Home

Gente

Artículo

CONEXIÓN COLOMBIA

Le tengo la chiva

Cecilia Várgas es el héroe anónimo de esta semana en CONEXION COLOMBIA. Además de reconocerla por su capacidad artística y su admirable forma de vida, para celebrar con ella los 30 años de la chiva.

Andrés Wiesner
27 de junio de 2004

La chiva es el vehículo encargado de todas las misiones de confianza: circular las noticias, transportar el correo, los paquetes y los animales y últimamente, lejos del campo y la costa, sus lugares de origen, se ha convertido también en discoteca ambulante.

Se trata de un viejo Ford modelo 51, carente de ventanas, con carrocería de madera y pintado de colores vistosos. Su nacimiento se remonta a la primera mitad del siglo XX cuando Colombia pasó de la mula al vehículo automotor. Cabe resaltar que generalmente está colmada de gente y tiene bultos hasta en el techo.

Hace cuarenta años, cuando Cecilia Vargas tenía diez y oía el pito de la chiva y las fanfarrias de las trompetas que se acercaban a su pueblo Garzón, en Huila, salía corriendo a su roca favorita y se quedaba observando su paso hasta que esta se perdía entre el polvo de la carretera.

Seis años después, utilizando su fantasía, poder de observación, humor y magnífica creatividad, empezó a desarrollar la idiosincrasia de Colombia a través del barro. La artista comenzó a modelar la tierra, a esculpirla y a pintarla como le enseñó su madre, quien trabajaba así los personajes del pesebre cada navidad. Después de esculpir vírgenes de caras indias, reyes magos vestidos con ponchos y pesebres revolucionarios Cecilia se acercó a su primer amor: la chiva.

La joven escultora, octava entre diez hermanos, los cuales tuvieron como única escuela el taller artesanal de su madre, encontró en este arte la pasión de su vida y con los años se convirtió en la principal exponente de esta pieza. Hace treinta años Cecilia hizo la primera chiva en barro. Hoy miles de artesanos la imitan pero ninguno la iguala.

"Mi madre es también protagonista de mi obra. Ella es de verdad la pionera de esta clase de arte y siempre será el punto más alto", dice Cecilia Várgas con la sencillez que la caracteriza.

Los recorridos de las chivas -las de Cecilia- llegaron a lugares como Alemania, Suiza y España. Las que transportaban el altar de Frida

Kahlo, viajaron a México; las que habían sido abordadas por los personajes de La Cándida de García Márquez, para los principales museos de Bogotá; y las que representaban el día de San Churumbelito, pues se quedaron en San Churumbelito.

En Pitalito hoy en día más de 200 familias viven de representar en esculturas las costumbres de su pueblo. Ella es la coordinadora de las exportaciones, la Secretaria de Cultura del Huila, la arquitecta, la fotógrafa, la cocinera, la campesina, la estudiante, la maestra y la invitada favorita a exposiciones en el mundo que quieren presentar las costumbres típicas de nuestro país.

Intrigada por la cultura precolombina, Cecilia Vargas también ha dedicado años a la investigación de los extraños jeroglíficos denominados "petroglifos" que se hallan en el santuario arqueológico de San Agustín. Con la ayuda de arcillas y pigmentos tradicionales, admiró, estudió y extrajo sobre papel magníficos impresos, en los cuales se ha inspirado para su última creación artística.

Su interés por el ser humano, su entorno y su pasado, llevaron a la artista a desarrollar a través de sus Bahareques (mezcla de diferentes materiales provenientes de la naturaleza: barro, guadua, paja y pigmentos naturales), una impresionante, pragmática y sencilla visión de la cultura colombiana. En ellos se mezclan con facilidad madres, ídolos y animales conformando un tejido surreal y mágico que nos recuerda las más profundas expresiones del arte precolombino.

La cerámica, como bien lo dice Víctor Escobar refiriéndose a Cecilia, es donde ella une sus pasiones y desdichas, es el medio por el cual ella se relaciona y se comunica con el mundo.

Gracias a la riqueza arqueológica que posee Colombia, Cecilia tiene todavía mucho por investigar y por exponer. Día a día seguirá poniendo las piezas que necesiten sus chivas para que la transporten a ese mundo soñado que con los años nos ha logrado transmitir.