de Kent. Desde ese entonces se sabía que la duquesa no "cuajaría" en el ámbito de la realeza británica. Se casaba con tres pecados que difícilmente podía perdonar su nueva familia política: era extranjera, era católica y era divorciada. Pero en ese entonces no se sabía que María Cristina añadiría a estos tres pecados el de su independencia frente a la etiqueta de la realeza, que la han convertido en fuente de deliciosos y sucesivos escándalos.

DUQUESA BEST-SELLER
El primero de ellos se produjo cuando se hizo público, el año pasado, que su padre había sido un militante nazi. Luego se rumoró que tenía amores con el famoso magnate petrolero tejano, John Ward Hunt. Este año se le atribuyó un romance con el conde de Suffilk. Y como si lo anterior fuera poco, acaba de salir su primer libro (la duquesa también quiere ser escritora), que se llama "Coronada en un país lejano", una historia picante sobre siete mujeres que contrajeron matrimonio con miembros de la realeza extranjera. El libro también se ha convertido en formidable piedra de escándalo, pues una de esas siete mujeres es precisamente ella, y las intimidades que cuenta sobre su propia vida no son, así que digamos, el colmo de la pacatería, de la discreción de los buenos modales, en términos de los esquemas de la realeza británica.
"La gente cree que es un milagro que una duquesa pueda escribir o leer, y más aún, que pueda publicar un libro", dice la duquesa María Cristina, quien hace esto y mucho más. Una exitosa diseñadora de interiores en sus épocas de soltera, redecoró las ocho estancias de la familia en el palacio de Kensington y la casa de campo de Nheter Lypiatt, finca residencial de más de doce hectáreas en la zona oeste.
Pero además de dedicarse a su vida literaria, la duquesa monta a caballo todos los días y pertenece a varias juntas corporativas. Además, maneja con puño de hierro el servicio de la casa, compuesto por 24 personas: una secretaria privada, dos detectives, tres asistentes personales, cuatro jardineros, una doncella encargada específicamente de "cuidar mi ropa y atender mis necesidades", y un ejército de niñeras, amas de llaves y damas de compañía, que atienden "a cuerpo de rey" a los dos hijos de la pareja.
Estas labores, según la duquesa, la mantienen agotada. Y dice que a veces se propone no hacer nada durante una semana. "Pero entonces, inconscientemente, empiezo a ponerme trabajo. Reorganizo mi biblioteca o planeo otro jardin. Nunca me siento a descansar. No sé cómo se hace. Incluso cuando tomo un baño, me meto al agua, me jabono y me salgo".

LA EXTRANJERA
María Cristina, de nacionalidad checoslovaca, afirma en su libro que no es fácil sentirse extranjera. "Nunca seré una británica, así viva aqui el resto de mi vida". Y afirma: "Los ingleses desconfían de los.extranjeros".
Pero lo anterior no significa que la duquesa no esté orgullosa de su linaje.
Ella se considera parte de la familia real británica, así algunos de sus miembros no la consideren así. Desprecia la realeza de Mónaco, a la que considera un "minúsculo principado": y a la princesa Carolina como "la hija de una actriz de cine, por favor". Pero su familia política no se traga del todo sus impertinencias. El hijo de la princesa Margarita, el vizconde Linley, preguntado sobre qué le daría de Navidad a su peor enemigo, respondió: "Una cena con la duquesa de Kent".
María Cristina parece estar consciente de estas críticas. "Para que me quieran yo debería escribir un libro terrible, y fracasar. Los ingleses adoran el fracaso. La ambición es una sucia palabra en Inglaterra. Y por eso yo no les gusto. Porque soy ambiciosa y creativa".
A quien no parecen afectar los rumores de posibles infidelidades ni las impertinencias de la duquesa es a su esposo, el duque de Kent. Se conocieron en 1972, en una fiesta de cacería. Ella era una aristócrata europea, casada con un banquero del jet-set británico. El era un militar timido con una fuerte pasión por las motocicletas, las lanchas de carreras y los trineos. Para casarse con ella, el duque Michael renunció a su derecho al trono--aunque eso no tiene mucha gracia, porque era el número 16 de la fila. Hoy pertenece a juntas directivas de diversas compañías; compite en carreras de coches y corrije los manuscritos de su esposa. ("Tengo mala ortografía", confiesa ella).
Además, la pareja tiene que cumplir sus papeles reales. Sobre este punto María Cristina dice que "no disfruto mis obligaciones públicas. No nací para cortar cintas y besar bebés. Si yo hubiera sabido que iba a ser así, no volvería a hacerlo de nuevo".
¿Y qué dice, a todas estas, la estricta reina Isabel? En el Palacio de Buckingham se han recibido silenciosamente las escandalosas declaraciones de la duquesa de Kent. Sin embargo, algunos medios periodisticos han llegado a afirmar que la reina estaria considerando seriamente la posibilidad de no invitar este año a la duquesa a las navidades en el Castillo de Windsor.
Las consecuencias de sus actos, sin embargo, no parecen importarle mucho a María Cristina. "Toda la vida hecho lo que me han dicho que haga. Ahora haré solamente lo que yo quiera hacer".