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LA SIERRA, MAESTRO

Juan Mayr, en ex hippie que ha dedicado su vida a defender la Sierra Nevada, acaba de recibir uno de los premios ecológicos más importantes del mundo.

30 de septiembre de 1991

EN 1982, TRAS UNA DE LAS INNUMERAbles jornadas de fumigación aérea que se hacían en ese entonces sobre los cultivos de marihuana que existían en la zona de la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de los tripulantes de la aeronave le contó a Juan Mayr que esde su ventana había visto entre la selva, algo que se le parecía a una gran escalera de piedra. Con ese dato, las autoridades arqueológicas de la zona descubrieron Ciudad Antigua que, con Ciudad Perdida y el alto del Mira, forma parte de la impresionante huella arquitectónica que dejó la cultura indígena tayrona.
Para el común de la gente, la Sierra Nevada es sólo eso: un museo arqueológico de difícil acceso. Pero para Juan Mayr, quien dirige la Fundación pro Sierra Nevada de Santa Marta, la Sierra no sólo es una joya natural unica en el mundo, sino un lugar que sintetiza todos los conflictos que vive el país y del que depende la prosperidad económica de toda la costa Atlántica. Ha sido también la pasión de su vida.
Hace poco, sus muchos años de trabajo en la Sierra le merecieron el premio que anualmente entrega a un latinoamericano Natural Coservancy, la más grande entidad ecológica de los Estados Unidos. El año pasado ese premio fue entregado al congresista brasileño Fabio Feldman, por haber conseguido introducir en la Constitución de su país un capítulo sobre la protección ambiental.
El área de trabajo de Juan Mayr es sin duda uno de los lugares más atípicos del país y posiblemente dadas sus características único en el mundo.
En una zona de 17 mil kilómetros cuadrados hay de todo: mar y nieve, desierto y llanura, playa y ciénaga y un pico de 5775 metros a sólo 42 kilómetros de la costa, lo cual hace de la Sierra la montaña litoral más alta del mundo.
Pero esa descripción que a primera vista parece información folclórica para un manual de turistas, incluye otra que no es precisamente folclórica. Además de sus riquezas arqueológicas, a la Sierra Nevada dividida entre tres departamentos (La Guajira, Cesar y Magdalena), 10 municipios, dos parques nacionales, dos resguardos indígenas y 35 entidades con jurisdicción en el área la habitan y circundan tres tribus indígenas, más de 120 mil campesinos colonos, industriales, bananeros, arroceros, ganaderos, políticos, terratenientes, constructores, grupos guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y el ejército. Persiguiendo cada uno sus particulares intereses, esa zona declarada por la Unesco Reserva Mundial del Hombre es un hervidero que a paso lento pero seguro se desmorona. Evitarlo, es lo que pretende Juan Mayr con la Fundación recientemente premiada y que empezó a funcionar en 1986.
El drama de la Sierra no implica solamente un dolor romántico de los amantes de la naturaleza. Sólo entre 1970 y 1980 se talaron 100 mil hectáreas de bosques, cifra que es doblemente alarmante si se tiene en cuenta que la Sierra es la fábrica de agua de las capitales departamentales y municipales de la costa y de los sistemas de riego de toda la región. Lo que intenta Mayr es conciliar los diversos y numerosos intereses de los habitantes de la región, con la necesidad urgente de conservar el equilibrio natural de una zona que sirve a todos.
La primera vez que Mayr pisó la Sierra fue en 1976 cuando, recién encontrada Ciudad Perdida, su instinto de fotógrafo lo indujo a tramitar un difícil cupo en el único helicóptero que por esos días subía hasta allá. Por esa época, Mayr quien había intentado ser tenista profesional en su juventud, había dado el consabido paso del hippismo y quien era ya un fotógrafo consumado especializado en zonas de interés arqueológico del país tenía una empresa editorial. Corriendo detrás de buenas fotografías, se encontró con la imponente naturaleza que exhibe la Sierra y con la comunidad indígena de los kogis, custodia de una sabiduría milenaria que les ha permitido asegurar, no sólo su propia supervivencia, sino la conservación del equilibrio ecológico de su montana.
Un mes después, Mayr volvió a conseguir un cupo en el helicóptero pero esta vez para quedarse dos años. Cuando se descubrió Ciudad Antigua y las dimensiones de la joya arqueológica que había allí quedaron a la vista, Juan Mayr publicó un libro que resultó ser una denuncia sobre el proceso de deterioro que sufría la región El libro, en manos del entonces presidente Belisario Betancur, dio luz a la Fundación pro Sierra Nevada de Santa Marta. En escasos cinco años, la Fundación que dirige Mayr ya no es un esfuerzo aislado de un grupo de científicos. Sino una entidad que ha logrado hacerse oír en organizaciones ecológicas internacionales. La Sierra Nevada fue declarada por la UICN (Unión Intemacional para la Conservación de la Naturaleza), como área prioritaria en SuraméricaS Gracias a eso la Fundación se alimenta financieramente de países como Suecia, Holanda, Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos.
Ahora que los países industrializados se dieron cuenta de que ecológicamente hablando