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La muerte del ‘Gordo’ Aníbal

El mismo día en que se inauguraba el Festival de Tango Internacional en Medellín, murió el 'Gordo' Aníbal, el dueño de la historia secreta del tango en la capital antioqueña.

28 de julio de 2007

Dicen que Aníbal Moncada hablaba en secreto todas las noches con Carlos Gardel. Le encendía velas rojas y le rezaba como si el cantante fuera un santo milagroso. Le decía 'San Romualdo' y alguna vez confesó que fue su más grande devoto desde cuando le hizo el milagro de curarlo de una parálisis facial. El amor por Gardel era su más grande adicción. Así fue desde cuando tenía 5años de edad, en 1935, y su barrio se llenó de ese olor a chamuscado que llegaba desde el aeropuerto Olaya Herrera, en donde había muerto, minutos antes, el cantante más importante de tangos de la época. De ese accidente aéreo, Aníbal conservó la fotocopia de un cheque girado por Carlos Gardel. Fue uno de los pocos objetos personales que no se quemaron.

La partida del 'Gordo' Aníbal fue el tema obligado del Festival de Tango Internacional en Medellín. Su muerte, el 29 de junio, coincidió con la apertura oficial del evento. Esa noche, cuando se conoció la noticia, no dieron un minuto de silencio en el Festival. Lo que recibió en su honor fue un montón de aplausos. Los artistas que se presentaban no tenían en su repertorio La noche que te fuiste, un tango de José María Contursi que bien podría resumir el sentimiento de esa noche: "La noche que te fuiste/ más triste que ninguna/ palideció la luna/ y se tornó más gris la soledad". En este caso, la soledad del tango en Medellín.

Aunque la música fue la mayor aventura de su vida, el 'Gordo' también tuvo que vérselas como vendedor de periódicos, carnicero, albañil, pegador de baldosas y ventero de avena y pasteles dulces en el centro de la ciudad. En la misma zona donde abrió las puertas, por primera vez, el Patio del tango, el lugar más legendario de la música de arrabal en Medellín. El nombre es un homenaje al cantante argentino Julio Sosa. En 1979 se trasladó con toda su música, cuadros y fotos de artistas para el barrio Antioquia. Allí, una casona antigua ha servido hasta hoy como el lugar predilecto para los tangueros y los aguardienteros. Ningún otro sitio de la ciudad es tan bohemio.

En el Patio del tango los sobrios son gente extraña. Escasean. Cualquiera que lo visite se contagia del aire fiestero del lugar, muy a pesar de las letras tristes de los tangos. De eso pueden dar testimonio personajes como Fernando Botero, Belisario Betancur, el escritor Juan José Hoyos, Nicanor Restrepo Santamaría, Álvaro Uribe Vélez, Alberto Aguirre, Fanny Mikey o el actual alcalde de Medellín, Sergio Fajardo.

Don Aníbal siempre iba al fondo de sus emociones en cada cosa que hacía. Cuando cantaba, por ejemplo, le gustaba cerrar los ojos y mover las manos de manera teatral. Siempre llevaba a escena trajes oscuros y llamativos. En una de sus últimas presentaciones llevaba una camisa negra, brillante, que contrastaba con la cara pálida y las cejas canosas y despeinadas. Esa noche de viernes, don Aníbal sudaba demasiado. Había acabado de cantar No te apures, carablanca, un tango de Carlos Bahr. Luego, acostumbraba a sentarse en las mesas de los invitados y preguntaba por el sabor de la carne. Él mismo seleccionaba la porción. El 'Gordo' también las hacía de cocinero, de mesero, de anfitrión y bailarín, y en cada acto regalaba su corazón.

Siempre impresionaba con sus temas de conversación. Hablaba como si estuviera escribiendo tangos. Siempre salía con una anécdota del Patio, de los artistas que allí han cantado, de los borrachos a los que les ha dado por pelear con el cuadro gigante de Gardel o de sus piezas preferidas. Lo vivido y lo cantado se integraron en su vida hasta el viernes de su muerte. Ya muchos la esperaban.

Los que lo visitaron en los últimos meses cuentan que don Aníbal tenía problemas para respirar y ya no salía al escenario. La Alcaldía de Medellín le hizo un homenaje en su propio Patio -que era también su casa- en abril pasado y lo condecoró con la Orden al Mérito Cultural Porfirio Barba Jacob, categoría Oro. Era un viernes al medio día y don Aníbal se encontraba en su alcoba. La condecoración coincidió con el chequeo médico que cada semana debía ser más riguroso. Cuando el Alcalde llegó, lo vio bajar con un tanque de oxígeno. El 'Gordo' le confesó que desde hacía 15 días no salía de su cuarto. Cruzaron algunas palabras y a los 15 minutos su cuerpo no resistió más y volvió a su alcoba. Regresó con los ojos cerrados, como si en su mente estuviera cantando un tango de Francisco Amor, A mí déjame en mi barrio: "Aquí el luchar y el sufrir/ aquí amé y aquí he vivido/ y aquí tendré que morir...".

No hay duda de que Aníbal Moncada era un personaje fundamental en la historia del tango y en la historia de los bares y griles en Medellín. Ir a verlo era una ceremonia. ¿Sobrevivirá el Patio del tango? Esa es la pregunta obligada.