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A LA FRANCESA

19 de agosto de 1996

En cualquier país del mundo el rumor sobre una relación clandestina podría dar al traste con una carrera política. Pero en Francia las cosas parecer funcionar al contrario. Eso al menos se demuestra con la reacción oficial a las recientes publicaciones sobre los amoríos del presidente Jacques Chirac con la hermosa actriz italiana Claudia Cardinale. Mientras en otras latitudes el mandatario implicado o sus voceros se habrían apresurado a desmentir todo, los comentarios de la prensa sobre el adulterio no han sido negados ni han afectado al jefe de Estado. El motivo de tanta indiferencia es pura táctica: hace unos años, cuando los franceses supieron que Chirac, entonces alcalde de París, tenía una amante, sus ratings de popularidad aumentaron notablemente. Ahora, con este nuevo rumor, sus asesores esperan obtener los mismos resultados. Ojalá que la señora Chirac piense lo mismo.