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LAS CUERVAS

Las hijas de Dayan y Sadat desnudan a sus padres en biografías recientemente publicadas.

3 de marzo de 1986

Al general Moshe Dayan no le importaba que lo vieran orinando en los jardines de su casa y si alguien lo recriminaba, se encogía de hombros y decía: "¡Si no te gusta, no mires!". El presidente egipcio Anwar Sadat, el hombre que llevó su pueblo a la era moderna, fue capaz de imponerle a la hija de doce años, un marido 17 años mayor que ella, sólo porque las tradiciones islámicas así lo ordenaban. El primero, cuando estaba furioso, soltaba bofetadas a todos lados y el segundo se quedó paralizado cuando supo que su hija favorita había intentado suicidarse para no vivir con el hombre que le habían impuesto.
Los dos personajes, controvertidos y atacados, protagonistas de una de las épocas más salvajes del Medio Oriente, tercos y mujeriegos, han sido rescatados ahora por sendos libros escritos por sus hijas quienes los contemplan no como los líderes que fueron sino como hombres capaces de orinar en un jardín o perder la paciencia ante un chiquillo: Moshe, My Father, His Daughter y My Father and I fueron escritos por Yael Dayan, de 46 años y Camelia Sadat, de 36. Hace algunas semanas sin proponérselo coincidieron en el show televisivo de Philip Donahue y cuando se conocieron sonrieron y compartieron un beso y un abrazo. Ocho años atrás cuando el presidente Sadat realizó su histórico peregrinaje a Jerusalén, ahí estaba Dayan para recibirlo. Curiosamente los dos murieron en 1981: el primero, asesinado a plena luz del día y ante miles de atónitos militares.
Para la única hija de Dayan éste además del carismático guerrero era también el padre adorable que la sacaba a pasear a caballo y el eterno perseguidor de mujeres, muchas veces para una sola noche, mujeres que después intentaban sacarle algún provecho económico. Yael dice que aunque no tiene prejuicios sociales, reconoce que en este campo su padre tenía pésimo gusto y se acostaba con cualquiera.
Los amoríos de Dayan, multiplicados por periódicos y revistas chismosos atormentaron siempre a la viuda y sus otros dos hijos. Desesperado por el tono de las publicaciones, un día el militar le escribió a la esposa: "El día que quieras el divorcio para ponerle punto final a esta situación, cuenta con ello, pero recuerda que tú tendrás siempre la iniciativa". Cuando ella ya no soportó más, se divorciaron y él se casó con su amante de toda la vida, una mujer llamada Rachel Rabbinovitz, diez años menor, muy culta, una rubia que tenía dos hijas.
Según lo cuenta en el libro, este nuevo matrimonio cambió del todo al padre, lo empeoró porque del hombre rudo a quien no le importaba que lo vieran orinando en público, se convirtió en un conocedor de los mejores vinos y sus discusiones de antes sobre temas filosóficos, derivaron entoces a temas domésticos sobre cuentas por pagar y el cuidado de los niños y otras nimiedades que le restaron brillantez. En medio de esta transformación lo peor que pudo hacer Dayan, según la hija, fue desheredar a la primera esposa y sus tres hijos. Una fortuna amasada con la venta de los descubrimientos arqueológicos del General, fue directamente a la nueva esposa. Esta, recibió una carta de la muchacha en que le decía: "Tranquila, porque mi amor por mi padre permanece inalterable. Lo que le he perdido es el respeto".
El libro escrito en inglés (muchos han protestado porque prefieren que los autores de ese país escriban en hebreo), reconstruye los primeros años en la granja de Nahalal, al norte de Israel, mientras el general peleaba por la independencia total de su país y no aparecía por la casa. Cuando lo hacía entonces era un padre muy severo que no dudaba en soltar bofetadas cuando alguien lo contradecía. Yael, autora de cuatro novelas de éxito en Israel, estudió Ciencias Políticas y más tarde prestó servicio militar durante dos años. Está casada con un general, Dov Sion, 16 años mayor que ella y tienen un muchacho de 16 y una niña de 14. Cuando en el show televisivo, Philip Donahue le preguntó por el heroismo del padre, Yael respondió: "Para mi no era un héroe, era simplemente un padre que estaba poco con nosotros pero a quien yo admiraba mucho. Además era mujeriego y grosero, hasta cuando dejó a mi madre".
La historia de Camelia Sadat es quizás más intensa, más trágica y este libro comenzó a éscribirlo sin saberlo, doce años atrás cuando en forma de carta quiso exponerle al padre todas sus frustraciones como hija, madre y esposa. El libro va desde el nacimiento de Sadat en una pequeña población a poca distancia de El Cairo hasta su asesinato el 6 de octubre de 1981.
Presionada por la vida que llevaba con un hombre con quien tuvo que casarse, obligada por las leyes islámicas, Camelia no entendía cómo un hombre que había despojado a su pueblo de numerosas trabas que le impedían entrar de lleno al progreso, era capaz de quitarle su autonomía personal: "No lo entendía, me daba mucha ira que siendo tan razonable, teniendo una mente tan abierta para otros asuntos, ¿por qué no era lo mismo con los asuntos de su hija?". La carta, obviamente, fue iniciada en un arranque de ira por esos 10 años que duró su matrimonio, años que ella califica como perdidos y poco a poco la obra se convierte en una exploración detenida de su propia vida. La redacción le tomó dos años.
Casada y divorciada dos veces y con una hija, Camelia se fue a Estados Unidos y mientras estudiaba periodismo en la Universidad de Boston, guardó su verdadera identidad en secreto, por razones de seguridad. Un día, mientras miraba las noticias en televisión, presenció las tomas del asesinato del padre. Escribir sobre esa fecha fue lo más doloroso del libro y cada vez que intentaba sentarse a la máquina, lloraba, salía a la calle, iba al supermercado, mientras los balazos y las ráfagas le sonaban en los oídos.
Ahora ostenta su apellido sin miedo alguno, es una mujer que se basta a sí misma, sobrevive con las conferencias que dicta sobre temas islámicos y del Medio Oriente, maneja su Renault rojo y piensa que ya no regresará del todo a su país aunque se siente emocionada cuando, en algunas ocasiones, al llegar a su pueblo, es recibida por mujeres vestidas de negro para quienes ella es la reencarnación del asesinado padre.
Los dos libros se venden bien actualmente y un productor de Hollywood hasta ha sugerido que se haga una película combinando ambas historias: en el fondo hay algo más que una broma política en esa propuesta.