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La oveja negra

Es drogadicta, alcohólica e irreverente, pero gracias a su talento y a los cinco Grammy que ganó, Amy Winehouse también es una de las artistas más cotizadas del momento.

16 de febrero de 2008

Ha dicho que le gusta desayunar con whisky Jack Daniels y Coca Cola; que no come y cuando lo hace se obliga a vomitar; que tiene una personalidad tan adictiva, que hasta las máquinas del gimnasio se le convierten en una obsesión. En sus canciones, Amy Winehouse le pide al novio de su amiga que no le robe su marihuana y cuenta cómo su ex novio descubrió que le era infiel al ver el raspón que se hizo en la espalda contra el tapete mientras se revolcaba con otro. Se viste con ropa atrevida que se ve barata, tiene los brazos llenos de tatuajes como lo que se hacen los marineros y su pelo es un larguísimo enredo negro peinado al estilo beehive (colmena de abejas). Muchos consideran la nueva oveja negra de la música a esta hija de un taxista y una farmacéutica, criada en un barrio obrero de Londres, pero su talento es indiscutible. Al punto de que la Academia de las Artes y las Ciencias de la Grabación de Estados Unidos, casi siempre conservadora y algo mojigata, le concedió el 10 de febrero cinco de los seis premios Grammy a los que estaba nominada.

Muchos se alegraron con su triunfo y sobre todo su disquera, que podrá asegurar aun más ventas de su exitoso disco Back to Black, pero no faltaron las voces de rechazo. La más contundente fue Natalie Cole, hija del famoso músico Nat King Cole, quien después de entregarle el galardón a mejor grabación del año aseguró a los medios que no debió ganar. "Creo que envía un mensaje equivocado a la gente joven que trata de triunfar en esta industria. Hay que dejar de premiar el mal comportamiento", aseguró Cole a varios medios. Hablaba con conocimiento de causa, pues ella misma sufrió una grave drogadicción que le causó estragos a su carrera.

Y no le faltaba razón. Sólo unas cuantas semanas antes había aparecido un video de Amy fumando una pipa de crack en su casa mientras le decía a la cámara que acababa de tomarse seis pastillas de Valium para mitigar los efectos de todo lo que había consumido antes. Al verse en esas imágenes, la joven de 24 años, que escribió el éxito Rehab en el que canta que no piensa ir a rehabilitación porque no tiene tiempo ni ganas de internarse, decidió ingresar por fin a una de esas instituciones. A pesar de esto, le fue negada inicialmente la visa de trabajo a Estados Unidos y por eso su muy esperada presentación en los Grammy se tuvo que hacer vía satélite desde Londres.

El incidente de la pipa probablemente no fue el único que llevó a la embajada norteamericana a negarle la entrada al país. En octubre había sido arrestada en Noruega por posesión de narcóticos. Un mes más tarde estuvo por segunda vez tras las rejas por un par de días al verse involucrada en el proceso judicial que se adelanta contra su esposo, Blake Fielder-Civil, por obstrucción a la justicia. Él está encarcelado desde entonces, por casi matar a golpes al dueño de un bar y luego ofrecerle dinero para que retirara los cargos.

Winehouse nunca ha querido vender una imagen pulcra. Desde el principio ha dejado claro que es una persona rebelde, grosera, que no sabe medir sus tragos. Su música es una mezcla de soul, jazz y hip-hop que puede sonar parecido a la de Nina Simone, Aretha Franklin o The Supremes, pero sus letras francas e irreverentes parecen creadas para canciones de punk. "Ser personal es mi estilo. Nunca voy a decir cosas que la otra gente ya ha dicho y menos de la misma manera", declaró al diario británico The Independent cuando comenzó su carrera en 2004, y hasta ahora lo ha cumplido. Hasta que su cuerpo aguante.