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LAS DICTADORAS

Mientras Imelda Marcos se convertía en la mujer más rica del mundo, Michelle Duvalier mandaba en Haití más que su marido

7 de abril de 1986

Hasta el último momento las dos mujeres interpretaron sus papeles a cabalidad. La una, con un turbante blanco traído de París, brindó con champaña para despedirse de sus amigos y familiares como si se fuera de vacaciones, y en el aeropuerto, ante el centenar de fotógrafos que no quería perder uno solo de sus gestos, exhaló una larga bocanada de humo frente a las cámaras, mientras mantenía lánguidamente en alto su larga pitillera de oro y diamantes. La otra, mientras en la calle se escuchaban más cerca los disparos de sus enemigos, se preocupaba por la suerte de alfombras, cubiertos y pinturas que dejaba en su inmensa casa, que poco después sería ocupada por los otros, los que no tenían como ella un concepto claro de lo importante que para una mujer es tener las uñas y los labios siempre pintados.
Michelle Bennet Duvalier, de 35 años, e Imelda Marcos, de 57, esposas de dos dictadores que cayeron con pocas semanas de diferencia, supieron interpretar sus papeles hasta el último momento, mientras millones de empobrecidos ciudadanos, gustosamente, hubieran querido retorcerles el cuello como venganza por todas las depredaciones, abusos, robos, engaños, mentiras y trampas que, como sombras detras de ambos tronos, supieron también ejercer, alimentadas por la debilidad del uno y las enfermedades y la vejez del otro. Separadas por centenares de siglos de tradiciones y cultura, tanto Michelle como Imelda confundieron desde su ascenso al poder, los intereses propios con los intereses de Haití y Filipinas, y durante todo el tiempo, las pertenencias familiares no se distinguian de las posesiones estatales.
MICHELLE, MA BELLE
Mientras se reponen de la pesadilla que vivieron bajo los Duvalier, la ira de los haitianos crece, a tiempo que se enteran de cómo la esposa del joven Presidente fue capaz en noviembre último, de gastarse el equivalente en dólares de 300 millones de pesos colombianos, mientras hacía compras en París, Londres y Nueva York. Esa era su forma de gastar: compulsiva, ansiosa, quizás como una manera de olvidar todos los conflictos emocionales que soportó antes de casarse con el joven Duvalier.
Hija de un modesto negociante que exportaba café, Michelle nació fuera del circulo de la élite haitiana y conoció al robusto Baby Doc cuando ambos iban al mismo colegio, donde los compañeros se burlaban del muchacho y le ponían apodos, a pesar de ser hijo del dictador. Ella se marchó a Estados Unidos, estudió en un colegio de Nueva York, trabajó como secretaria en Manhattan y en uno de esos gestos irónicos de la vida, se casó con Alix Pasquet Jr., un hombre de negocios, hijo de un activista político, asesinado por atentar contra Duvalier. Tuvieron dos hijos y se divorciaron en 1978, cinco años después de casados.
Michelle trabajó durante algún tiempo como recepcionista en un hotel de Puerto Príncipe, sostuvo relaciones con varios hombres e intentó suicidarse en numerosas ocasiones hasta cuando volvió a encontrarse con Baby Doc, convertido en Presidente vitalicio.
Se casaron en mayo de 1980 en una ceremonia que costó 500 millones de pesos. Ella importó un modelo de Givenchy mientras un peinador, llegado de París, estuvo varios días arreglándole el pelo. La pareja fue saludada con una salva de 101 cañonazos y fuegos artificiales que costaron más de dos millones de pesos, mientras el pueblo recibía un plato de sopa y una botella de ron, gratuitos, para que celebrara la felicidad de la pareja. Dicen los observadores que ese día fue el comienzo del fin, porque ella se dedicó a gastar y gastar sin compasión.
Organizó la fundación caritativa que lleva su nombre con el fin de ayudar supuestamente a hospitales, farmacias y clínicas, y aparecía en televisión con sobres llenos de dinero para los pobres.
Delirando en la abundancia, se vestía extravagantemente y con el menor pretexto se colocaba todas las joyas.
Hacía que los joyeros de París y Nueva York volaran a Haití con sus colecciones para comprarles millones y millones, mientras todos los días llegaba de Miami un cargamento de flores para adornar el palacio y la residencia particular. Enfrentada a su suegra, Simone, supo sacarla del palacio a los pocos días de casada e incluso adiestró a una lora para que dijera vulgaridades contra la viuda de Duvalier. Le dio dos hijos al Presidente y los haitianos se divertían pensando que el abuelo de esos niños, había ordenado la muerte del abuelo de los hijos del primer matrimonio de ella.
Ejerció un control total sobre Baby Doc. Lo sometió a una dieta drástica, le cambió sus maneras sociales, presidia las reuniones de gabinete, hablaba a nombre del marido que se confundía ante los reporteros, y mientras la población agonizaba por la pésima alimentación, la diarrea, la tuberculosis, la malaria y otras epidemias, ella era capaz de importar un refrigerador, que le costó más de dos millones de pesos, para conservar frescos sus abrigos. Cuando en noviembre los guardias de Palacio dispararon sobre la multitud y mataron a varios, ella supo que la dinastía estaba condenada, pero no se preocupó: en varias capitales del mundo están guardados los 60 mil millones de pesos que lograron sacar, poco a poco, entre viaje y viaje. No importa que ahora nadie los quiera.
"MUSA DE MANILA"
La historia de Imelda Marcos es menos dramática, pero tan espectacular como la de la belleza morena de Haiti. Hija de un abogado y perteneciente a una de las grandes familias filipinas, los Romualdez, a los 18 años ganó el concurso de "La rosa de Taclobán" y seis años después fue escogida "Musa de Manila" durante la Feria Internacional. En 1954 mientras trabajaba en una revista, conoció a un joven congresista y once días despues se casaron. Por eso siempre llevaba un anillo de compromiso y un anillo de boda, cada uno con once diamantes. A partir de 1959 se convirtió en la sombra política de Marcos, ayudándolo en sus campañas, asesorándolo en sus actuaciones públicas, escribiéndole los discursos, organizándole la vida detalle a detalle, hasta cuando llegaron al poder en 1965. En 1972 Marcos declaró la ley marcial y ella emergió como la segunda persona del país, ostentando los cargos de Gobernadora del área metropolitana de Manila y ministra de Recursos Humanos. A tiempo que trabajaba en programas culturales y alimenticios, comenzó a amasar su fortuna calculada en 1.600 millones de dólares, convirtiéndose en la mujer más rica del mundo.
Sólo su esposo era más rico. Según investigaciones de una comisión del Congreso americano, su fortuna puede alcanzar entre 2 y 3 mil millones de dólares, con lo cual pasaría a ser el hombre más rico del mundo. Un estudio realizado en 1980 demostró que la familia Marcos era dueña de 900 empresas y corporaciones en el país, y que usaban el poder político para acabar con los rivales financieros, como hicieron con la familia Aquino, que tenía la empresa de transporte terrestre más importante de las Filipinas, pero poco a poco, gracias a los impuestos y a los bajos precios ordenados por el gobierno, el negocio fue a la quiebra. Entonces, uno de los familiares de Imelda compró esa compañía, el gobierno mejoró las tarifas de transporte, redujo los impuestos y el negocio prosperó.
Obsesionada con la belleza, con la elegancia, se burló muchas veces de Corazón Aquino porque ésta no se arreglaba el cabello ni se pintaba las uñas, y durante la reciente campaña política, se cambiaba de ropa hasta cinco veces en un día. Siempre estuvo preparada para lo peor y sus amigos recuerdan una frase reciente de esta mujer que tiene una hermosa voz: "Cualquier día de éstos me verán colgando de un árbol. No será nada nuevo. No quiero ser un horrible y viejo cadáver. Lo más hermoso acerca de mí es que no estoy amarrada a nada, ni siquiera a la vida". ¿Ni siquiera a sus incontables millones?. --